Elvira Mínguez: “En los pueblos continúa dándose un marco de violencia, abusos y silencio"
‘La sombra de la tierra’ es el debut literario de Elvira Mínguez
Su libro es la historia de dos mujeres egoístas y manipuladoras, enfrentadas por el poder en un pequeño pueblo de Zamora en 1896
Elvira Mínguez forma parte también del elenco de la serie de Telecinco, ‘Desaparecidos’
La actriz de ‘Desaparecidos’ debuta en el mundo de la literatura con la novela ‘La sombra de la tierra’, en la que recrea una historia rural llena de violencia y abusos en torno a la lucha de poder con consecuencias impredecibles. Elvira se muestra como una poderosa narradora, profundizando en unos personajes sumamente oscuros, llenos de detalles y maldad. Un recorrido por el horror familiar donde se imponen el silencio y la venganza en un pulso literario, en el que profundizamos con la propia autora.
‘La sombra de la tierra’ tiene mucho de horror rural, ¿cuál era la idea?
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Pues mira, a medida que escribía el libro tuve la sensación de que lo que estaba haciendo era un western, y eso me sorprendió bastante, porque no tenía tan claro que esas fueran mis referencias, y sí más de la literatura americana de los años 30. Sí que es verdad que esas novelas tienen una parte de horror, de una realidad que es espantosa y que está ahí, que puede estar localizada en 1896 como se cuenta en el libro, pero que por desgracia son realidades ocultas que están en la sombra de la sociedad y siguen existiendo hoy en día.
Más de cien años después, ¿esta historia sigue teniendo cabida?
Sí, creo que en los pueblos continúa dándose un marco de violencia, abusos y silencio, pero también en las grandes ciudades. Hace tres años pasamos una pandemia y el horror sufrido en muchas casas estuvo ahí y lo sabemos, por desgracia, hoy en día la salud mental en los adolescentes es un problema gravísimo y todo eso forma parte de la sombra de la sociedad, lo que metemos debajo de la alfombra para que no se vea.
Hace tres años pasamos una pandemia y el horror sufrido en muchas casas estuvo ahí
El germen de esta historia ¿viene de hace muchos años?
Sí, del año 2006 cuando estuve yendo a un taller de literatura de Clara Obligado. Había encontrado hacía un tiempo una foto de una bisabuela que es Atilana, no la que encontramos en la novela, pero sí el nombre, con un rostro muy duro, dando sensación de profunda infelicidad. Aquella mujer se suicidó tirándose a un pozo de forma que cuando la sacaran no se le vieran las enaguas, había detalles que me parecía que constituían un gran personaje. Eso lo tuve rondando en ese momento, escribiendo cuatro fragmentos, pero quedándose ahí. Me animaban a seguir, pero entre el trabajo y demás cosas lo dejé, aunque seguía escribiendo en relación a los personajes que voy interpretando porque así creo un marco de improvisación y situaciones. De vez en cuando iba metiendo algunas cosas en la carpeta de las “mujeres” como lo llamaba yo.
Ese fue el germen, y antes de la pandemia me ofrecieron dirigir una película, me puse con el guion que se terminó, pero al final no hice la dirección, aunque sirvió para coger el hábito de la escritura y me sorprendió, porque no tenía costumbre de levantarme pronto y ponerme a trabajar en ello, con lo que aproveché esa dinámica para ir reuniendo cosas y ver por dónde tiraba todo.
Antes de la pandemia me ofrecieron dirigir una película, me puse con el guion que se terminó, pero al final no hice la dirección
Fijar la historia en Villaveza del Agua, un pueblo de Zamora, ¿es por algo en concreto?
Porque Atilana y la familia de mi madre eran de allí. En un principio me gustaba mucho la idea de ubicarlo en México, porque encontré por casualidad un lugar llamado Valle Ojos Negros. Yo quería un sitio con un campamento de hombres para dar la vuelta a todo eso, porque las características de las mujeres enfrentadas en la novela, Atilana y Garibalda, normalmente las asociamos a personajes masculinos, y me gustaba darle ese giro donde los hombres fueran los que ayudaran. Pensé en un grupo de personajes que estuvieran allí, desarraigados, y en México de forma casual me encontré con este valle, pero a su vez vi que era muy difícil de documentar y me llevé la historia a Zamora, ya que conocía la zona y era más sencillo.
Dentro de un mal núcleo familiar, ¿los hijos acaban siendo los verdaderos perjudicados de nuestros actos?
Siempre, y eso es lo que forma parte de esa sombra de la que hablamos. Hay una verdad inapelable y es que los hijos necesitan a los padres para sobrevivir. De pequeños nos necesitan, nos quieren porque estamos así diseñados, pero los padres pueden no querer a sus hijos, y de alguna manera en esta novela quería poner el foco en ello, porque también estoy cansada de escuchar que los padres siempre quieren a sus hijos, el “yo por mi hija mato” y todas estas cosas. Pienso en lo que ocurre si eso no es así, porque se ve cada día que no siempre pasa y hay que preguntarse qué es lo que sucede con aquellos niños que no tienen eso.
En un principio pensé que la novela podría llamarse “Las consecuencias”, porque me gustaba que la muerte del marido de Atilana, “El putero”, fuera el detonante de todo lo que está ahí callado, ese magma que flota y acaba estallando, que todo lo que sucede fueran las consecuencias de los hechos ocurridos en el pasado.
Los padres pueden no querer a sus hijos, y de alguna manera en esta novela quería poner el foco en ello
La maldad, ¿se nace con ella o es lo que te rodea lo que te lleva a ello?
Creo que ambas cosas. Hablando con una amiga psicóloga infantil le pregunté: “¿hay niños que con cuatro años pueden ser unos capullos?”, y me decía: “sí, los hay”. Me parece que el mal es algo muy atractivo, y que tenemos una relación muy particular. Los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Con el mal tenemos una relación de cercanía en la que queremos mostrar que nosotros no somos así, que nos diferenciamos de los que lo provocan, pero al mismo tiempo me da la sensación de que de una forma inconsciente, en un momento determinado, podemos llegar a ser cualquier cosa.
Yo quería que el lector juzgara cómo son Garibalda y Atilana y que ellas mismas ni se lo plantearan, son como son y ya está. ¿Son resultado de las circunstancias? Claro, todos los somos porque todos somos en relación con otros o en la ‘no relación’, consecuencia de todo lo que nos rodea, de la educación, de la cuestión sociocultural, pero creo que también hay una base, porque ante determinadas situaciones no todos reaccionamos de la misma manera.
La mujer, ¿crees que ha conseguido un mejor posicionamiento en las artes y la cultura o sigue teniendo dificultades?
Sigue habiendo trabas. Es verdad que todo es relativo, porque si lo comparamos a hace menos de cien años, cuando una mujer no podía abrir una cuenta bancaria o tenía que pedir permiso a su marido para trabajar y este tipo de cosas. Es indudable que se ha avanzado como sociedad, pero todavía queda muchísimo por hacer y se dan impedimentos. Yo tengo la sensación de que esto no se soluciona porque realmente es ir en contra de un sistema que está así establecido y que está creado de esa manera desde la prehistoria. Me parece que queda mucho por andar y tengo dudas sobre su solución, porque parece que damos tres benditos pasos adelante y cinco malditos pasos hacia atrás.
¿Ha sido muy diferente escribir un libro a trabajar con un guion?
Para mí sí, he sentido muchísima más libertad. Cuando estás preparando un guion es una historia de otra persona, bien sea un director o un guionista, y cuando llega a nosotros tenemos unas pautas sobre las que tenemos que trabajar. En este caso no, el escritor hace lo que le da la gana con sus personajes. Yo reconozco que me he divertido mucho escribiendo la novela, ha habido momentos en los que he reído mucho, someter a los personajes a pruebas de estrés enormes como a los bancos me divertía. He buscado meter a dichos personajes en situaciones complicadas, pero todo con veracidad y coherencia para que avanzaran de forma clara; toda esa libertad no la tienes interpretando un guion ni de lejos.
Como madre, ¿se tiene miedo a que los hijos acaben haciendo mal a otros?
Absolutamente. Mi hijo es un adolescente y te aseguro que tengo ese miedo, hasta qué punto me puedo equivocar en la educación que le estoy dando, es algo difícil porque en esta etapa de la adolescencia estoy viendo que no solo es la del niño. Los seres humanos vivimos dos adolescencias, la propia y la de los hijos, y hay una generación de por medio que ha cambiado todo, las cosas no son como antes, los parámetros son diferentes, lo que se solucionaba de una manera ahora no… por supuesto que hay miedos, te preocupa el qué hace, dónde va, los amigos de los que se rodea, es un miedo que tenemos todos los padres.
¿Estamos más expuestos al odio con las redes sociales?
He de reconocerte que no soy muy amiga de ellas. Las utilizo y las utilizo mal, pero de entrada me interesan poco, aunque me he dado cuenta de que teniendo un hijo de esta edad no puedes darles la espalda. Con la tecnología tengo sensación de que avanza mucho más rápido que nosotros, queremos llegar y cuando llegamos ya se ha ido doscientos pueblos por delante, siempre vamos con la lengua detrás, creo que no estamos los suficientemente preparados para acompañar o guiar a nuestros hijos en esta tecnología.
Las redes sociales son algo absolutamente nuevo, me acuerdo de que trabajando una vez en Argentina era la primera vez que veía a gente hablando por la calle con un teléfono, porque en España todavía no habían llegado, sin embargo, en muy pocos años todo ha cambiado muchísimo y afecta a todo, la valoración que tienen de sí mismos ahora depende de una valoración externa sujeta a un like. Creo que todo eso está incidiendo en las relaciones y en la salud mental.
No soy amiga de las redes sociales. Las utilizo y las utilizo mal, pero de entrada me interesan poco
La mujer de más de cuarenta, ¿sigue siendo un poco invisible en el mundo del cine o eso ha cambiado?
No ha cambiado, sigue exactamente igual. Es lo que te decía antes, veo muy difícil que cambie, parece que sigue sin interesar la vida de una mujer más allá de 45 años, está muy relacionado con la cuestión sexual, la menopausia y con el culto a la juventud, hay posturas incluso
filosóficas, la platónica y aristotélica. Platón daba cabida a la ancianidad como valoración de la experiencia, y Aristóteles no, y parece que eso se va alternando de una manera u otra, parece reincidir en el culto a lo juvenil y que la gente quiere parecer más joven ahora, se separa los dientes para aparentar ser más niños… es una chaladura. Las mujeres sin duda lo tenemos mucho más complicado, y más viviendo en una sociedad machista, donde somos también partícipes y jugamos a veces a ese juego sin darnos cuenta, es algo terrible.
Ahora que Telecinco está emitiendo la nueva temporada de la serie ‘Desaparecidos’, ¿qué tal la experiencia de trabajo?
Muy buena, siendo además mi primera serie de varias temporadas que he hecho te puedo decir que es cierto que al final el equipo se convierte en una especie de familia y se les echa de menos. Ha sido una gran experiencia, la relación de después ha sido buenísima, y la serie ha funcionado muy bien tanto antes como ahora, y la gente me pregunta si habrá cuarta temporada.
De Desaparecidos, la gente me pregunta si habrá cuarta temporada
¿Tendremos segunda novela?
Sí, porque me he dado cuenta de que me gusta mucho escribir, es otra manera de contar historias, y tiene cierta lógica que nos pongamos con otro formato o soporte para contar las cosas, pero ante todo por esa libertad que se tiene y que te decía, así que estoy dándole vueltas para ver por dónde le hinco el diente. Hablando con Dolores Redondo me dijo que me documentara sobre las cosas que me interesan porque me darían por dónde tirar, y en esto estoy, siguiendo los consejos de una maestra.
Para cerrar, ¿verías “La sombra de la tierra” como una película?
Absolutamente, hay “novios” aunque todavía no se han puesto de rodillas con el anillo de compromiso, pero los hay, y a ver por dónde tira, porque la condición que he pedido es que lo dirija yo, porque me apetece mucho, creo que estoy más preparada para eso. Los personajes de esta historia son realmente complicados y creo que los actores o actrices que lo hagan necesitan que haya alguien todo el tiempo detrás, que en momentos determinados se les pueda sacar del barro al que deben entrar para hacer estos personajes, es algo que quiero hacer.