La actriz estadounidense Meryl Streep, galardonada en la categoría de Artes en los Premios Princesa de Asturias 2023, ha pronunciado unas emotivas palabras en el Teatro Campoamor de Oviedo tras recibir su premio. La ganadora de tres Oscar, toda una estrella de Hollywood, ha despertado en los últimos días un interés mediático enorme con su presencia en la capital asturiana y no ha defraudado con su discurso.
La intérprete de 74 años, conocida por películas históricas como 'Los puentes de Madison', 'Memorias de África' o 'La dama de hierro', entre otros títulos destacados, ha querido agradecer todos los elogios recibidos, así como el galardón. Un premio que celebra la trayectoria de más de 40 años de una actriz que comenzó en los teatros de Brodway, que pasó por la televisión y que conquistó la gran pantalla. En cada gesto, da una lección magistral de interpretación.
Este ha sido el discurso de Meryl Streep, icono de la historia del cine, que en la mañana de este viernes ha mostrado gran complicidad con los miembros de la Familia Real. La actriz ha querido destacar la labor de los intérpretes y ha recordado el talento de Federico García Lorca:
"Majestades, altezas reales, distinguidos miembros del jurado del Premio Princesa de Asturias, Fundación, compañeros y galardonados. Señoras y señores, amigos. Estoy muy feliz de estar aquí esta tarde, de figurar entre estos destacados galardonados en esta hermosa sala, donde, si escuchamos, puede que oigamos el eco de las voces de muchos de nuestros héores del siglo XX y de este joven siglo nuestro.
Es difícil hacerme a la idea de que estoy aquí. Una parte de mí sospecha que, como he representado a personas extraordinarias toda mi vida, ahora me toman por una de ellas. Pero estoy realmente agradecida por este reconocimiento al arte de actuar, el trabajo de mi vida, cuya esencia sigue siendo un misterio incluso para mí. ¿Qué es lo que hacen realmente los actores? El intantible don de metamorfosis del actor es lo que hace que sea difícil cuantificarlo o medirlo. ¿Qué importancia tiene para nosotros? ¿Qué valor? Sé por mí misma que cuando veo una actuación que me llama especialmente la atención, puede permanecer dentro de mí durante días, a veces décadas. Cuando siento el dolor o la alegría de otra persona, o me río de sus disparates, siento como si hubiera descubierto algo veraz.
Me siento más viva y conectada. Pero ¿conectada a qué exactamente? A otras personas, a la experiencia de ser otra persona. ¿Cuál es la magia de esta conexión? La empatía es el corazón palpitante del don del actor. Es la corriente que nos conecta a mí y a mi propio pulso con el de un personaje de ficción. Puedo hacer que su corazón se acelere, o calmarlo. Según lo que requiera una escena. Y mi sistema nervioso, conectado por simpatía al suyo, lleva esa corriente hacia usted, que está sentado en su butaca. Y hacia a la mujer sentada a su lado, y a su amiga también. Todos sentimos que nos está pasando al mismo tiempo.
Por supuesto, es más fácil estar conectado emocionalmente con la vida de personas parecidas a nosotros. Pero siempre me he sentido impulsada también a comprender ese otro instinto contraintuitivo que nos lleva a interesarnos por los extraños. Esa capacidad imaginativa que tenemos para seguir las historias de personas ajenas a nuestra tribu, como si fueran nuestras. En mi trabajo me han criticado por alejarme demasiado de mi propia experiencia vivida. Por alejarme demasiado de mi propia verdad e identidad. Todos esos acentos, ¿saben? Hice de hombre en alguna ocasión.
Pero ¿es una impostura querer abrazar el mundo? ¿querer vagar, preguntarse o tratar de ver a través de tantos ojos de distintos colores y experiencias? ¿Quién soy yo, una buena chica de clase media de Nueva Jersey, para atreverme a meterme en la piel de la primera ministra del Reino Unido? ¿o de una superviviente polaca del Holocausto o de la árbitra del buen gusto en el mundo de la moda?. Porque ese no es mi área de experiencia. Un gran artista español, Pablo Picasso, dijo: 'Imitar a los demás es necesario. Imitarse a uno mismo es patético'. Y otra gran artista española, Penelope Cruz dijo: 'No puedes vivir tu vida mirándote a ti misma desde el punto de vista de otra persona'. Persevero, a pesar de los críticos. Porque creo que es el trabajo de un actor, invadir, encarnar vidas que no son como la suya.
Porque la parte más importante de nuestro trabajo es hacer que cada vida sea accesible y sentida por el público. Ya esté sentado en un pequeño teatro de Málaga o por streaming en cualquier parte del mundo. Una regla que se enseña a los actores en las Escuelas de Arte Dramático es que no debes juzgar al personaje que estás interprentando. Juzgar te hace quedar fuera de sus vivencias. El compromiso que adquieres cuando te pones en su lugar es mirar el mundo desde el interior de su cabeza. El público juzgará, tú defiendes su causa lo mejor que puedes.
Cuando nacemos nos identificamos con los demás. Sentimos empatía y una humanidad compartida porosa. Los bebés lloran solo con ver las lágrimas de otra persona. Pero, a medida que crecemos, nos ponemos a reprimir esos sentimientos y a suprimirlos para el resto de nuestras vidas. A suplantarlos a favor de la autoprotección o de una ideología y a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás que no son como nosotros. Y así llegamos a este triste momento de la historia.
En la universidad diseñé el vestuario para una producción de la obra temporal de Lorca: 'La casa de Bernarda Alba'. En ella, una de las hermanas Martirio grita: 'Pero las cosas se repiten, la historia se repite y yo veo que todo es una terrible repetición'. Y Lorca escribió su apasionada obra dos meses antes de su propio asesinato, en vísperas de otro cataclismo. Que pudiera ver desde tan alto, que mirara con tanta distancia los acontecimientos que tanto amenazaban su vida, era extraordinario. Que pudiera expresar a través del martirio una sabiduría que no lo salvaría, pero que sería una advertencia para el futuro es un regalo para nosotros. Actuar en una obra como esta, es prestarle a los muertos una voz que los vivos pueden oír. Es el privilegio de un actor.
El don de la empatía es algo que todos compartimos, la misteriosa capacidad de sentarnos juntos, extraños, en un cine o un teatro a oscuras, y experimentar los sentimientos de personas que no se parecen a nosotros, ni suenan como nosotros. Es una capacidad que todos deberíamos llevar dentro de nosotros al volver a la luz del día. La empatía puede ser una forma radical de acercamiento y diplomacia en otros teatros, en nuestro mundo, cada vez más hostil y volatil. Espero que podamos hacer nuestra otra regla que se enseña a todos los actores: lo importante es escuchar. Gracias por escucharme. Y gracias por este gran honor".