Cada época tienen sus tradiciones y esto sucede también en la cocina. En España, casi se puede distinguir la fiesta que se va a celebrar por los dulces que se llevan a la mesa. Los buñuelos por Semana Santa, una época en la que también las torrijas viven su esplendor, el roscón es para el día de Reyes y los turrones se extienden por todas las fiestas Navideñas.
A los dulces típicos de nuestro país, se han ido incorporando también los de otros, como sucede con el panettone, de origen italiano, que no ha tenido ningún problema en hacerse un hueco en nuestros corazones y nuestras mesas. Se trata de un pan dulce, con una masa que recuerda ligeramente a la del brioche y relleno de pasas, frutas confitadas o pepitas de chocolate.
Salvo las personas que cuentan en su entorno con alguien de origen italiano o con alguien que conozca la historia de este dulce, lo cierto es que cada cual hace lo que puede a la hora de servirlo. Colocarlo en la mesa y hacer los pedazos como buenamente se pueda era hasta ahora la norma, pero parece ser que todos (o casi todos) lo estábamos haciendo mal porque, a pesar de lo que podría parecer a simple vista, el panettone no se corta como una tarta.
“No se tiene que cortar como un pastel de arriba abajo, ni se le tiene que sacar la tapa cortante en horizontal, ni se tiene que comer a pellizcadas. Los especialistas que vamos a concursos internacionales compartimos por WhatsApp las majaderías que hace la gente, son asesinatos del panettone”, revelaba divertido el maestro pastelero Daniel Jordà en entrevista para RAC1.cat.
Según el experto, el panettone se corta por la mitad y después se muestra a todos los presentes para que puedan apreciar lo bien elaborado que está, y probablemente también para que sus ganas de hincarle el diente sean mayores. Para que no quede ninguna duda sobre la manera correcta de servirlo, ha compartido el proceso en sus redes sociales.
Después hay que tumbar ambas mitades sobre la tabla de cortar, es decir, apoyando la parte lisa sobre la superficie escogida. Se quita el papel que lo envuelve y se corta de arriba hacia abajo, creando lonchas en lugar de los ‘triangulitos’ que haríamos al cortarlo como si fuera un pastel.
Lo ideal es comerlo atemperado, a una temperatura de unos 25 o 26 grados para que la mantequilla se funda en la boca, aunque seguro que no pasa nada por tomarlo a una temperatura diferente si se da el caso de que sobra un poco para otro momento.
Por supuesto, estas son las directrices oficiales, pero cada cual puede escoger la manera que le resulte más cómoda para cortarlo, aunque lo cierto es que esta técnica hace que sea un poco más sencillo hacerlo trozos sin aplastarlo y sin que se destroce, la miga se quedará esponjosa y podremos disfrutarlo tal y como fue pensado cuando se creó.