Una serie de tormentas solares ha golpeado la Tierra desde el comienzo de marzo de 2022. ¿Qué consecuencias tienen las llamaradas del sol cuando impactan en nuestro planeta?
En ocasiones, las llamadas “eyecciones de masa coronal” (abreviadas CME, por sus siglas en inglés), inmensas erupciones de energía que brotan de la superficie del Sol, impactan en la magnetosfera de la Tierra y generan perturbaciones que, en ocasiones, pueden ser detectadas en la superficie.
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), esto ha pasado con mayor frecuencia de la habitual en las últimas semanas por la intensa actividad del sol, que presenta un puñado de “manchas solares” en su superficie, que son las responsables de lanzar esas llamaradas de plasma solar.
El pasado domingo 13 de marzo, el Centro de predicción del clima espacial (Space Weather Prediction Center, SWPC), perteneciente a la NOAA, observó una tormenta geomagnética de nivel G2 (moderado) a las 8:51 am ET a causa de una de esas CME que impactó en la Tierra.
Los días siguientes, se observaron al menos dos tormentas geomagnéticas “leves”, y se predijo que otras podrían tener lugar hasta el jueves, aunque finalmente parece que los vientos solares cambiaron de rumbo y tan solo golpearon de refilón la magnetosfera de la Tierra. De nuevo, el sábado 19 de marzo podría llegar otra CME que causaría tormentas geomagnéticas menores de clase G1, según SpaceWeather.
Lo que llamamos tormentas solares son en realidad esas tormentas geomagnéticas que ocurren cuando las erupciones solares impactan en la Tierra. Los vientos solares arrastran las CME -que contienen millones de toneladas de material coronal y campo magnético incrustado- a velocidades que van desde 250 kilómetros por segundo hasta los 3.000 km/seg. Cuando la dirección de ese viento las trae a nuestro planeta, se produce una reacción en el campo geomagnético, por intercambio de energía del viento solar hacia el entorno espacial que rodea a la Tierra.
A veces, cuando las tormentas geomagnéticas son fuertes, de clase G3, pueden suceder varias cosas: se puede producir complicaciones en las comunicaciones del sistema de posicionamiento global (GPS), así como los satélites en órbita, y pueden darse picos de tensión en las redes eléctricas que provocan apagones. Aunque el mayor temor a las tormentas solares en la actualidad es su efecto potencial en la red de internet global.
Sin embargo, el impacto que suelen tener las tormentas geomagnéticas de cualquier nivel es una explosión atípica de auroras boreales, que se encienden por una o varias noches en latitudes inusuales bajas como puede ser la ciudad de Nueva York y partes de Inglaterra, cuando en Europa solo suelen ser visibles en los países escandinavos.
La última vez que una tormenta geomagnética de clase G3 (fuerte) tuvo lugar fue el 3 de noviembre de 2021.