Las tremendas erupciones volcánicas que se producen en la Tierra, como la de La Palma, lanzan cantidades masivas de lava ardiente y material piroclástico y dejan un rastro de destrucción irreparable. Pero eso no es todo. Además emiten a la atmósfera gases como el dióxido de carbono o el azufre que tienen un impacto en la misma. ¿Quiere eso decir que agravan el cambio climático?
Los volcanes emiten muchísimo CO2 cuando entran en erupción. El Etna, por ejemplo, emite cada día 20.000 toneladas, según el Instituto Volcanológico de Canarias, y se estima que, si juntamos las emisiones de todos los volcanes de la Tierra, la cifra asciende a entre 271 y 319 millones de toneladas al año. Una barbaridad… A menos que lo compares con los gases que se liberan de la actividad humana.
Las contribuciones humanas al ciclo del carbono son más de 100 veces superiores a las de todos los volcanes del mundo, combinados, según la NASA.
Las erupciones más grandes posibles provienen de supervolcanes como Yellowstone o el Monte Toba (que entran en erupción muy raramente, aproximadamente cada 100.000 a 200.000 años o más), pero las emisiones anuales totales de CO2 de las actividades humanas son como una o más supererupciones del tamaño de Yellowstone todos los años.
Esencialmente, las emisiones de CO2 de las actividades humanas eclipsan las de los volcanes.
Los científicos del clima mencionan las erupciones volcánicas para comprender mejor y explicar los breves períodos de enfriamiento en el pasado de nuestro planeta. Aproximadamente cada pocas décadas, hay una erupción volcánica (por ejemplo, el monte Pinatubo, El Chichón) que arroja una gran cantidad de partículas y otros gases.
A diferencia de lo que cabría pensar, estos gases no contribuyen a calentar la Tierra. Si bien lanzan CO2 a la atmósfera, un gas de efecto invernadero, también expulsan otras sustancias con el efecto contrario como cenizas o dióxido de azufre.
Una supererupción nos “protegería” del Sol lo suficiente como para dar lugar a un período de enfriamiento global de corta duración. Las partículas y los gases generalmente se disipan después de aproximadamente 1 a 2 años, pero el efecto es casi global.
Comparativamente hablando, el calentamiento de los gases de efecto invernadero proveniente de las actividades humanas (principalmente impulsado por la quema humana de combustibles fósiles) perdurará durante milenios, incluso más que los desechos nucleares.