Alejandro Albán, hombre trans: “Nadie puede decidir hasta qué punto tienes que cambiar tu anatomía para sentirte bien contigo mismo"
Entrevistamos a Alejandro Albán, escritor que acaba de publicar la obra ‘Solo los valientes’
Un libro en el que cuenta sus vivencias como hombre trans, desde sus primeros recuerdos hasta el momento en el que consigue el registro con su cambio de nombre
Una historia dura y bonita a la par, que no deja nada por contar. Desde la relación consigo mismo, hasta la depresión por la que pasó o los buenos momentos que ha vivido.
En los primeros recuerdos de Alejandro Albán (1988, Granada), a los 4 ó 5 años, ya existía un sentimiento de incomodidad con su cuerpo. En ese tiempo, el hecho de que le confundieran con un niño, o mejor dicho, que se dirigieran a él en masculino, le suponía una gran alegría. Una serie de sentimientos que navegaban en el plano inconsciente hasta que a los 20 años les pudo poner nombre: era una persona trans. Un proceso de aceptación complicado, que tuvo que ir asumiendo poco a poco, y que finalizó con la búsqueda de ayuda profesional de una unidad de identidad de género, inyecciones de testosterona, cambio de nombre y operaciones, entre otros. Unas vivencias que ha trasladado al papel en Solo los valientes (Círculo de Tiza), un libro que es la aceptación plena de su identidad.
El libro lo comienzas con el momento en el que consigues por fin el papel que confirma tu cambio de nombre y tu identidad real. ¿Por qué es tan significativo esto para las personas trans, aunque se hayan aceptado a sí mismas anteriormente?
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El nombre es algo con lo que nos presentamos ante el mundo. Recuerdo que antes de cambiármelo, me pasaba horas en la pantalla de los videojuegos en la que podías personalizar los personajes. Y buscando el nombre perfecto también. Y, cuando lo conseguía, ya ni siquiera me interesaba muchas veces jugar. Lo que yo quería era crear ese personaje y darle un nombre con el que jugamos en el mundo. En la realidad pasa exactamente lo mismo. Forma parte de nuestra identidad.
También cuentas que te costó mucho revelar tu identidad a los demás.
En este sentido viví dos momentos. Uno primero, en el que parecía que todo estaba estable, que fue cuando me di cuenta de que soy trans y quiero vivir mi vida como hombre. Pero luego, aunque conseguí vivir con una entidad masculina y no quería revelar mi pasado, llegó un punto en el que también quería dejar de vivir esa mentira y compartir mi vida con mis allegados. Una apertura que había iniciado antes del libro, pero que se hizo pública cuando salió a la venta. A muchos conocidos les ha causado sorpresa.
Dices que a muchos les ha causado sorpresa, pero en el libro cuentas que la mayoría lo tomó bien.
Hay muchos estilos distintos de afrontar una revelación como esta. La mayoría de la gente finge que no le sorprende y lo hacen por amabilidad. Pero hay otros que no lo disimulan y puede ser para bien o para mal. Recuerdo por ejemplo que una vez estaba sentado con mi padre en una terraza y apareció un vecino que hacía mucho que no veía. Y le preguntó que dónde estaba su hija. Mi padre se vio en la tesitura de decir que aquella hija era yo y él se quedó con cara de pasmado media hora mirándome. Creo que ha sido la reacción más hostil que he vivido. Por el contrario, también tengo una amiga a la que se lo conté hace poco y su reacción fue de sorpresa, pero con amabilidad. Hay de todo.
¿Crees que como sociedad tenemos las herramientas para recibir este tipo de noticias?
Creo que hay tanta variabilidad que no se puede dar una respuesta global. Yo soy psiquiatra y, por lo que he visto en consulta con muchos chicos y chicas trans, las familias que tratan el tema con normalidad benefician un montón al joven que revela esa identidad. Y también lo contrario; cómo les afecta mucho cuando se lo cuestionan. Aun así creo que todavía es difícil, aunque caigas en la familia más abierta del mundo.
¿Cómo crees que sería una buena respuesta? ¿De dónde te hubiese gustado que partieran los de tu alrededor?
Creo que hay que hacer un esfuerzo por comprender o por informarte. Mi abuela por ejemplo no entendía una mierda, pero respetaba y toleraba. Si no se tienen los conocimientos, lo que se necesita es tener la mente abierta.
Otra de las cosas que sostienes es que no existe una manera de ser trans. Por ejemplo, la condición sexual. Muchas personas creían que al ser trans, ibas a ser hetero.
Esto es una concepción errónea muy extendida sobre las personas trans. En las encuestas que se han hecho, se ha visto que la mayoría de las personas trans no son heterosexuales. Y sin embargo tienes que escuchar el típico comentario de: ¿Si te gustan los hombres para qué te has cambiado? Es algo tan estúpido como creer que los hombres gais son mujeres. No tiene ningún sentido.
También defiendes que no existe un cuerpo normativo.
Hay personas trans que hacen más modificaciones que las que yo he hecho. Otras que menos. Lo más normal estadísticamente es hacerse una operación, como he hecho yo. Pero nadie puede decidir hasta qué punto tienes que cambiar tu anatomía para sentirte bien contigo mismo.
Aparte de estos temas, hablas del sexo, de las drogas o de la depresión sin ningún tipo de tabú.
Me sorprende porque no soy una persona que se abra mucho. Pero la novela me pedía cierta honestidad y al final hablo de todo. Hablo del chemsex, de aplicaciones como Grindr… Todo tiene cabida en la novela.
¿Cómo ha sido enfrentarte a esta desnudez?
Hay ciertas personas de mi entorno que lo han comprendido mejor y otras peor. Yo creo que hay una separación: si existe la literatura es para poner por escrito lo que no podemos decir en voz alta. Hay una barrera, una disociación entre el personaje literario y quién soy. Aunque está por escrito y es mi vida, ahora soy capaz de separarlo de mi día a día.