Lo que iba a alumbrarse como una colección se ha convertido en una entidad con personalidad propia. No podía ser de otra manera. Valentía, gallardía y arrojo ante ese morlaco que es la industria editorial, en la que colarse en el escaparate de la librería más humilde ya es un triunfo.
Lo extraño, que no hayan bautizado esta nueva aventura como 'bizarría'. Porque el término encaja perfecto en cada una de sus acepciones. Al valor se le suma la generosidad y la rareza. Hasta el colorido de su vertiente pictórica. Generosos quienes han querido jugársela, desvelarse sin remedio, para el disfrute de la afición. Rareza, toda la del mundo, para dedicar recursos y tiempo en lidiar con un arte tan arraigado como expuesto al debate. Una extravagancia en estos tiempos; pero no hay mejor apuesta y mejor reflejo de lo que aspira a perdurar. Y con el color que desborda la música moderna, en armonioso litigio con el pasodoble para reivindicarse.
Tal vez sin pretenderlo, pero hablar de juntar letras y pasarlas por la imprenta es muy de esa Ilustración que impregna y se esconde en las raíces populares de la fiesta. La terna, los tercios, los avisos... Tres es el número mágico y tres son los títulos que ya adornan la estantería.
«El Cordobés y el milagro pop», de Fernando González Viñas. Escritor, traductor e historiador que se lanza aquí al ruedo para torear con Manuel Benítez, Mozart, Elvis o los Beatles. Ecuación que tiene tanto sentido como la fórmula matemática del salto de la rana.
«La música cantada del toreo», de Eduardo Osborne Bores. Donde, además de a los Beatles, montera en mano, se escucha a Raphael, Madonna o Andrés Calamaro. The Clash, Metallica o Shakira. Un repaso sonoro imprescindible.
«Ya nadie dice la verdad», de Vicente Zabala de la Serna y José Aymá. Conversaciones, diálogos íntimos, con nombres y apellidos, de ayer y de hoy. Confesiones y cornadas de los que coparon portadas y de los que siguen llenando las plazas. Palabras rotundas que cuentan con la pluma de una referencia absoluta de la crónica taurina y la mirada de un retratista de perfectas hechuras.
La tauromaquia como único hilo conductor en la infinita madeja de libros. El paseíllo da sus primeros pasos con la ilusión del que busca ganarse la autenticidad en la arena.