El tiempo que tenemos disponible es limitado y ahora que tenemos la opción de escuchar los audios y los pódcast un poco acelerados, ¿por qué no hacerlo? De esta manera, los audios largos parecen menos largos y nos da menos pereza enfrentarnos a ellos.
Esta es una tendencia cada vez más extendida, de hecho no es raro que quienes aceleran los audios lo hagan también con algunos productos de entretenimiento, como las series o las películas.
Una necesidad de inmediatez que ha encontrado en las plataformas que ofrecen esta función el lugar perfecto para las personas que la tienen, pero ¿qué consecuencias tiene esto?
“Por las evidencias que tenemos hasta ahora, no hay que pensar que esto genere ningún tipo de problema”, explica en conversación telefónica para 20 Minutos Diego Redolar, neurocientífico de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Simplemente, es un cambio en la manera en la que se procesa la información y esto va de la mano de la sociedad a la que vamos, que queremos las cosas más rápidas para acceder a la información esencial”.
Esta manera de escuchar las cosas hace, según el experto, que nos centremos en lo importante y dejemos de prestar atención a los detalles. Esto, en principio, no tendría por qué ser malo, pero a largo plazo puede hacer que “nos volvamos menos observadores y detallistas”, algo que sucede porque acostumbramos al cerebro a trabajar de este modo.
También puede suponer que en ocasiones nos quedemos con información “sesgada” por la falta de detalles e incluso que resulte más difícil entender el mensaje, porque ese detalle concreto al que no hemos prestado atención y no hemos registrado, fuera clave para ello.
Un estudio de la Universidad de Los Ángeles ha llegado a la conclusión de que, si bien a los adultos les cuesta captar toda la información en los vídeos acelerados, este no parece ser un problema para los más jóvenes, quienes han convivido con esta opción desde que YouTube la introdujo en su plataforma en 2010, algo que hizo que otras como WhatsApp o TikTok también lo hiciera. Además, ver los vídeos acelerados ayuda que a los más jóvenes mantengan la atención por más tiempo.
Ante el consumo de contenidos acelerados, se corre el riesgo de que el cerebro se ‘aburra’ si no recibe estos estímulos a gran velocidad.
Esto, sumado a que la mayoría de estos contenidos se ven en los dispositivos móviles, hace que profesionales como la psicopedagoga Sylvie Pérez, profesora de la UOC, se planteen si esta forma de acceder a los contenidos puede tener consecuencias y recomiende, tal y como recogen en Saber Vivir, “recurrir a esta técnica de una forma consciente y responsable, evitando su abuso continuado para asegurarse tanto la comprensión de los mensajes como el disfrute del contenido audiovisual”.
Parece que es muy improbable que esta forma de escuchar los audios produzca cambios en la estructura del cerebro, aunque sí que podría generar cambios en la forma en la que procesamos la información.