El Museo Reina Sofía ha inaugurado este martes una de las exposiciones más importantes y completas del pintor Pablo Picasso en el 50 aniversario de su muerte. Un evento que los reyes no se han querido perder. La muestra cuenta con la colaboración del Musée Picasso de París. Más de 120 obras de todas las épocas del artista malagueño, incluyendo su colección de esculturas.
Los reyes han sido recibidos a su llegada al museo por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y por el ministro de Cultura y Deporte en funciones y vicepresidente primero de la Comisión Nacional para la Conmemoración del 50 aniversario de la muerte del pintor, Miquel Iceta, entre otras autoridades.
Don Felipe y Doña Letizia han saludado también a los miembros de la Comisión Nacional, familiares y patrocinadores. Posteriormente, los monarcas han disfrutado de la histórica exposición, titulada 'Picasso 1906. La Gran Transformación', y recorrieron sus dos salas.
La muestra, que cuenta con la importante colaboración del Musée Picasso de París, quiere mirar, desde la conciencia estética contemporánea, la primera aportación del artista a la definición del "arte moderno", señala Casa Real. Hasta ahora, la producción de Picasso en 1906 ha sido entendida como un epílogo del período rosa o bien como un prólogo a Las señoritas de Aviñón. Pero hoy se puede afirmar que 1906 fue un 'período' con entidad propia en el devenir creativo picassiano.
Con apenas 25 años, en 1906, Picasso era un artista aún joven, pero ya maduro en sus criterios estéticos. Dejando atrás la bohemia y el pesimismo, se mostró vital y expansivo, incluso sensual; se acercó a planteamientos libertarios y anhela la refundación de la experiencia artística. Con el apoyo de marchantes y coleccionistas, y relacionado con un potente grupo de creadores coetáneos, vivió entregado al sentido "procesual" de su obra, buscó "lo primordial" y desarrolló su trabajo en tres registros: el cuerpo, la forma y la interculturalidad.
Picasso se aproxima a la representación de la adolescencia arcádica como símbolo de un nuevo comienzo. El cuerpo pintado asume su propia emancipación. El artista aborda en su obra sin ambages el poder de la pulsión escópica en su relación con la intimidad femenina desvelada. Lo vernacular se plantea como mitología del origen. La huella figurativa de Fernande Olivier, su compañera en este momento, es utilizada como soporte para la experimentación de lenguajes plásticos, destacan desde la Casa Real.
El artista malagueño era capaz de generar fisonomías genéricas y conducirlas a la cualidad de un sintético ideograma. Al mismo tiempo, redefinió el entramado entre fondo y figura, propuso un nuevo sentido de la mimesis, y desarrolló conceptos matéricos y táctiles en el modelado de la escultura. Su acelerado ritmo de transformaciones culminó en los dos primeros meses de 1907 y, en toda su desbordante actividad, para él, el diálogo con Gertrude Stein fue crucial.
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