Cuando Jim McCartney cumplió los 72 años, en julio de 1974, su hijo Paul le hizo el mejor regalo. Su padre pensaba que la gratitud de su famoso hijo ya había tocado techo. Años atrás le había comprado un caballo de carreras y una casa, ambos costosísimos. Además Paul siempre encontraba tiempo de visitarle y llevarle a sus nietos. Pero el exBeatle debía mucho a su padre. Le había criado solo (su madre Mary murió prematuramente cuando Paul tenía 14 años), le había enseñado sus primeros acordes de piano y había soportado estoicamente los pinitos de John y Paul en su diminuta vivienda en Liverpool. El único comentario que una vez les hizo su padre fue: “¿No podríais cantar She Loves You, yes, yes, yes en vez de yeah, yeah, yeah?”.
Aquel mes de julio de 1974, Paul puso a su padre la grabación de una canción titulada Walking In The Park With Eloise, que Jim McCartney había compuesto de joven, aunque él humildemente decía que se la había inventado, porque consideraba que no tenía nivel musical suficiente y, como su hijo, no sabía ni leer ni escribir música. Pero al escuchar ese tema tocado por una banda de Nueva Orleans, entre la que se encontraba el mítico guitarrista Chet Atkins, Jim solo pudo darle un codazo a Paul y susurrarle al oído un “qué cabroncete eres”.
No sabemos qué regalos recibirá este sábado Paul McCartney de sus cuatro hijos (entre ellos la famosa diseñadora Stella McCartney). El de Liverpool guarda celosamente su privacidad pese a su amigable perfil público. La monumental biografía que Philip Norman escribió en 2017 del músico popular más influyente casi no tiene huecos en blanco. Paul siguió a rajatabla el consejo que le dio el mayor filósofo británico del siglo XX, Bertrand Russell: disfruta al máximo cada momento. Este artículo escoge 15 de esos momentos a partir de la biografía de Norman (Malpaso ediciones, traducción de Eduardo Adrián Hojman Altieri).
Paul siempre recordaría con cariño a aquella madre protectora que falleció prematuramente cuando el músico solo tenía 14 años. (Fue un cáncer de pecho, la misma causa del fallecimiento de Linda Eastman, futura mujer de Paul). Aquel hogar entrañable, con un padre amante de la música, con su piano vertical y sus discos, fue el mejor ambiente para el joven Paul. Tras la muerte de Mary, Paul no derramó una lágrima, incapaz de digerir aquello. Al mes, Paul recibió su primera guitarra. “Fue su salvación”, dijo su hermano Mike. Lo que vino después es historia de la música.
John imponía. Era dos años mayor que Paul, tenía su propio grupo, ya derrochaba desparpajo e insolencia. Pero el joven McCartney tenía algo de lo que John carecía en aquel momento: más habilidades musicales. El día que se conocieron terminaron los dos tocando al unísono el piano, un instrumento que no estaba de moda en aquel momento. Hasta para eso eran especiales. Así que aquello fue un quid pro quo. Yo entro en tu grupo y tú me enseñas lo que sabes. El generoso Jim McCartney les invitó a que tomaran posesión de su humilde morada en el número 20 de Forthlin Road. Convirtieron la casa en sala de ensayos y composiciones. La noche siempre les encontraba empuñando sus guitarras.
Los Beatles se foguearon en Hamburgo con sesiones de cinco horas nocturnas sin apenas descanso y ante un público portuario más interesado en los prostíbulos que en la música de cuatro imberbes. El grupo malvivía en un cuartucho entre ratas y sometido a tentaciones a la vuelta de cada esquina (drogas y mujeres) que no existían en la rígida Liverpool. Pero para Paul la principal preocupación era el grupo. Una mañana sus compañeros volvían de fiesta cuando se lo encontraron ensayando It´s now or never de Elvis, muy popular entonces. John le criticó por elegir ese tema. Paul respondió que le encantaba al público germano.
“Paul podría triunfar sin John, pero no al revés”, dijo por aquellos días el cantante Tony Sheridan. El joven McCartney tenía talento y disciplina, aparte de habilidad para las relaciones públicas de la que sacaría partido toda su vida. Pero con 17 años ocurrió un imprevisto que estuvo a punto de dar al traste con todo. Su novia de entonces, Dot Rhone, se quedó embarazada. Eso abocaba a un matrimonio precipitado, dejar la escuela y buscar un trabajo al margen de la música. Paul aceptó la situación. Pero a los tres meses Dot sufrió un aborto espontáneo. Dos años después la situación se repetiría con John y su novia Cynthia. Pero el embarazo llegó a término y nació Julian Lennon, que luego inspiraría a Paul para componer Hey Jude.
Es una vieja historia que siempre cuenta Paul. Un día de noviembre de 1963 se despertó con una melodía en la cabeza. Se fue al piano y comenzó a tocar. Así nació Yesterday. El joven pensó que era demasiado buena y que seguramente no sería suya. Enseguida buscó similitudes: quizá Stairway to Paradise, Chicago, Lullaby of the Leaves, clásicas melodías tocadas por su padre. Se la enseñó al resto del grupo (incluido el productor y músico clásico George Martin) y nadie encontró similitudes. No estaba plagiando de manera inconsciente. Era original. Años pasarían hasta que la revista Rolling Stone y la MTV la consagraran como “la canción pop número uno de todos los tiempos”. Y la más versionada según el libro Guinness.
Paul nunca estuvo contento con la decisión de firmar todas las canciones como Lennon-McCartney (tomada por John y George Martin, con la excusa de seguir el orden alfabético). Esa fórmula funcionó al principio, cuando ambos jóvenes componían casi todo juntos, pero a la postre ocultó la autoría real de canciones propias de McCartney como Yesterday, Let it Be o Hey Jude. Sin embargo, el propio Paul reconoció que las aportaciones del resto de los Beatles mejoraron las canciones. Un caso concreto en Eleanor Rigby: las cuerdas son de George Martin, John escribió la mitad de la letra, de George es el estribillo (All the lonely people) y hasta el discreto Ringo metió una frase: darning his socks in the night when there´s nobody there.
Solo había un grupo capaz de hacerle sombra a los Beatles en Estados Unidos y eran los Beach Boys. Su disco Pet Sounds (1966) había supuesto una revolución armónica y había catapultado a su creador, el inestable Brian Wilson. Pero, como pasaba con los Rolling, la rivalidad siempre se quedaba en los medios. En la intimidad tuvieron un contacto estrecho. Paul aprovechó una visita a Estados Unidos para quedar con Brian Wilson. Le hizo escuchar una copia anticipada de She´s Leaving Home, incluida en el álbum Sgt. Pepper. El líder de los Beach Boys y su esposa rompieron a llorar. El quebradizo Wilson, con la confianza tocada, dejó un tiempo de componer.
La historia de la música del siglo XX tiene hitos irrepetibles. Uno de ellos es cuando Frank Sinatra y Elvis Presley cantaron juntos en un programa de televisión. Suponía la comunión de dos monstruos y la unión de dos mundos, uno que empezaba y otro que acababa (aunque luego nunca fue así). Luego los Beatles se encontrarían con un deteriorado Elvis y darían la razón a Brian Epstein, su primer mánager, que aventuró que serían “más grandes” que él. Años después Paul McCartney conoció a Frank Sinatra. “Espera a que mi madrastra se entere de que he estado contigo”, dijo el exBeatle, refiriéndose a Angie, la nueva mujer de su padre. Enseguida se arrepintió y se disculpó. Sinatra contestó: “No te preocupes. Yo hice exactamente lo mismo cuando conocí a John Wayne”.
El pasado mes de diciembre se estrenó el documental Get Back. Peter Jackson recuperó cientos de horas de metraje de Michael Lindsay-Hogg (hijo biológico de Orson Welles), que grabó con todo lujo de detalles los ensayos de los Beatles en enero de 1969, que luego darían lugar al disco Let it Be (el último de la banda). En la grabación comprobamos el liderazgo de Paul, el pasotismo de John, la indiscreta presencia de Yoko Ono y en general el crepúsculo de la banda. Pero es una oportunidad también para ver Paul en acción, en plena tarea compositiva. El bajista ensaya diferentes melodías ante la mirada admirativa de George y Ringo. Hasta que da con la tecla y nace el tema Get Back.
A final de ese año, en 1969, la situación de los Beatles era insostenible. Paul estaba enfrentado al resto del grupo por rechazar la representación de Alan Klein, que había sido mánager de los Rollling. Así que se aisló en su granja de las highlands escocesas. Acostumbrado a ser el más público de los Beatles, su ausencia se notó enseguida. Un periódico estudiantil de Iowa publicó que en realidad Paul estaba muerto. Era una broma, pero nadie lo desmintió, ni siquiera la prensa seria. El artículo contaba que Paul había fallecido en un accidente de coche en 1966 y sus compañeros había mantenido el secreto ayudados por un doble. Pero habían dejado pistas, como la mítica portada de Abbey Road, con Paul andando descalzo y a contrapié. Hasta que Life descubrió el escondite del hijo pródigo.
El 9 de diciembre de 1980 Paul estaba solo en su casa de campo. Su mujer, Linda, se había llevado a sus hijas Stella y Mary al colegio. El teléfono sonó. Era un amigo que le contaba que habían disparado a John Lennon frente a su residencia del edificio Dakota, al lado de Central Park. John estaba muerto. La reacción instintiva de Paul fue llamar a su hermano Mike, no a alguno de los otros Beatles. Un día después, el 10 de diciembre, Linda y Paul estaban comiendo cuando escucharon unos disparos cercanos. Era una partida de cazadores de faisanes, pero el sonido era un recordatorio persistente de la reciente noche de Central Park. Paul les pidió que se alejaran un poco.
Durante otro almuerzo, también en su granja escocesa, Paul y Linda miraban por la ventana. Veían los corderitos saltar por todas partes, “llenos de vida”, según Paul. Los animales campaban a sus anchas. Llevaban nombres cariñosos y sus hijas los alimentaban con biberón. Paul y Linda giraron la vista hacia sus platos, donde reposaban sendas piernas de cordero. Según confesión de Paul, dijeron: “Tal vez deberíamos encontrar una manera de no hacer esto”. Y ahí empezó su cruzada vegetariana. Paul comenzó a trufar sus conciertos con proclamas animalistas y Linda publicó un superventas de comida vegetariana. Pero cuando Linda enfermó de cáncer, Paul no se opuso a que le dieran medicamentos testados en animales.
Cuando Paul McCartney y Michael Jackson se juntaron en 1981 para componer juntos (como lo había hecho con Steve Wonder) a Paul le llamó la atención la ignorancia del negocio musical de la antigua estrella de la Motown. Y le explicó: “Compra derechos de las canciones de otros artistas. Cada vez que alguien las graba o las pone en la radio, te pagan”. Nunca un consejo fue tan contraproducente. Al año siguiente, en 1982, Thriller barrió las listas de éxitos. Eso generó mucho dinero y Michael se acordó del consejo de Paul. Compró el catálogo de los Beatles, en litigio desde hacía años. Tiempo después, Paul bromeaba con la voz de falsete infantil de Michael: “Adoro tus canciones Paul… he comprado tus canciones Paul”.
Pero ese contratiempo se compensó en parte años después y de nuevo por un impulso casi inconsciente. Cuando empezó a ganar dinero, Paul descubrió su pasión por el coleccionismo de arte, y en especial por las obras Magritte. El pintor surrealista belga era el autor del famoso cuadro El hijo del hombre, en el que una manzana verde tapa la cara de un individuo con bombín y traje. Paul compró el cuadro y bautizó el sello discográfico de los Beatles como Apple Corps. Años después Steve Jobs, admirador de los cuatro de Liverpool, le emuló y llamó a su empresa igual. Paul no batalló. Solo puso una condición: que los dispositivos Apple no reprodujeran música. Funcionó solo unos años. Luego empezó una larga batalla judicial que duró hasta 2007, cuando Jobs compró el nombre y el logotipo de Apple Corps.
Con 11 años, Paul McCartney fue rechazado en una audición para el coro de la Catedral de Liverpool. Cuarenta años después, el templo estrenaba su mayor obra en solitario, el Liverpool Oratorio. Con un libreto parcialmente autobiográfico, y con la ayuda del director Carl Davis, McCartney había dado luz a su mayor desafío: componer una obra de música clásica. Los críticos fueron muy duros con el resultado, pero el álbum se vendió bien. Y sobre todo, dejó piezas de impresionante belleza. Una de ellas es The World You´re Coming Into, un recuerdo claro de su madre. Durante la primera actuación, Paul confesó: “Tuve que morderme el labio un poco. No quería empezar a llorar allí, delante de todos”. Algo que no había hecho cuando ella falleció.