En tiempos como estos, en los que cuidar el medio ambiente y apostar por la economía circular se han convertido en actividades que contribuyen a mejorar el mundo en el que vivimos, fabricar abono casero puede ser una de las mejores cosas que podemos hacer.
No solo le damos una segunda vida a los residuos orgánicos, sin que además le ahorramos algo de dinero al bolsillo, reducimos los vertidos en los vertederos y la producción de metano y le devolvemos a nuestro jardín y nuestras plantas una parte de lo que nos han dado. Restos de frutas y verduras, hojas secas, posos de café y otros materiales biodegradables… todo sirve para crear un nuevo manto de nutrientes, gracias a los microorganismos, las bacterias, los hongos y las lombrices. Abono de altísima calidad, sin químicos, que podemos fabricar con pocos ingredientes muy fáciles de conseguir.
Vamos a partir de los principios de un compostaje básico para elegir ingredientes que nos permitan obtener un abono de calidad sin complicarnos la vida. Es importante escogerlos en función de los nutrientes que aporten. Por ejemplo, una mezcla de verdes (ricos en nitrógeno) y marrones (con aporte importante de carbono). Restos de frutas y verduras (cáscaras de plátano, peladuras, hojas de lechuga, tomates pasados), césped cortado y posos de café serían ideales para la parte verde del compost. Para los materiales marrones, hojas secas, ramas pequeñas, cartón o papel sin brillo.
Sabida la teoría, pasemos a aplicar la parte práctica simplificando los ingredientes al máximo: cáscaras de huevo, restos de café (o borra) y hojas secas.
Una vez recolectados los ingredientes, toca prepararlos.
Los posos de café no es necesario triturarlos, pero las cáscaras de huevo, los restos de fruta, si hubiéramos decidido añadir algún ingrediente más, y las hojas secas, hay que machacarlos lo máximo posible para facilitar que se integren unos con otros en la mezcla final. El truco, rápido y efectivo, es meterlos en un molinillo eléctrico, que hará la tarea en segundos. Una regla fácil de recordar para un buen abono casero es la de “una parte de verdes y otra de marrones”, o lo que es lo mismo, un equilibrio entre el nitrógeno de los materiales verdes y el carbono de los marrones.
A partir de este punto, conviene seguir algunos consejos de mantenimiento para obtener un compost de calidad. El primero: la humedad mínima. Si está demasiado seco, es posible que aparezcan malos olores y los microorganismos no puedan descomponer eficazmente la materia orgánica. Hay que mojarlo con un poco de agua de vez en cuando, sin pasarse. Si hay exceso de humedad, entonces hay que reequilibrarlo añadiendo materiales que reabsorban el exceso.
Cada dos semanas más o menos hay que controlar el oxígeno mezclando bien los materiales con una pala.