Investigadores de las universidades de Arizona y Michigan han detectado el terremoto más profundo de la historia, a 751 km por debajo de la superficie terrestre. Esa profundidad sitúa el seísmo en el manto inferior, una región en la que los sismólogos creían que era prácticamente imposible que se produjeran terremotos, ya que, bajo la enorme presión ejercida por las capas superiores, las rocas tienden más a doblarse y deformarse que a romperse con una repentina liberación de energía.
El hecho de que esta vez no haya sucedido así implica que los límites entre las distintas regiones internas de la Tierra podrían ser más difusos de lo que se creía. En un artículo publicado en 'Geophysical Rersearch', los investigadores explican que el terremoto fue una réplica de uno mucho mayor, con una magnitud de 7,9, que sacudió las islas Bonin, frente a Japón, en el año 2015. Algunos expertos del mundo científico han advertido de que resulta necesario realizar más estudios para confirmar que este seísmo haya sido real y que se haya producido en el manto inferior, como asegura la investigación.
Se cree que bajo este país asiático el manto inferior se sitúa a aproximadamente a 700 kilómetros bajo la superficie terrestre. "Esta es, con mucho, la mejor evidencia de un terremoto en el manto inferior", señalaba en 'National Geographic' Douglas Wiens, sismólogo especializado en terremotos profundos en la Universidad de Washington en St. Louis. El terremoto que se sintió en Japón en 2015 a 750 kilómetros es el más profundo jamás registrado y este tipo de seísmos pueden sentirse incluso mucho más lejos que los temblores que ocurren próximos a la superficie. No obstante, son bastante menos frecuentes.
Bajo la dirección del sismólogo Eric Kiser, de la Universidad de Arizona, el equipo de científicos logró captar el temblor gracias al sistema de estaciones sísmicas japonesas, entre las más sensibles del mundo. El terremoto fue de poca magnitud y no pudo sentirse en superficie, por lo que, para detectarlo, fue necesario utilizar la mejor tecnología disponible.
El equipo utilizó un método conocido como retroproyección para poder recopilar y analizar todos los datos múltiples de sismómetros. "En efecto, cuatro réplicas retumbaron entre los 695 y los 715 kilómetros de profundidad, y otra se desmarcó del resto: un temblor a 751 kilómetros de profundidad", añaden en National Geographic.
El hallazgo supone un auténtico quebradero de cabeza para los científicos, ya que la inmensa mayoría de los terremotos se producen a poca profundidad, en la corteza terrestre o en el manto superior, a un máximo de 100 km bajo la superficie. En la corteza, cuyo grosor medio es de alrededor de 20 km, las rocas son frías y quebradizas, y al sufrir estrés se rompen, liberando energía. Más abajo, en la zona superior del manto, las rocas están mucho más calientes y están sometidas a presiones mayores, lo que las hace menos propensas a romperse. Sin embargo, aún pueden ocurrir terremotos cuando la enorme presión fuerza la salida del agua retenida en los poros de las rocas, que se vuelven más frágiles y pueden romperse, dando lugar a temblores.
Una teoría sugiere que es el mismo fenómeno que divide el manto de la Tierra en capas. El manto superior está compuesto de olivino, un mineral, cuya estructura deja de ser estable cuánto mayor es la profundidad. "A partir de unos 410 kilómetros de profundidad, los átomos pueden transformarse en los minerales wadsleyita o ringwoodita, que son cada vez más comunes con la profundidad".
Así, la transformación de este mineral podría generar puntos débiles y la roca podría deformarse generando un temblor profundo. No obstante, a 660 kilómetros, este sistema cambia de forma brusca. "La danza de las ondas sísmicas alrededor de este límite propone que las rocas de abajo son mucho más densas que las de arriba, donde comienza el manto inferior", aclaran.
Este temblor se ha detectado a 751 kilómetros de profundidad, unos niveles muy por debajo, en el manto inferior. Todavía no está del todo claro cómo se ha podido producir al ser una zona geológica realmente compleja. En cualquier caso, los investigadores destacan que es complicado que otro terremoto de tal magnitud vuelva a producirse al ser una situación excepcional.