Fue en 2019 cuando a Beatriz Cepeda y a Enrique Aparicio (más conocidos como Perra de Satán y Esnórquel) se les ocurrió crear el podcast '¿Puedo hablar!', un espacio en el que tratarían con diferentes invitados temas relacionados con la salud mental y los complejos. Siete episodios que salieron a la vez un 31 de julio, “al estilo Netflix, para que se escuchasen seguidos”, cuenta Beatriz Cepeda.
Casi cuatro años después, el podcast es escuchado por miles de oyentes, han recorrido (casi) toda España con un show especial que realizan en directo y han entrevistado a escritores, políticas, actores, humoristas y un sinfín de invitadas más de todo pelaje. Ahora, han publicado el libro '¿Puedo hablar de mi salud mental!', donde cuentan su experiencia para que las personas que necesiten ayuda se den cuenta de la importancia de pedirla cuanto antes. En 'Yasss' hemos hablado con ellas.
Pregunta: Con el libro buscáis que las personas no tengan miedo a pedir ayuda psicológica. Que, como dice Enrique, no esperen una revelación. ¿En qué momento creéis que es necesario ir a terapia?
Bea: Ahora que tenemos experiencia y sabemos cómo va, no puedo decir otra cosa que “vete a terapia cuanto antes, no lo dejes pasar”. Pero lo cierto es que yo misma tardé años en comenzar un proceso de terapia psicológica. El momento en el que HAY que ir a terapia es cuando el malestar te impide hacer vida normal. Ya sea porque no duermes bien, porque sientes que todo el mundo te odia o que vales menos, porque una ruptura amorosa no te permite avanzar… Nuestra sociedad normaliza muchas conductas que son o pueden ser sintomáticas de un trastorno o una enfermedad de salud mental, por lo que es difícil darse cuenta.
Enrique: Muchas personas detectan que necesitan ayuda, pero pasa muchísimo tiempo hasta que acuden. Es un tiempo perdido, la verdad, porque un trastorno o dolencia, aunque sea leve, casi nunca se va a curar por sí mismo. Podrás llevarlo mejor, podrás adaptarte a vivir con él, pero tarde o temprano se va a hacer irrespirable. No hay que esperar a que la casa se hunda para hacer las reformas que necesite, y no tendríamos que esperar a tocar fondo para ir a terapia.
P: ¿Por qué está tan estigmatizado pedir ayuda psicológica?
Bea: La cosa está cambiando, pero todavía perviven en nuestra cultura ciertos valores que tienen mucho peso, como el de si quieres, puedes. Eso, aplicado a “estoy pasando una mala racha”, significaría que ni siquiera te paras a pensar en que podrías estar entrando en una depresión y echas sobre tus hombros el peso de curarte o animarte solo, o refugiarte en otras actividades que te permitan evadirte de tu malestar, como el gimnasio o salir de fiesta.
Por otro lado, la manera en la que se ha tratado a los enfermos de salud mental hasta hace apenas unos años también creaba un impacto en la sociedad. La imagen estereotípica del paciente de un centro de salud mental solía ser muy negativa, y en la ficción aún lo sigue siendo, por lo que nadie quiere identificarse con alguien así, con un loco, y se resiste a pedir ayuda.
Enrique: Muchas personas se resisten a ser “alguien que va al psicólogo” porque entienden que eso los va a definir para siempre. Yo acabo de empezar con mi tercera terapeuta, y creo que no será la última. Voy consultando los profesionales que necesito, y supongo que mi cabeza va a necesitar acompañamiento toda la vida. Esta idea hay veces que me desanima, me entristece o me enfada, pero ¿no debería ser estar bien mi prioridad? ¿Aquello a lo que le dedico más ahínco? Todos deberíamos tener la capacidad de ponernos por delante en los cuidados propios. Y hacer terapia debería ser algo de lo más común, que comentáramos sin mayor problema.
P: También explicáis esto que dices: que es un proceso largo y que hay que trabajarlo mucho.
Enrique: No hay que romantizar el ir a terapia, ni banalizar los trastornos. Aceptar y convivir con los trastornos mentales es de las cosas más difíciles que vamos a hacer, pero es la única manera de vivir mejor.
P: Porque huir tampoco es una solución. En vuestra vida habéis cambiado mucho de lugar, con la esperanza de que eso ayudara, pero visteis que no, que los problemas seguían ahí.
Enrique: Cariño, puedes huir todo lo que quieras de tus problemas, pero te van a seguir. Cambiar de escenario no cambia el ecosistema de tu mente, eso solo lo hace la terapia y el trabajo interior.
P: Esto lo demostráis muy bien cuando adelgazasteis. Ni consiguiendo “ese cuerpo que queríais” superasteis el problema.
Enrique: Porque nuestro problema no era nuestro cuerpo, era la imagen y percepción que teníamos de él. Puede que adelgazar te facilite la interacción con los demás, pero si no trabajas tu mente, si te sigues odiando a ti mismo, da igual pesar 120 kilos o 70.
P: En el libro habláis de vuestra ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, de cuerpos no normativos y del suicidio sin tabús. ¿Creéis que es necesario derribarlos del todo?
Bea: Claro. Los tabúes solo sirven para poner las cosas más difíciles a la mayoría en beneficio de unos pocos. Por lo tanto, hay que derribar tabúes en beneficio de la mayoría.
P: Después de ir a terapia y de haberlo analizado, habéis podido comprobar que muchos de los problemas venían porque sentíais que no encajabais. Pero la culpa la tiene la sociedad y el sistema.
Enrique: Si yo fuera heterosexual y delgado y hubiera nacido en el barrio de Salamanca de Madrid, no te digo que no hubiera tenido problemas en la vida, pero serían distintos. Ser maricón, gordo, de familia humilde y de pueblo me colocaba fuera de la norma en varios sentidos (en otros también tengo privilegios, por supuesto), y eso es un reto para la salud mental. Yo no he tenido depresión por ser marica, he tenido depresión por vivir en un mundo homófobo; no me he odiado a mí mismo automáticamente por ser gordo, me he odiado porque el mundo me ha enseñado que los cuerpos gordos no valen.
P: Ahora, y aunque todavía no os habéis librado de muchos pensamientos, sí que podéis decir que más o menos lo habéis superado. Y una de las claves, aparte de la terapia, ha sido el humor. ¿Por qué?
Bea: ¿A quién no le gusta el humor? ¿A quién no le gusta reírse? Todo el mundo usa y consume humor, aunque cada uno tiene unos gustos diferentes, pero todo el mundo recurre al humor. La risa es una respuesta biológica e involuntaria a un estímulo, y tiene una función muy importante a la hora de regularnos, como el llanto. Necesitamos reírnos, ya sea de un vídeo divertido que hemos visto en TikTok, de una conversación absurda que hemos tenido con una amiga o de un chiste creado por un cómico.
En nuestro caso, Enrique y yo coincidimos en que nos hemos reído de nosotras mismas. Como nos sentíamos risibles, por gordas en el caso de ambas y por maricón en el caso de Enrique, aprendimos a adelantarnos a los chistes de los demás haciendo chistes sobre nosotras mismas, y también haciendo reír, en general, como forma de caer bien a los demás. El humor y hacer reír fue una herramienta para sobrevivir, y ahora, fíjate tú, también es parte de nuestro trabajo, lo cual es muy satisfactorio.
P: Durante mucho tiempo estuvisteis viviendo como en stand by, pero gracias a la terapia la historia cambió. Os habéis aprendido a aceptar y querer.
Bea: No solo eso. Nuestro problema no era solamente no aceptarnos y no querernos. Creo que eso queda muy bien explicado en nuestro libro, '¿PUEDO HABLAR DE MI SALUD MENTAL!'. Yo fui a terapia porque tenía un trastorno de la conducta alimentaria, en una fase muy avanzada, en la que mi vida corría peligro porque me daba atracones prácticamente cada noche, y un día mi cuerpo podría haber hecho pum y convertirse en Chocapic. Haciendo terapia entendí que una de las muchas cosas que me llevó a desarrollar un TCA fue la falta de autoestima, lo que tú llamas “aceptarse y quererse”. El nuestro es el relato de dos personas cuyas vidas estuvieron en peligro por un problema de salud mental no atendido.
Enrique: Gracias a la terapia, sí, pero también gracias al feminismo, a la lucha LGTBIQ+, a la conciencia de clase y a tantas compañeras de las que hemos aprendido que las cosas que nos pasaban a nosotras les estaban pasando a muchas personas, y que hay estructuras sociales que provocan que unas estemos abajo y otros arriba. Hay que ir al psicólogo si te hace falta, pero también a las manifestaciones y a los sindicatos.