Se suele decir que la música es un arte abstracto, pero quizá la definición sea errónea: la música puede ser el recuerdo infantil de una imponente montaña, o la misteriosa portada de un vinilo o el vídeo de un histriónico director de orquesta en plena faena.
Eso es lo que viene a contarnos el ensayista y crítico musical Stefano Russomanno en su reciente libro ‘La musa al oído’, editado por Fórcola y que lleva el clarificador subtítulo de ‘Músicas y músicos que cambiaron mi vida’.
Esta obra es más que un ensayo biográfico. Es un canto a la música clásica. Una de forma de entenderla que tiene que ver con la identidad de cada uno de nosotros. Ya en la cita que abre el libro nos advierte el maestro zen Shunryu Suzuki: “Cuando algo os impresiona, ese algo es vosotros mismos”.
¿Y quién no ha tenido alguna vez la sensación de una comunión perfecta con lo que ama? Contaba Gustav Mahler que cuando componía o escuchaba música lo tenía todo clarísimo, pero que cuando el sonido cesaba era un mar de dudas.
Russomanno explica que la música -hija de las Musas- quizá no sea más que memoria o acumulación de recuerdos. Puede que nuestro pasado no sea más que música. Igual que los pitagóricos creían en la armonía de las estrellas, quizá exista una esencia musical en cada uno de nosotros.
En el caso del autor, sus recuerdos musicales pasan por las tiendas de discos en Ferrara, las llamativas portadas de sus primeros vinilos de Deutsche Grammophon y un serial sobre la vida de Verdi que emitía la tele italiana en los 80.
Todos tenemos nuestra biografía musical, pero esta se desboca en el caso del melómano. La música despertó en Russomanno arcanos sobre los que no ha parado de indagar. Tras estudiar Musicología se hizo investigador y crítico musical. En España fue durante dos décadas el responsable musical del ABC Cultural y desde hace poco es redactor jefe de Scherzo (tras la muerte del admirado Eduardo Torrico).
Con su oreja privilegiada, Russomanno nos revela por qué Herbert von Karajan es preciosista, por qué sufría tanto Carlos Kleiber, por qué Giuseppe Verdi es un “músico genital”, qué diferencia a Ricardo Muti de Claudio Abbado, a Maurizio Pollini de Ivo Pogorelich, qué ocultan los silencios de la flauta japonesa y por qué se estremeció al escuchar por primera vez al violinista soviético David Oistrach.
Una advertencia: es un libro que se interrumpe a cada paso. Obliga al lector a escuchar lo que lee en su discoteca o dispositivo móvil. Pero el esfuerzo vale la pena. A la larga los descubrimientos musicales formarán parte de nuestros recuerdos. Ya no serán materia abstracta, sino parte de nuestra vida.
Para Russomanno, la música es como las montañas de su infancia. Algo que se levanta, le rodea y le protege.