Ser el primero en algo puede convertirte en noticia. Pero cuando eres el primer torero en salir del armario, tu historia vital puede suponer una revolución. Tanto para unos (los miembros del colectivo del que se ha manifestado miembro) como para otros (sus compañeros de un sector, el taurino, para el que las siglas LGTBIQ+ son una novedad).
Hasta el día en que decidió conceder una entrevista a El Mundo en la que se declaraba "pansexual", Mario Alcalde era uno más de su gremio. Su afición a los toros le venía desde pequeño. De hecho, su vocación era tal que, aunque nació en Barajas de Melo, en Cuenca, pronto se trasladó a Madrid para formarse en la prestigiosa escuela Marcial Lalanda.
Un 16 de septiembre de 2006 le dieron su primera oportunidad de actuar en público. Dos años después ya vestía el traje de luces en una corrida en Guadalajara en la que compartió cartel con Álvaro Montalvo y Juan Duque. Y así hasta hoy, momento en el que, con 31 años, ha decidido asignarse la etiqueta de 'pionero' por verbalizar que su orientación sexual no es la de heterosexual.
Esto, lo de las etiquetas, es algo que siempre le ha generado rechazo. De ahí que, de todas las opciones que incluye esa bandera arcoíris con la que asegura sentirse "muy identificado", Mario Alcalde se ve reconocido en la de la pansexualidad. Según la RAE, esto implica "sentir atracción sexual hacia cualquier individuo u objeto". Según él: "Me enamoro del interior, no me importa el género". Esto implica no restringir la sexualidad del otro al género opuesto o al mismo género, sin tener en cuenta los conceptos binarios de género masculino o femenino.
Antes de publicarse este reportaje, el torero era muy consciente de que estaba poniendo sobre la mesa debates que generarían incomodidad entre ciertos públicos. Concretamente entre el colectivo. "La verdad es que todos los gais son antitaurinos. Pero qué bonito es cuando confiesas quién eres y, después de conocerte, lo ven de manera diferente (...). Tengo que hacer cosas para que ellos empiecen a hacer cosas. Irán a verme torear. Al principio son personas supercerradas, hay demasiada incultura y no se sabe qué es el toreo", expresó al diario ya mencionado. A los aficionados al toro, sin embargo, les defiende, calificándoles de "liberales".
A pesar de considerarse "100% torero", para ganarse la independencia económica se ha visto obligado a compaginarlo trabajando en el aeropuerto de Barajas "con un chaleco amarillo" y a echar una mano en el negocio familiar. Ahora que su nombre copa titulares en la prensa nacional, solo queda esperar las consecuencias de esta declaración, que augura que serán positivas: "No sé cómo reaccionarán las plazas. No creo que me rechacen (...). Yo voy a mi aire. Me da igual qué piensan los demás. No vivo de nadie".
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