Incorporando la remolacha a nuestra alimentación podremos disfrutar de todos los beneficios de este vegetal, que es rico en ácido fólico, vitaminas y antioxidantes, y tiene una gran cantidad de vitamina C, lo que además de participar en el crecimiento y reparación de tejidos, también ayuda a que el hierro se absorba mejor.
No todo el mundo suele tomar remolacha y por eso no es habitual saber cuál es la mejor manera de conservarla para que dure más tiempo en buenas condiciones, y será diferente si la remolacha está cruda o si queremos conservarla preparada.
Cruda puede conservarse en buena forma varios días en la nevera, hasta dos semanas si se guarda como corresponde, que es en el cajón destinado a las verduras y hortalizas de este electrodoméstico. Se puede guardar en una bolsa de plástico perforada, pero se mantendrá igualmente bien si la guardamos suelta en el cajón, con las hojas con las que se compra y sin pelarla.
Es cruda como la remolacha aguanta más tiempo, pero para consumirla es mejor cocinarla, lo que acortará su vida. Una vez preparada, la remolacha puede aguantar unos cinco días en la nevera y para ello hay que prepararla bien. Se puede cocinar en una olla con un chorrito de vinagre y sal, para lo que es necesario limpiarla bien con un cepillo y quitarle las hojas, que se pueden guardar para otras preparaciones como caldos y cremas.
No conviene pelarla ni partirla en trozos, se cuece entera y se sumerge una vez que el agua comience a hervir. Pasada una hora aproximadamente -esto dependerá del tamaño de la remolacha- estará lista y tendremos que dejarla enfriar. Se puede guardar directamente en la nevera, sin pelar, en un táper de plástico o de cristal. La pelaremos en el momento de consumirla o si queremos congelarla.
Porque congelarla es otra opción, pero no demasiado recomendable, a no ser que queramos usarla para batidos o cremas, porque su textura cambia. Se modificará menos si la dejamos descongelar en la nevera, pero será diferente que antes de la congelación. Si queremos congelarla, lo mejor es pelarla y cortarla en las raciones que vayamos a guardar.
Es necesario cortarla con cuidado, más que nada, porque se trata de un vegetal cuyo jugo puede provocar manchas muy llamativas y muy complicadas de quitar. De hecho, hay personas que prefieren cortarla usando guantes, para que su característico color rojizo no se quede en las manos.
Lo mejor para congelarla es emplear bolsas herméticas de congelación, eliminando todo el aire del interior para hacer el vacío. Existen pequemos aparatos que podemos tener en casa, ideales para esta labor, aunque también hay trucos más ‘caseros’, como absorber el aire del interior con una pajita.
Otra manera de conservar la remolacha es encurtida, una manera tradicional de conservar determinados alimentos, como los pepinillos, por ejemplo. En estos casos se cocina con agua, vinagre, especias y azúcar, y ya cocinada se coloca la remolacha en recipientes de vidrio que se sellan. Preparada de esta forma hay que conservarla en un lugar fresco y seco y puede aguantar hasta un año.