Hacía tiempo que no se veía el fondo de los canales de Venecia, que el índice de calidad del aire de Madrid no era "bueno" en pleno centro, o que China no presumía de bajos niveles de dióxido de nitrógeno. También el mar se cristaliza con menos cruceros surcando sus aguas, y el descenso de consumo energético se refleja en menos emisiones de gases contaminantes. El mundo asiste a una pesadilla, al tiempo que la naturaleza se limpia sin nosotros.
El coronavirus que ha puesto nuestras vidas en pausa y está dejando cicatrices para siempre nació, dicen los expertos, en la naturaleza. Mutó no se sabe cómo en un cuerpo humano después de contagiarse de algún animal silvestre, quizá el murciélago o el pangolín, ese desconocido hasta ahora con el que traficaban ilegalmente las mafias.
Hay quien bromea: "El cambio climático tiene que contratar al publicista del coronavirus". Los memes en tiempos de pandemia salvan el estado de ánimo, pero además parece que en este caso se ajustan bastante a la realidad.
El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, se pronunció hace unos días para explicar la claridad cristalina de los canales: la ausencia de turismo está permitiendo que los sedimentos se queden en el fondo y no enturbien sus aguas. Ahora se ven peces y las aves se acercan sin paseantes que lo impidan.
También el aire está más limpio. Los radares de la NASA han comprobado que el dióxido de nitrógeno, un contaminante procedente del tráfico rodado y la quema de combustibles fósiles, se ha desplomado cuando la actividad humana se ha interrumpido. Lo ha hecho en China y después en Italia.
Era de esperar que tampoco aquí tardásemos en apreciar el contraste. A pesar de las millones de partículas de arena -calima-, que nos llegan esta semana desde África, que contribuyen a empeorar la calidad del aire en toda España, los índices detectan menos sustancias contaminantes que nunca.
Así lo ha confirmado el Sistema de Vigilancia de la Calidad del Aire del Ayuntamiento de Madrid. La califica de "muy buena" (es el máximo que se puede alcanzar) en el Barrio del Pilar, la Avenida de Ramón y Cajal, la zona de Juan Carlos I, Barajas Pueblo y Villaverde. Y no llevamos ni una semana de cuarentena.
Si desde 2015 nuestra capital y Barcelona contaban con un expediente de Bruselas por incumplir los límites de dióxido de nitrógeno en el ambiente, ahora ambas ciudades se quedan muy por debajo de los niveles recomendados de este gas, asociado a problemas respiratorios y cardíacos.
En cuanto al óxido de azufre que utilizan los cruceros como combustible, y que ensucia el mar a unos niveles astronómicos, ni qué decir tiene que cabe esperar un claro cambio en el tono de sus aguas en los próximos días. Sobre todo en el Mediterráneo. Hace un par de meses supimos que el puerto más contaminado de toda Europa se encontraba en España, concretamente en Barcelona.