El Burning Man es uno de los festivales de música más exclusivos y extravagantes del mundo. Se celebra en el desierto de Estados Unidos y siempre está lleno de ricos y famosos.
La entrada cuesta 500 euros, pero para el resto no se puede utilizar dinero tan solo el trueque. Es el Burning Man que tanto ha dado que hablar estos días en la crónica social de nuestro país por haber sido el lugar en el que Íñigo Onieva fue infiel.
Todo empezó como una reunión de amigos en San Francisco, pero creció tanto en tan poco tiempo que buscaron otro sitio. De entrada, el Desierto de Black Rock en Nevada parecía un lugar inhóspito, pero ya van más de 30 años acogiendo a más de 80.000 personas.
No es un festival al uso empezando por el precio, 500 euros de entrada. Se rige por unos mandamientos que los veteranos protegen. Acceso libre a todo, bolsillos vacíos. No hay nada que comprar. Se regala, se intercambia, se participa, se crea y se ayuda a la comunidad.
Hay que ser cívico, autosuficiente y no dejar rastro. Cuando todo acabe tras 7 días, el desierto debe quedar desierto, ni un residuo.
Hay artistas, nudistas, excéntricos, famosos como Paris Hilton o las modelos Kaia o Karlie Kloss. Hay anónimos que echan el resto en sus disfraces, en sus vehículos.
Todos preparados para sufrir 40 grados de día, incómodas tormentas de arena y atasco de 12 horas para volver a la vida real. Y aceptarlo de buen grado. La máxima, dicen, es ser feliz, nunca burlarse de nadie y aparcar los móviles que luego los carga el diablo.