El Somniosus microcephalus es un misterio para la ciencia. A pesar de llevar en la Tierra más tiempo que cualquier otro vertebrado, poco se sabe sobre este tiburón prácticamente ciego que nada en aguas muy frías y profundas del Ártico y el Atlántico norte (a unos 2.000 metros bajo la superficie). Lo que sí sabemos es que vive muchísimos años, hasta 500, según pudo comprobar hace unos años un grupo de expertos.
Lo llaman tiburón de Groenlandia o tiburón boreal y, además de ser el vertebrado más longevo de la Tierra, es de los más carnívoros más grandes que existen, con entre 6 y 7 metros de longitud en la edad adulta. Aunque crece extremadamente lento y nada igualmente lento (de hecho, otro apodo es “el tiburón dormido”), es capaz de cazar presas muy rápidas.
Según un estudio publicado en la revista Science, la edad de 28 ejemplares ha podido confirmarse a través de la composición química del tejido del centro del cristalino (la parte del ojo que permite enfocar los objetos). Todos oscilaban entre los 272 y los 512 años. Esto quiere decir que los individuos que hoy nadan en aguas del Ártico o el Atlántico norte quizá nacieron en el siglo XVI o XVII.
Su aspecto es realmente aterrador, y sus habilidades para cazar, como decimos, extraordinarias. Esto es algo que comparte con otros tiburones que habitan aguas más cálidas: su olfato excepcional. En el estómago de los ejemplares que han podido estudiarse se han encontrado desde calamares y pequeñas ballenas hasta renos o caballos ahogados, incluso un oso polar en una ocasión. Por tanto podemos decir que tiene una dieta bastante variada.
Además posee, como el resto de tiburones, una capacidad única para guiarse con el campo magnético de la Tierra, de manera que su falta de visión no supone un problema para moverse por las profundidades.
Su ceguera, por cierto, no viene de serie: se la provoca un crustáceo parásito que se instala en la córnea y se alimenta del tejido ocular. A cambio, los investigadores creen que este parásito sirve de señuelo para las presas del tiburón huésped, puesto que es bioluminiscente.
“Miles de ellos acaban capturados accidentalmente en el Atlántico Norte, por lo que espero que nuestro estudio sirva para prestar una mayor atención a esta especie”, advirtió el biólogo Julius Nielsen, de la Universidad de Copenhague, que tuvo la oportunidad de analizar la especie.