España, años 50. José Ignacio Domínguez García de Paredes es “un crío de 13 años” al que le gusta leer. Un día entra en el despacho de su padre –ingeniero militar- y se atreve con uno de aquellos libros que adornan la estantería. Son los seis volúmenes de las memorias de guerra de Winston Churchill. “Abrí el primer tomo y me quedé asombrado. Se me abrió un mundo nuevo. No estaba enterado de nada, no tenía ni idea de la Segunda Guerra Mundial y aquí en aquellos años no se hablaba mucho de Hitler, las clases de Historia eran de risa”, recuerda. “Me apasioné por la historia, por la época que vivió Churchill, desde la reina Victoria hasta los Beatles”.
Lo que iban a ser unos apuntes para ordenar las lecturas que le han apasionado a lo largo de su vida se ha convertido en manos de este antiguo director de la Inspección de Trabajo en un volumen que roza las 700 páginas bajo el título de Winston Churchill y su época, el político bipolar editado por Silex (2022); un generoso destilado sobre la vida y época del primer ministro británico más transcendental del siglo XX y, en especial, sobre su papel en la Segunda Guerra Mundial.
Aquella fue “su etapa heroica”, dice José Ignacio Domínguez, “entre 1940 y 1941” fue el momento que el propio Churchill describió como ‘the finest hour’ en uno de sus célebres discursos en la Cámara de los Comunes: “Preparémonos para cumplir con nuestros deberes, y comportémonos de tal manera que, si el Imperio Británico y su Commonwealth durará mil años, los hombres todavía dirán: 'Esta fue su mejor hora'”.
NIUS: ¿Por qué dice de Churchill que fue un político bipolar?
José Antonio Domínguez: Era bipolar de verdad. Pero yo lo utilizo como un símil. Fue un héroe y un villano.
Su papel como héroe es de sobra conocido, mucho menos como villano.
Ese es el tema. Lo que me espoleó a escribir fue la biografía de más de 1.000 páginas que le hace Andrew Roberts. Muy válido por las fechas y anécdotas que recoge, pero es una elegía permanente. Voy a un ejemplo muy concreto. En 1944 un tifón en la India mató a 60.000 personas y acabó con las cosechas de dos regiones. No podían llevar arroz de Birmania porque estaba en manos japoneses. Tenían que importarlo. Churchill habló públicamente de salvar a la India, de combatir el hambre, pero al mismo tiempo, ya en secreto, prohibió destinar barcos al servicio de esos envíos, lo prioritario era reservarlos para la guerra. Hubo entre dos y tres millones de muertos de hambre. Tiene muchas como esta. En Yalta le entregó a Stalin a todos los prisioneros de origen soviético que tenían los aliados. Miles y miles de prisioneros que fueron pasados por las armas. Cosacos, ucranianos y otros pueblos contrarios al régimen soviético que se habían sumado a los alemanes.
Cuenta la infancia cruel y victoriana que tuvo Churchill, prácticamente abandonado por sus padres en esos colegios de élite británicos. A lo largo de siete años les escribió en 76 ocasiones a sus padres y solo recibió seis cartas de su madre. “Por favor, por favor, venid a verme”, les ruega en una carta en 1891. “Venid, por favor, me he llevado tantos charcos pensando que ibais a venir y luego nada…”. Pero no se presentaron.
Sí, el padre tenía una conferencia política a pocos kilómetros del colegio y no fue a verle. En una ocasión le llega a decir: te escribe esta carta fulano, porque yo me estoy dándome un baño. A la madre solo la vio dos veces en todos sus años escolares en Harrow. Se lo quitan literalmente de encima, en 1891 le mandan a pasar las navidades a Francia.
Y, sin embargo, aparentemente no le creó ningún trauma. Desde pequeño destacó por su soberbia y una extraordinaria seguridad en sí mismo.
Ahí no entro porque eso ya es para un psicólogo, pero yo creo que tenía que ver con el ego tan profundo que tenía. No admitía que sus padres fuesen una panda de desdichados. Sobre todo, el padre. Fue algo increíble, muere a los cuarenta y tantos de sífilis. Cesa como ministro de Hacienda por idiota. La madre, con el príncipe de Gales… Era una familia en la que cada uno vivía por su cuenta.
No fue un gran estudiante, no entra ni en Oxford ni en Cambridge, sino a la academia militar de Sandhurst.
Lo del ejército no fue vocacional y la prueba es que se largó enseguida del ejército. No podía ir a las grandes universidades británicas porque no le daban las notas. Era bueno en Historia o en Lengua Inglesa, pero en otras era absolutamente mediocre. Le debió parecer más fácil ir a Sandhurst que a Oxford o Cambridge, pero incluso en la academia militar necesitó tres intentos para entrar.
A los 24 años -ejerciendo como periodista que no militar- se convierte en una celebridad al escapar de los Boers en la guerra de Sudáfrica.
Los Boers les estaban dando una tunda a los británicos. Iba la cosa mal. Justo en ese momento Churchill se escapa del campo de concentración. Cuando vuelve a Sudáfrica y luego a Gran Bretaña lo hace en loor de multitud. La muestra es que rápidamente consigue un puesto en las listas electorales de los conservadores. Pierde, pero dos años después se convierte en diputado.
Y pasó casi sin interrupciones 64 años en la Cámara de los Comunes, nunca quiso que lo ennoblecieran para ir a la Cámara de los Lores.
La salsa política estaba en los Comunes. Hasta muy mayor no aceptó la orden de la Jarretera. Churchill procedía de una familia muy noble, de quinta generación, pero descendiente del Duque de Marlborough. Tiene el alma nobiliaria y es un defensor brutal del imperio, pero realmente le gustaba la política más que comer con los dedos. Y la política de verdad se hacía en los Comunes.
La figura de Churchill en la Segunda Guerra Mundial opaca el resto de su larguísima carrera política y muchos de sus errores y planteamientos reaccionarios: oposición al sufragio femenino, partidario del gas mostaza en la Primera Guerra Mundial, artífice del desastroso desembarco de Gallipoli, defensor acérrimo del patrón oro que tanto le costó al Reino Unido en el período de entreguerras, admirador inicial de Mussolini…
Llega a decir que si fuera italiano, habría sido fascista. Tuvo una vida plagada de errores. Los peores fueron en tiempo de guerra porque costaron vidas. En Gallipoli engañó al Parlamento. Era el primer lord del Almirantazgo, el ministro de Marina. Con ese ego que tenía se le ocurrió atacar por Turquía a los imperios alemán y austrohúngaro. Y ataca con la flota, sin más. Quiere tomar el estrecho de los Dardanelos y conquistar Constantinopla. Fracasa estrepitosamente. Hay miles de muertos. Tienen que reembarcar las tropas que quedan. Y él queda marcado para el resto de su vida. Hasta su etapa heroica en la Segunda Guerra Mundial le estuvieron recordando lo de los Dardanelos. En su haber está que hizo una reconstrucción importante de la flota arramplando dinero de los presupuestos. Modernizó la flota de cara a la Primera Guerra Mundial.
Su destino tuvo algo de paradójico: un imperialista que asistió al ocaso del Imperio Británico.
Por eso tuvo esas posiciones tan intransigentes con la India. La joya de la corona no podía perderse. Aparte de imperialista y de belicista era un racista. Dijo cosas tremendas de la India. No podía tener el estatus de ‘dominio’ autónomo como lo era Canadá, porque no se podía igualar a los indios con los canadienses. Cómo podía ser que un desarrapado como Ghandi subiese a hablar con el virrey…
Qué hubiera pensado si llega a ver en su residencia de Downing Street al actual primer ministro británico, Rishi Sunak, de origen indio…
Bueno, mira las durísimas condiciones que está poniendo Sunak a la inmigración… A Churchill es el tema de la India lo que le aísla. No para de hacer discursos y artículos en contra de la concesión del estatuto de dominio a la India. Y eso le aísla. No solo por la India. Hasta 1939 estuvo avisando del peligro de la Alemania de Hitler. Pero los ingleses no querían oír hablar de otra guerra tras la carnicería de la Primera Guerra Mundial. Un belicista como Churchill era un tipo impopular. Y así fue hasta que llegaron las barbaridades de Hitler y las miradas se volvieron hacia él.
¿Qué habría pasado en la Segunda Guerra Mundial sin Churchill como primer ministro británico?
Inglaterra se hubiese rendido. Estuvieron a punto de hacerlo. Hay que pensar en el momento. Francia se rendía, Bélgica ya se había rendido, el ejército británico está contra las cuerdas en Dunkerque, los americanos no querían saber nada de Europa… En ese contexto el que mantuvo el tipo fue Churchill, incluso frente a miembros de su propio gobierno como Halifax, partidario de llegar a un acuerdo con los alemanes. Hitler les ofreció manos libres en su imperio a cambio de que le dejaran a él manos libres en el continente. Si llegan a un acuerdo con el Reino Unido, los americanos no se habrían metido y Rusia se habría quedado sola. ¿Qué hubiera pasado? Hitler podría haber derrotado a Rusia y hubiésemos tenido nazismo durante años.
De esos años han quedado sus famosos discursos. Hablábamos antes de sus errores, ¿fue el ejercicio de la oratoria su principal virtud?
Churchill escribía sus discursos y los aprendía de memoria. Tenía una memora elefantiásica. Se sabía obras de Shakespeare de memoria. Y luego sabía entonar, era un orador del siglo XIX. Recuerdo en el libro cómo los diputados laboristas que tenía enfrente lloraban a lágrima viva durante su mítico discurso “We shall never surrender”: “…lucharemos en las playas, lucharemos en las calles, en las colinas y en los campos. Nunca nos rendiremos…”. Su oratoria fue extraordinaria.
Su exaltada retórica no le impide ser consciente de que el Reino Unido ya no es lo que era, por mucho que comparta mesa, mantel y foto con Roosevelt y Stalin en cumbres como la de Teherán (1943) o Yalta (1945). Años después le confiesa a su amiga Violet Bonham-Carter: “Fue en Teherán donde percibí por primera vez lo pequeña que es nuestra nación”.
Llega reconocer que Inglaterra se salvó gracias a la resistencia rusa. Fíjate que Churchill ataca en un frente secundario como el norte de África. Y allí Rommel con dos divisiones acorazadas y una ligera les da unas palizas de mucho cuidado. Inglaterra no tuvo un gran papel militar en la Segunda Guerra Mundial. Derrota en la primera fase, derrotas iniciales en la guerra de África y luego la salvajada de impulsar un ataque por Italia, casi 300.000 bajas aliadas por un afán de protagonismo británico. No hay un esfuerzo de guerra por parte de los británicos comparable en su dimensión al de Rusia o Alemania.
La longevidad de Churchill es asombrosa teniendo en cuenta lo poco que se cuidaba…
Bebía como un descosido.
…Tengo aquí la nota del futuro primer ministro Harold Macmillan que recoge en el libro. Desayuno del 14 de junio de 1941. Churchill ya tiene 77 años. “Desayuno a las 7:30 de la mañana a base huevos, salchichas y café seguido de un gran whisky con soda y un enorme puro”.
Tenía una tolerancia absoluta para el alcohol. A veces se tomaba una botella de champán para desayunar. En el libro recojo una carta de una de sus secretarias dando cuenta del régimen de bebida de Churchill. Te quedas alucinado. Siempre se cuenta aquello que le dijo a una diputada laborista que le reprochó su estado ebriedad en los Comunes. “Así es, pero mañana yo estaré sobrio y usted seguirá siendo igual de fea”. Se le notaba que estaba borracho, pero no iba dando tumbos. Era una borrachera contenida. Toleraba bien el alcohol, pero era un bebedor nato. No podía vivir sin beber.
Con el famoso signo de la victoria de su mano, Churchill es la viva imagen del triunfo frente a Hitler y, sin embargo, los británicos le dieron la patada en las elecciones de 1945 que ganaron de largo los laboristas. ¿Por qué?
Pierde las elecciones porque la gente está harta de los años que han pasado, de los recortes, del racionamiento… Mucha gente intuyó que era un líder extraordinario para la guerra, pero la paz requería una alternativa. Los laboristas representaban la esperanza de una política para la gente. Prometieron que iban a hacer viviendas, mejorar la situación alimentaria, reconstruir el país y de Churchill tal vez temían que fuera a sacar la espada para ir ahora a por los rusos. No querían continuar con otra guerra. Pensaron que era más útil que gobernaran los laboristas.
Vuelve a ser primer ministro en 1952 con 78 años y, sostiene en su libro, ya solo le obsesiona permanecer.
El papel épico ya se había terminado. Se dedicó a permanecer con una decadencia física considerable. Prácticamente le obligaron a ceder el puesto a Anthony Eden. Se marcha fastidiado, tenía hambre de seguir en el poder. La noche de su despedida se queda sentado en calzoncillos en la cama con la orden de la Jarretera diciéndose: “Esto no va a funcionar, Eden no tiene la categoría”.
Al final, acertó. ¿Algunas valoraciones recientes colocan a Churchill por detrás del laborista Atlee y la conservadora Thatcher, dos mandatarios que le dieron la vuelta al Reino Unido. ¿Cree que Churchill sigue siendo el primer ministro británico más importante del siglo XX?
En el siglo XX, yo creo que fue el más importante porque salvó a Europa, como decía antes. Su etapa heroica fue de 1940 a 1941, antes de que Rusia y Estados Unidos entraran en la guerra. En esa época les dio a los británicos lo que no tenían: el coraje, el ánimo y el liderazgo.