A la hora de poner fin a un matrimonio pueden surgirnos muchas dudas respecto a cuál es la mejor forma de hacerlo. El divorcio es quizá la más utilizada, pero no la única, pues entran otros supuestos que tenemos que considerar. ¿Y si no queremos que la unión con otra persona haya tenido validez?
En el ámbito de la iglesia y la fe católica, la nulidad matrimonial eclesiástica es un procedimiento que se utiliza declarar que un matrimonio nunca fue válido según las leyes canónicas, aunque de hecho se celebrara formalmente.
Evidentemente, existen algunas diferencias respecto al divorcio. La primera, la validez de la unión, que en el primer caso sí ha tenido esa consideración y en el segundo queda anulada de facto como si nunca se hubiera producido. La nulidad eclesiástica sostiene que el matrimonio carece de validez desde su inicio y se rige por los principios del derecho canónico. Busca siempre defectos o impedimentos en la forma para declarar la falta de autenticidad del casamiento, y, por tanto, su ‘borrado’ de nuestra historia de vida y de nuestra fe.
En muchos casos, los motivos para iniciar los trámites tienen que ver con la falta de libertad en la decisión de casarse o la incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matriImonio, como negarse a tener descendencia. Incluso la ocultación de información importante, como una infidelidad, puede tener peso importante a la hora de obtener la venia del tribunal eclesiástico.
Hasta hace poco, solicitar esta anulación era bastante complicado, tanto por tiempo como por esfuerzo. Se necesitaban de media dos años. Esta realidad cambió cuando realizaron algunas reformas en el código del Derecho Canónico. El proceso se hizo entonces algo más accesible para quienes quisieran que su matrimonio quedara invalidado.
De hecho, los cónyuges que que inician los trámites deberán obtener un resultado favorable si quieren volver a casarse por la Iglesia, y ni siquiera ese será el último paso. Para que la nulidad sea efectiva desde el punto de vista legal, nuestro caso tendrá que pasar necesariamente por los juzgados de primera instancia. Solo entonces, el proceso, que dura de media un año, se habrá completado
La solicitud debemos presentarla ante el tribunal eclesiástico correspondiente, bien el de la diócesis donde se celebró la unión o el que nos corresponda por nuestro lugar de residencia. El trámite no es sencillo, pues implica la recopilación de pruebas periciales, testimonios y documentación que respalde la legitimidad de nuestra demanda.
El tribunal eclesiástico que evalúa el caso tiene que llevar a cabo una investigación exhaustiva. Suele entrevistar a los cónyuges y a distintos testigos, así como a expertos en psicología y derecho canónico. El objetivo del procedimiento indagatorio es determinar si existen impedimentos o defectos que hacen el matrimonio inválido desde la fecha en que tuvo lugar. Esta evaluación siempre se hace tomando como marco jurídico las leyes canónicas y la doctrina de la Iglesia Católica.
Muchos solicitantes suelen consultar antes a expertos en derecho canónico para conocer las opciones reales que tienen de conseguir la nulidad, pues serán estos especialistas los que evalúen cuán fundamentada está la petición. También es recomendable asesorarse espiritual y emocionalmente: hablar con un sacerdote, un consejero matrimonial o un abogado experto en derecho de familia que brinde cierto apoyo durante el proceso.
Una vez se evalúe toda la información y las pruebas aportadas, el tribunal emitirá sentencia: la nulidad, que declara inválido el matrimonio desde que se produjo, o la validez, cuando la solicitud no ha estado bien fundamentada y el tribunal eclesiástico no considera que el matrimonio deba anularse. Es posible apelar, pero solo en algunos casos. La sentencia se comunicará a las partes involucradas y se inscribirá en el registro correspondiente.
Recordemos que esta nulidad aplica solo al ámbito de la Iglesia y tiene efectos exclusivamente religiosos. Si el matrimonio es anulado por sentencia favorable, la Iglesia considera que los contrayentes son libres para casarse de nuevo. Sin embargo, para que la disolución del matrimonio sea completamente válida desde el punto de vista del derecho civil, se debe seguir un proceso legal en los juzgados, como el de cualquier divorcio o separación.