Marina Rivera es un símbolo de la generación Z. La generación que nació con un móvil en vez de un pan debajo del brazo y que se denominan nativos digitales. Muchos de ellos se desenvuelven con tanta soltura que han conseguido hacer de su contenido en redes, su trabajo. De ahí nacen "influencers" o "tiktokers" -término acuñado de la red social Tik Tok- como Marina Riverss, su nombre artístico, que emergen como referentes para los adolescentes y jóvenes del siglo XXI.
Con solo 20 años, Riverss crea contenido diariamente para más de 6.5 millones de personas en TikTok. Una plataforma donde la madrileña ha ido sumando followers con sus bailes hasta colarse en el podio de los tiktokers españoles. Pero todo éxito conlleva inevitablemente una parte más amarga con la que también tienen que lidiar. En el caso de Marina admite que es el hate.
El odio en las redes, cuenta, es algo que le afecta, pero que acaba relativizando e incluso normalizando. Además, el amor de su familia y amigos le ayuda a mantener los pies sobre la tierra: "En esta profesión estamos todos locos, pero yo estoy un poco cuerda dentro de mi locura", comenta entre risas. Precisamente una de las cosas que más cuestionan de la influencer es el dinero que genera con su trabajo. Recientemente, Marina se ha comprado una casa y ha sido muy criticada por ello: "Es el único capricho que me he dado", se defiende.
También nos ha contado cómo está afrontando los meses previos a su combate con la streamer mexicana, Rivers, en La Velada del Año 3. La creadora de contenido reconoce que aún lo está asimilando, pero que ya se está preparando de forma intensa con su entrenadora, Joana Pastrana, campeona mundial de boxeo. De hecho, se ve con muchas posibilidades de ganar la pelea: "Yo voy a ganar, tengo que creer en mí", sentencia.
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