¿Cómo saber el origen de la carne que comemos?

Para muchas personas resulta cada vez más importante conocer el origen de la comida que consumen. Aunque cada cual tiene sus motivos y conocer de dónde vienen los alimentos, no tiene por qué decir que se vayan a seleccionar unos u otros a la hora de meterlos al carrito, saber qué alimentos proceden de la zona y cuáles vienen desde lejos puede ser definitorio para algunos. 

Los alimentos de cercanía benefician la economía local, suelen ser más frescos, recogerse en un momento más óptimo de maduración, porque no tienen que superar viajes largos, duran más tiempo, necesitan menos productos extra para favorecer su conservación, son de temporada, por lo que están en su mejor momento en cuanto a vitaminas y nutrientes, y favorecen una menor emisión de gases contaminantes en su transporte. 

Por desgracia para el consumidor, no siempre es posible conocer el origen concreto de todos los alimentos que consumimos, por lo que no siempre se puede tener claro de dónde procede lo que comemos, más allá de la región o de la zona. La carne es uno de esos casos. 

Así puedes saber de dónde es la carne que compras

Como decimos, es complicado para el consumidor conocer el lugar exacto del que procede la carne, porque la única obligatoriedad que tienen por ley es indicar el país de origen, algo que ya nos aporta cierta información, pero no siempre toda la que queremos conocer. Por ejemplo, si buscamos un consumo responsable y queremos evitar carne que proceda de macrogranjas, no siempre será sencillo hacerlo. 

Por ley, la única información que están obligados a incluir en el etiquetado de las carnes frescas es el país de origen del animal, así como el de sacrificio y despiece. Esto hace que quede fuera de la información que se aporta al consumidor tanto el lugar de crianza, como la región o el tipo de granja donde ha sido criado el animal que se está consumiendo.

La carne y sus derivados envasados deberán identificarse con la denominación de venta, como ternera, buey o vaca, la denominación comercial, que indica qué pieza nos estamos llevando, si es solomillo, babilla… y el código de referencia.  Por supuesto, esta es la información que es imprescindible dar por ley, pero si se quieren aportar más datos, puede hacerse. 

No obstante, hay otros detalles que pueden ayudarnos a conocer un poco mejor de dónde viene la carne que consumimos, como los sellos de calidad, que garantizan la procedencia geográfica de la carne y sus características. Este es el caso de la Denominación de Origen Protegida (DOP), las Especialidades Tradicionales Garantizadas (ETG) y la Indicación Geográfica Protegida (IGP).

En general, cuando queremos saber más sobre el origen de un alimento, es esencial fijarnos en el etiquetado, o en los carteles que ponen a su lado si estamos en la carnicería. En ellos se especificarán muchos de los detalles que queremos saber antes de llevarnos a casa un producto, ayudándonos a tomar la decisión más adecuada. Puede que no nos digan todo lo que queremos saber, pero sí que pueden guiarnos para que nuestra compra se ajuste a nuestros ideales y gustos.