'La maldición del Nobel', la leyenda por la que García Márquez pensó que moriría siete años después de ser premiado
Durante décadas, los grandes escritores temían ser reconocidos con el Nobel de Literatura por una supuesta 'maldición'
Gabriel García Márquez fue el primero en comparar este premio con una especie de condena de la que él logró librarse
"Mi mamá tenía encendida una vela para que no me lo dieran porque piensa que al que se lo dan se muere"
Hubo un tiempo en el que se pensó que detrás del Nobel de Literatura existía una maldición. El encargado de difundirlo (y de probarlo con datos) no fue otro que Gabriel García Márquez que, dos años antes de que le otorgasen la que sigue considerándose la máxima distinción en el ámbito de las letras, calificó el premio de "laurel senil". ¿El motivo? Que muchos de sus predecesores no lograron sobrevivir más de siete años a este galardón.
Veintidós de sus colegas murieron dentro de este plazo antes de que la Academia Sueca, esa a la que 'acusó' de sentenciar a parte de su gremio, se lo concediese a él en 1982. "Sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación" fue la justificación que dio la organización para dárselo. Después de esto, 'Gabo' aguantó con vida 32 años más, desmontando así la teoría que él mismo esparció. Pero no todos corrieron su misma suerte.
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El 8 de octubre de 1980, cuando quedaban días para conocer la identidad del que sería el 75º Nobel de Literatura, García Márquez habló por primera vez de la existencia de un "fantasma" que inquietaba a los grandes escritores de la época. Lo hizo a través de un artículo que publicó El País en el que criticaba la "penitencia injusta" que, según él, ejercía la Academia Sueca contra Jorge Luis Borges, uno de los pocos autores de su generación que desoyeron las oscuras rumorologías para manifestar su "ansiedad anual" por ser el nuevo Nobel.
Fue tal el impacto de su denuncia que un día después, en una segunda columna a la que tituló 'Los grandes que nunca fueron', se explayó todavía más. Tanto que su madre, tras leerla, decidió encender una vela para que no se lo diesen nunca.
La sucesión de muerte que alimentó la leyenda
En este artículo, el autor de 'Cien años de soledad' hablaba del caso de Erik Axel Karlfeldt, que murió pocos meses antes de ganarlo. También del de John Galsworthy, Władysław Reymont, Giosuè Carducci o Theodoro Mominsen, que apenas llegaron a disfrutarlo meses. O del de John Steinbeck, Bjornstjierne Bjiornson, Sully Proudhomme, Shmuel Y. Agnon, Nelly Sachs, Paul Heyse, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Luigi Pirandello y André Gide, que aunque duraron algo más con vida tampoco alcanzaron el fatídico número siete.
La edad promedio a que se adjudica el premio es de 64 años, de modo que es una probabilidad estadística que los premiados mueran dentro de los siete años siguientes
Esta sucesión de muertes provocó tal "terror metafísico" entre sus compañeros que pocos, excepto Borges, se atrevieron a verbalizar su deseo de recibir este reconocimiento. Es cierto que, como expresó Gabriel García Márquez en su tesis, se podía encontrar una explicación lógica a esta cadena de desenlaces. "La edad promedio a que se adjudica el premio es de 64 años, de modo que es una probabilidad estadística que los premiados mueran dentro de los siete años siguientes", asumió. Pero la excepción de Albert Camus, que murió en un accidente de tráfico con apenas 46 años, dos años después de tener el Nobel, seguía alimentando la superstición.
A esto hay que sumarle el miedo a que este galardón implicase la muerte literaria en su receptor (o lo que es lo mismo: que jamás volviese a escribir una obra que supere a las anteriores). También el cuestionado criterio de la Academia Sueca, de la que 'Gabo' dijo que "se equivoca mucho, por supuesto", no reconociendo a históricos literatos de la talla de Tolstoi, James, Proust, Joyce, Kafka o el propio Borges, que murió de un enfisema pulmonar y no de la "maldición" de ese Nobel que nunca se le concedió.
'Gabo' se quedó con las ganas de verle premiado. Algo que, para desgracia de su madre, que creía fervientemente en esta leyenda, sí sucedió con él. Consciente de que era el principal responsable de haberle incrustado este temor, García Márquez la tranquilizó asegurándole que había "conjurado esta maldición con una rosa amarilla", el color de la suerte del escritor. Una estrategia que parece que funcionó, ya que no solo no se murió hasta tres décadas después: también publicó otra de sus mejores novelas, 'El amor en los tiempos del cólera', y 'logró' que, salvo en contadas ocasiones, los Nobel de Literatura que vinieron después de él sobrepasasen con holgura la barrera de los siete años.