Cuando hablamos de Historia y todo lo que gira en torno a ella pensamos sin querer en que solo interesa a personas adultas, de más de cuarenta años y amantes de los libros que consiguen las mejores notas de la clase. No obstante, Álvaro San Juan lleva bastante tiempo demostrando que no importa lo que se cuente sino la forma en la que se hace.
‘Grandes maricas de la historia’ es un podcast liderado por @Otto_Mas, el alter ego de Ávaro en redes sociales, que cuenta con la finalidad de hacer llegar al mundo la verdad de grandes personalidades por todos conocidas yendo mucho más allá de sus descubrimientos y sus obras, centrándose en que ellas también eran parte del colectivo LGTBIQ+.
El éxito fue tal y la manera de contar sus vivencias es tan característica que tres temporadas después el audio saltó al papel y ahora se vende en todas las librerías de España gracias a Plan B.
¿Es que acaso solo hombres heterosexuales consiguieron logros que han pasado de generaciones en generaciones? Bajo esta premisa, la necesidad constante de visibilizar los derechos de todo un colectivo y la pasión del autor por la Literatura Inglesa, la Historia y la Lingüística analizamos un libro que va a dar mucho de qué hablar e, incluso, irritará a fascistas y conservadores: homófobos en cuestión.
¿Por qué nos tragamos durante tanto tiempo que los hombres que habían hecho historia eran todos heterosexuales?
Porque nos han faltado referentes y toda la vida hemos tragado, hasta que hemos sido mayores de edad, con esa idea judeocristiana de que la homosexualidad era algo malo. Por ejemplo, mi primer referente fue un compositor del s. XIX y, por tanto, me sentía bastante solo. Diría que uno de los primeros y más importantes en España podría ser Jesús Vázquez y hasta entonces costó mucho trabajo dar visibilidad.
Al no hablarlo y no verbalizarlo, suponemos que en el pasado tampoco había personas homosexuales porque siempre nos venden que ‘está mal’, somos ‘viciosos’ y es un ‘pecado’ por lo que nos llevan a auto sabotearnos y generar, incluso, cierta auto homofobia que no se va hasta que encontramos personas en las que nos vemos reflejados.
¿No habría sido más fácil para ellos, que contaban con un status de privilegio, vivir su orientación con libertad?
Algunos lo hicieron. Alejandro Magno, por ejemplo. Gracias al privilegio y porque en su época no había juicio moral en torno a la homosexualidad. Sin embargo, Cervantes era un plebeyo más y no podía permitirse el lujo de expresarlo con naturalidad porque corría el riesgo de que lo mandaran a la hoguera.
Si lo decían y la vivían con total naturalidad tenían todas las papeletas de morir porque estaban cometiendo, según ellos, un ‘delito contra natura’ y la finalidad era la horca o la hoguera.
¿Hemos avanzado tanto, ahora es más fácil?
Claramente la gente es cada vez más tolerante y comprende el fenómeno LGTBIQ como un fenómeno biológico más de la sociedad. Aunque muchos nos entienden, nos queda mucho por trabajar.
Cuando una persona vive en ciudades grandes como Madrid o Barcelona cree que nadie mira a dos hombres que se besan, pero en sitios más pequeños sí que sigue pasando y señalan o hacen bullying constantemente.
Tenemos que normalizarlo y que nadie se escandalice por ello. Ahora el 90% de la sociedad es tolerante, pero hay que recordar que ese 10% que es homófoba se está envalentonando por el auge de la ultraderecha y no podemos permitirlo.
¿Qué personaje es el que más te ha llamado la atención de los 17 que describes en tu libro?
Antonio de Erauso, que nació Catalina de Erauso y estuvo en un convento. Me fascina su historia. Este hombre no solo hizo pública su historia como persona trans sino que le pidió al Rey y al propio Papa que se le tratara como lo que era, un hombre. ¡Y esto pasó en el siglo XVI!
Otra historia que me fascina es la de Hans Christian Andersen, que escribía cuentos para niños y quién sabe cómo podrían haber sido ‘Pulgarcita’, ‘La Sirenita’ o ‘El patito feo’ si hubiese vivdo su sexualidad abiertamente.
Si tuvieras que destacar alguna personalidad del presente, ¿quién sería?
Los personajes que me vienen a la cabeza por suerte tienen mucho camino hecho por aquellos que lucharon por nuestros derechos con anterioridad y esto genera cierta calma. Sin embargo, ahora mismo creo que cada una de las personas que conforman el colectivo LGTBIQ y tiene un perfil en redes sociales donde cuenta su historia es importantísima porque demuestra visibilidad a pie de calle. En Instagram o en Twitter encontramos a gente que expone su día a día y esto es vital para las nuevas generaciones.
Citando el prólogo de tu libro, ¿qué necesidad hay de hablar sobre la homosexualidad de todas estas personalidades?
Toda la del mundo. Nuestra sexualidad influye en cada cosa que hacemos y hay que contarla. Los homosexuales no contamos cuántas veces follamos con nuestra pareja sino lo que somos. No se trata solo de amor sino de identidad.
¿Cómo ves el futuro ahora que en países como Italia ha llegado la ultraderecha al Gobierno?
Es preocupante y aterrador. El fascismo que estamos viviendo ahora, no es derecha ni ultraderecha sino fascismo, quiere hacer ver que son tolerantes, pero en el fondo no lo son. Yo no tengo por qué callarme que follo con mi marido porque esta gente considere que no es necesario que se sepa.
No podemos echar un paso para atrás porque el fascismo es un problema para muchos otros colectivos, como las personas racializadas. Menos cuando hemos conseguido ser un país permisivo y cada vez más laico.
El fascismo no es tolerable porque es una ideología que no tolera a las demás. No respeta los derechos mínimos de las personas.
¿Le recomendarías a Macarena Olona que leyese tu libro? ¿Sobreviviría a la experiencia?
Seguramente sería una persona a la que le costase coger el libro y leerlo al ver la palabra “marica” en la portada y lo considerase una falta de respeto, cuando a mí el término “homosexual” ya me resulta hasta médico y quiero que se me conozca como lo que soy, “marica”. Es la palabra que me define.
Creo que Macarena sería incapaz de entender que la sexualidad forma parte de la personalidad de cualquier persona y no lo comprendería. No me gustaría que alguien así pusiese las manos en mi libro. Si tiene una epifanía y hace por comprender, estupendo, pero lo dudo…