Jorge Comensal, escritor mexicano: "La novela creada por inteligencia artificial no podrá responder a nuestras inquietudes"
La última novela del autor mexicano, 'Este vacío que hierve', aborda temas como la crisis ambiental, la soledad o los conflictos familiares
En una entrevista con NIUS, Comensal habla sobre México, su obra y los grandes desafíos de la sociedad actual
Un gran incendio, ante el que no hay agua suficiente para apagarlo, es el arranque de una historia que plantea una distopía en nuestro mundo
Fue buscando la tumba de un familiar que nadie había visitado en décadas, cuando -bajo los rayos de sol, rodeado de hojarasca, madera astillada y ataúdes desechados- la idea de su última obra comenzó a germinar en la mente del escritor Jorge Comensal (Ciudad de México, 1987). De visita en España, comenta a NIUS que tiene curiosidad por conocer el madrileño cementerio de La Almudena; no en vano Este vacío que hierve (Ed. Alfaguara) se desarrolla en parte en el camposanto más grande de México, el Panteón Dolores, un microcosmos que refleja los grandes contrastes del país.
Tras el éxito de su primera novela, Los comensales, el autor mexicano deslumbra con una historia en la que, en torno a un secreto, se teje una trama que aborda temas candentes: la preocupación por el cambio climático, la soledad, las adicciones, las relaciones entre padres e hijos, el activismo social o los vínculos de los humanos con el resto de especies que habitan el planeta.
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Esta novela sobre vacíos cósmicos y personales aborda temas incómodos con tono tragicómico. Porque, como explica su autor, "a pesar de las catástrofes hay motivos para la risa, la sorpresa y, sobre todo, para la maravilla". Un mensaje que se convierte en toda una declaración de intenciones: "Estamos tan poco tiempo en este mundo, y somos tan pequeños, que conocerlo y disfrutarlo me parece lo menos que podemos hacer".
Pregunta. La novela se desarrolla en su mayor parte en 2030, partimos de un gran incendio y es un escenario inquietante, ¿el futuro apocalíptico está a la vuelta de la esquina?
Respuesta. Quería plantear esta historia en un mundo parecido al nuestro con elementos catastróficos, como la posibilidad de que un bosque urbano inmenso se incendie y no haya agua suficiente para apagar el fuego. Esa carestía de agua es una realidad ya en México y también aquí. Quería escribir una historia de nuestro mundo; una distopía no donde ya hubiera acabado el mundo, sino en el mundo en el que estamos.
P. "Escocia ahorita parece Acapulco", leemos en la novela. En España, esta primavera hemos vivido temperaturas propias del mes de agosto. ¿Las peores predicciones se están cumpliendo?
R. Si se tratara de hablar de tiempos de predicciones, muchas cosas se han adelantado. En Francia, el año pasado hubo que evacuar un zoológico porque un incendio forestal puso en peligro a todos los animales. En mi historia, por desgracia, no hubo tiempo ni logística para poder evacuar el zoológico antes de que las llamas lo alcanzaran.
Muchas de las peores predicciones sobre la crisis climática se han adelantado
P. En su libro la esperanza parece encarnarla una joven activista con gran conciencia social.
R. Yo tengo mucha esperanza en las conciencias que reconocen en otras especies animales, en la biosfera, formas de vida que merecen respeto, dignidad y, sobre todo, fascinación y asombro. Creo que tenemos que vincularnos no a través de un interés pragmático, o una posición ética racional sobre los derechos de los animales y qué responsabilidades tenemos en función de nuestro propio interés simplemente como recursos, sino más bien sentirnos fascinados y acompañados en un mundo habitado por muchas otras especies. Para mí el problema que esta novela explora es la soledad, el aislamiento interior de cada uno de los personajes en un mundo trastornado.
P. Habla también de las carencias emocionales, de los secretos familiares.
R. La semilla de la novela es la relación con los ausentes, con nuestros muertos; y el cómo no conocerlos nos puede impedir relacionarnos con nosotros mismos y, por tanto, conocernos. Eso es lo que le pasa a Karina (uno de los personajes) y, debido a las circunstancias de ese incendio y a todo lo que desencadena, su abuela le da la pista que le permite descubrir la verdad sobre sus padres.
P. Sobre ese gran cementerio en México se dice que es el más grande de Latinoamérica...
R. Aunque se lo disputan (risas). Los brasileños dicen que es uno suyo, Perú también…
P. Se convierte en escenario de contrastes, desigualdades, sobornos, narcomenudeo, lucha por la supervivencia… ¿Es ese cementerio un microcosmos de la realidad mexicana?
R. Una suerte de compendio de la realidad mexicana, sí. En el bosque urbano de Chapultetec están concentrados elementos importantes para la identidad del país, como la mayoría de los museos nacionales o el zoológico, donde hay especies emblemáticas. El cementerio -el Panteón Dolores- está ahí; con la Rotonda de las Personas Ilustres (un monumento funerario que el Estado dedica a personas eminentes) y, también, la fosa común de la Ciudad de México, donde son inhumados aquellos que no tienen un nombre y cuya identidad se desconoce. En medio de esos dos polos de la desigualdad, cabe toda la realidad y la historia moderna de México. Y también se puede explorar caminando por las calles de ese cementerio. Ese espacio cargado de símbolos está muy expuesto a la desecación, a los incendios forestales, como muchas otras partes del mundo.
Entre los dos polos de la desigualdad que se ve en el cementerio, cabe toda la realidad y la historia moderna de México
P. El personaje de Karina adopta en ocasiones otra personalidad. ¿Necesitamos a veces convertirnos en otros para ser nosotros mismos?
R. Para poder hacer cosas que no se atrevería, ella adopta otra personalidad y eso da pie a una reflexión sobre la identidad, sobre quiénes podemos ser cuando cambiamos de nombre y cómo los nombres también nos determinan. La historia de su nombre es un punto de contacto con su madre, que la quería bautizar Shakira; pero como su familia paterna se opuso, usó una suerte de acrónimo para que secretamente estuvieran ahí una parte de las letras del nombre de Shakira.
P. Karina interpreta el mundo a través de la ciencia. En ese sentido, ¿cuánto hay del autor en ella?
R. Ella vive con plenitud la vida de las ideas porque en la vida de los afectos tiene enormes carencias y dificultades. Y a mí me permitió volcar en su búsqueda científica preguntas y fascinaciones que tengo por la ciencia, por la cosmología en particular. La ambición principal de Karina es desarrollar una teoría cuántica de la gravedad. Para explicar esos grandes misterios de la magnitud del universo, al reflexionar sobre sobre ese vacío cósmico espacial, ella se está evadiendo del vacío que hierve dentro de sí misma y que es la ausencia de los padres.
P. En la novela convive esa visión científica con apariciones fantasmales. ¿Fue difícil ensamblar esos dos mundos?
R. Sí, sobre todo porque yo no quería imponer de manera totalitaria la cosmovisión de uno de los personajes a todos ellos. Hay quienes creen en los fantasmas y quienes no creen. La ciudad se puebla de fantasmas después del incendio, pero hay personajes que son sumamente escépticos y no creen en esas presencias fantasmales hasta que ciertas circunstancias les hacen confrontarse con ellas.
P. Se refleja también el desamparo de una nieta encargada de su abuela. ¿Es la relación con nuestros mayores una de nuestras cuentas pendientes como sociedad?
R. Sí, yo creo que esa brecha generacional (sobre todo, la precariedad implícita en la falta de comunidades solidarias que permitan que el cuidado de los mayores no recaiga exclusivamente en su familia nuclear) es una cuenta muy pendiente en México. Aquí (en España) me parece que existe una red pública de apoyo social más grande, que funciona mejor, pero que de todos modos está en crisis porque con el pago de las pensiones y la crisis del Estado de bienestar no se sabe cómo se va a resolver en el futuro.
Faltan comunidades solidarias que permitan que el cuidado de nuestros mayores no recaiga exclusivamente en la familia nuclear
P. Aborda también las adicciones: "El alcohólico se envenena porque no puede estar consigo mismo". El que sea una droga socialmente aceptada, ¿la convierte en más peligrosa?
R. No solamente es socialmente aceptada, sino uno de los pilares de la socialización; el lubricante por excelencia de la socialización, con una profundidad histórica y cultural vastísima. El alcohol es muy importante en nuestras culturas, pero no es la causa de la adicción. La droga misma nunca lo es. La causa de la adicción está por dentro. La dependencia de ciertas sustancias es solo uno de los muchos síntomas de algún conflicto interior muy profundo. Para Karina el alcoholismo de su abuela es simplemente un rasgo inexplicable; a partir de la revelación del secreto adquiere otra dimensión y da pie a una reconciliación para entender al otro, incluso cuando como familiares padecemos de manera tan cruda los efectos de las adicciones. Poder entenderlos es dar pie a la reconciliación y también, muchas veces, al corte de las dinámicas destructivas, lo que llaman codependencia.
El alcoholismo y otras adicciones son síntoma de algún conflicto interior profundo
P. Refleja también la compleja relación entre un padre y una hija.
R. Él se acerca a ella no desde la autoridad, sino desde la culpa, la vergüenza... y eso permite que no menosprecie sus posturas radicales de adolescente. Nos pasa mucho hoy en día que ante actos de protesta, como echarle salsa de tomate a una pintura de Van Gogh, las generaciones mayores lo vemos con incomprensión y censura. Yo lo veo como actos desesperados de una juventud que no sabe cómo llamar la atención. No sabemos comunicarnos unas generaciones con otras; y eso se ve cuando hay un acto desesperado como ese que es absurdo. ¿Qué tiene que ver la pintura con la explotación de combustibles fósiles? No tiene nada que ver. Pues en ese absurdo está el cortocircuito entre generaciones. Y ese padre y esa hija intentan que vuelva a fluir la corriente. Si hubiera una reacción proporcional al desafío que estamos viviendo, por parte de las autoridades y de la sociedad en general, tal vez no habría ese tipo de actos tan desesperados.
Si hubiera una reacción proporcional al desafío (ambiental) que estamos viviendo, quizá no habría actos de protesta tan desesperados
P. Toca temas incómodos con tono tragicómico, ¿es algo premeditado?
R. Creo que es inherente a mi acercamiento al mundo y cómo lo trato de retratar a través de la novela, donde importan tanto los claros como los oscuros. Creo que saber de reconocer esos espacios de luz, de levedad, de humor incluso, de absurdo risible que hay en la vida todo el tiempo, nos puede dar ánimos para seguir protestando... para seguir también queriendo a los demás. Nos da la posibilidad de reírnos de nosotros mismos. Me parece algo extremadamente saludable. A pesar de las catástrofes hay motivos para la risa, la sorpresa y, sobre todo, para la maravilla. Estamos tan poco tiempo en este mundo, y somos tan pequeños, que conocerlo y disfrutarlo me parece lo menos que podemos hacer.
P. En su libro aparecen clones de osos o robots que vigilan cementerios, ¿le preocupa que la inteligencia artificial ChatGPT pueda escribir novelas?
R. Yo no dudo de que se podrá, ya se puede generar textos automáticos narrativos. La pregunta es si esos textos van a cumplir el destino esencial de la literatura, que es unirnos, vincularnos unos a otros. Yo creo que no van a satisfacer esa función. Aunque existan y sean posibles, sus características no responderían a nuestras verdaderas inquietudes. Creo que les faltará siempre el elemento de creatividad que hace que el arte se renueve. Pero sí creo que el desafío es inmenso. Sobre todo por cómo se utilicen en el ámbito de la bioingeniería, por ejemplo; o sea, cómo se podrán diseñar genomas nuevos con usos de inteligencia artificial, organismos transgénicos que no nos imaginamos.
P. En su novela, en una lápida se lee el apellido Buendía. ¿Es un guiño a 'Cien Años de Soledad' de Gabriel García Márquez?
R. Sí, a estas estirpes que quedan enterradas. El mundo de esa novela es un mundo que se está acabando y donde la estirpe tenía un importancia crucial en la identidad propia. La familia es el personaje de Cien años de soledad, una familia sola condenada a la soledad, pero como familia. Ahora estamos en una época donde distintas cosas nos condenan a cien años de soledad sobre la tierra; pero como individuos, no como estirpes.
El mundo será de los que sí se adapten. Necesitamos hacer algo por las otras generaciones
P. ¿Cuánto durará la protesta?, pregunta un personaje. "Hasta que el mundo entienda", recibe como respuesta. ¿Entenderemos?
R. Si no nosotros, otros. Si no entendemos, el mundo será de otros simplemente; de los que sí se adapten. La pregunta es si simpatizamos con esas personas para tener una buena relación con ellas. Creo que, para que nos recuerden con cariño cuando no estemos, necesitamos haber hecho algo por esas generaciones también. Para que nos traten bien en su memoria tendríamos que actuar distinto.
P. Pero frente a ese activismo hay también un movimiento reactivo cada vez más radical.
R. Claro, y también muchas veces alimentado desde intereses ideológicos muy concretos. De este choque irreconciliable yo espero que surja una síntesis. A eso le dedico mucho trabajo intelectual porque veo que estamos en un impasse donde se rompió la posibilidad de comunicarse entre esas posturas antagónicas. Aunque hoy en día casi no se utiliza el negacionismo como estrategia contra el activismo; ya no se suele decir que no existe el cambio climático. Se hizo mucho, pero cada vez menos.
P. Pero ahí tiene, por ejemplo, a Donald Trump y puede regresar...
R. Claro, claro, pero ahora el discurso cambió hacia otros lugares donde ya no implica nada más negar que eso está pasando, porque es innegable. Hay evidencias muy patentes. Se pueden minimizar sus efectos, menospreciarlos... Es un camino muy difícil, pero hay que hacerlo. Y para que no nos sintamos derrotados, también hay que tratar de reírnos un poco en el camino. Sobre el presente podemos ser felices mientras seguimos luchando por un futuro que no conocemos.