Anton Erkoreta lleva años intentando desmontar los tópicos y manipulaciones que están detrás de la gripe española. Este veterano profesor e historiador de la Medicina en la Universidad del País Vasco considera que las imágenes de soldados bien atendidos en grandes pabellones durante aquella terrible pandemia están muy lejos de las condiciones miserables en las que de verdad murieron a causa de la enfermedad o en el frente durante la I Guerra Mundial, según aseguna en SINC.
En su libro Una nueva historia de la gripe española. Paralelismos con la covid-19 (Editorial Lamiñarra) revisa los datos de la gran pandemia de 1918-1920 en España, Francia, EE UU y otros países para ver cómo nos pueden ayudar a enfrentarnos mejor a la que hoy provoca el coronavirus.
Hay tres hipótesis sobre el nacimiento de aquella pandemia que provocó un nuevo virus influenza A H1N1, bien identificado en fallecidos por gripe en otoño de 1918, aunque el año anterior, en 1917, ya hubo algunas epidemias en China. Pudieron ser el origen de esa pandemia, difundida por centenares de miles de trabajadores chinos que llegaron a Norteamérica y a Europa para trabajar en la retaguardia durante la I Guerra Mundial.
Por otra parte, están los campamentos militares en Norteamérica, y se señalan algunos como Camp Funston en Kansas (EE UU) en marzo de 1918, así como las terribles condiciones en las que vivían los soldados en los frentes europeos, en las trincheras, con los gases de guerra, las tropas coloniales de Indochina que trajeron a Francia… Seguramente fue por una conjunción de factores, pero sin lugar a dudas la I Guerra Mundial tuvo mucha influencia. En medio de esta complicada situación apareció el H1N1 provocando aquella pandemia que causó unos 40 millones de muertos en todo el mundo (por comparar, la covid-19 ha provocado dos millones hasta ahora) y unos 250.000 muertos solo en España.
Sí, fue el primer país de Europa en el que la pandemia se extendió a grandes sectores de la población en la primavera de 1918. Madrid fue una de las ciudades más afectadas, con una tasa de 1,7 fallecidos por mil habitantes en mayo y junio de aquel año, la mayoría adultos jóvenes (52,6 % entre 15 y 44 años), apenas niños y pocos mayores (12,3 % con más de 65 años), a diferencia de la covid19 actual.
La gran extensión que adquirió la enfermedad y la gran mortalidad que causó en Madrid hizo que los medios internacionales le denominaran ‘gripe española’. El nombre (Spanish influenza) apareció por primera vez en la crónica que mandó el 2 de junio el corresponsal de The Times desde Madrid y se extendió a todos los idiomas (grippe espagnole, Spanishche Grippe, febbre spagnola...).
En los primeros días de septiembre, y a escala global. He estudiado en profundidad esta segunda ola y me sigue llamando la atención su aparición simultánea en Europa, Asia y América. Esto es muy importante epidemiológicamente por sus aplicaciones a la actual pandemia, ya que entonces las comunicaciones entre continentes eran marítimas y los viajes duraban semanas, pero aquella segunda ola brotó en todo el hemisferio norte a la vez.
Hoy en día sería normal, los virus viajan en avión y de hecho la primera ola de la covid-19 apareció casi simultáneamente en varios países y continentes. Por ejemplo, el primer caso autóctono de covid se identificó en Italia el 21 de febrero de 2020, en España el 25 de febrero y en Francia el 29 de febrero. Es decir, en una semana brotó en los tres países, que luego, por cierto, han sido de los más afectados en Europa.
En nuestro continente, uno de los focos fue la frontera franco-española. Por ejemplo, en Irún y Hendaya, donde estaba el nudo ferroviario más importante entre Paris y Madrid. En el libro trato en profundidad el brote en esta zona fronteriza, donde se identificaron los primeros casos el 5 de septiembre, sufriendo ambas poblaciones la pandemia durante todo ese mes, matando el 1 % de su población, mientras que el resto de España y Francia lo sufrieron, sobre todo, en octubre.
Lo que llama la atención es que esos días, el 7 de septiembre, aparece en la India, en Bombay, recorriendo el país de oeste a este. La onda pandémica, que terminó en Calcula en diciembre, fue perdiendo virulencia a medida que avanzaba (pasando de una tasa de mortalidad de 54 a 8 fallecidos por mil habitantes). Y, por las mismas fechas, también entró por la costa este de EEUU y se desplazó hacia el oeste recorriendo todo el país.
No. Europa estaba sumergida en el final de la I Guerra Mundial y la pandemia fue una desgracia más, añadida a la que ya estaban sufriendo los soldados y la población civil. En la segunda ola, en Estados Unidos, se usaron mascarillas y se tomaron algunas medidas preventivas con la población civil. En España, con bastante retraso, en otoño se anularon fiestas, actos y reuniones, se limitaron asistencias a entierros, los equipos de desinfección municipales actuaron en lugares públicos, y se aconsejó encalar casas y lugares habitados.
Esas fotos son pura propaganda militar, que todavía los medios de nuestro país siguen utilizando. No fue así. Los pobres soldados morían en las trincheras, en la retaguardia, en las bodegas de los barcos que los trasladaban de Estados Unidos a Europa, sin ayuda y totalmente abandonados. Los servicios de salud militares, igual que los civiles, se vieron totalmente desbordados…
El relato de la pandemia de gripe española ha sido muy manipulado y ha llegado, hasta nuestros días, cargado de tópicos, anécdotas y curiosidades que tenemos que ir desenmascarando. Con lo que nos tenemos que quedar es con los datos epidemiológicos estrictos: como apareció, como se extendió de una manera imprevisible, el patrón de olas que tuvo, a cuantas personas afectó y mató, etc.
Desde luego. El relato de la pandemia de gripe española esta manipulado y, sobre todo, banalizado, insistiendo en anécdotas y curiosidades a partir de las informaciones de los periódicos de la época. Algunos diarios de Madrid, por ejemplo, le llamaban al principio “la enfermedad de moda”, “el soldado de Nápoles” (por una ‘pegadiza’ serenata de una zarzuela) y denominaciones similares que pretendían ningunear lo que realmente estaba pasando. Pero mientras los periódicos hacían circular noticias intrascendentes y anecdóticas, el número de muertos en la ciudad se disparaba desde los 40 fallecidos cada día a principios de mayo (una cifra ‘normal’ entonces), hasta los 114 del día 31 de mayo, es decir, casi el triple. Los diarios madrileños de la época no informaron en absoluto de todas estas muertes. Dicen que en las guerras y en las pandemias, la primera víctima es la verdad.
Cinco en todo el mundo. Una primera de carácter leve, en primavera de 1918 que solo en algún caso, como Madrid, dio una tasa significativa de mortalidad. Una segunda muy grave, entre septiembre y noviembre de 1918, en la que apareció el virulento subtipo A (H1N1) responsable de la mayoría de los 40 millones de muertos que provocó esa pandemia. Otra tercera ola muy larga y difusa, según los países, entre enero y mayo de 1919, sin cénit, como un goteo de infectados y fallecidos. Una cuarta en los cuatro primeros meses de 1920, también con un goteo de casos, de presentación leve pero muy alarmante porque afectó de una manera muy importante a la población infantil. En Europa la gripe española terminó aquí, pero en otras partes del mundo (como algunas islas del Pacífico) hubo una quinta ola en 1921.
La gripe española siguió su curso natural y, tras las sucesivas olas fue perdiendo virulencia y terminó desapareciendo en 1921 cuando el virus cerró su ciclo vital. Durante décadas no se tuvo noticia del H1N1, pero en los años 1980 volvió a circular e incluso hizo un conato de pandemia en 2009 que quedó en 1,6 millones de personas afectadas oficialmente y, también oficialmente casi 300.000 muertos. Es decir, algo menos que los fallecimientos que ocurren, en todo el mundo, en las gripes estacionales.
Las características de la gripe española las he pormenorizado en el libro, con nuevos datos originales de archivos civiles y militares, porque creo que ahora se está repitiendo aquel patrón de 1918. Y ese es el único punto de referencia que tenemos, el nacimiento y la evolución de la covid-19 se entiende mejor desde el conocimiento de la pandemia de gripe española, de la de Hong Kong, de la rusa y del resto de pandemias víricas del siglo XX. Respecto a este coronavirus, SARS-CoV-2, también pasará a un segundo nivel, aunque es pronto para ver cuándo y cómo sucederá.
Hasta ahora sí. En 2021, cuando la segunda ola de la covid-19 empezaba a bajar y el número de fallecidos se había estabilizado en meseta entre finales de diciembre y primeros días de enero en unos 80 fallecidos diarios en España, ha empezado a remontar, como consecuencia de las fiestas de Navidad. Considero que van a seguir aumentando, y mucho, tantos los casos como los fallecidos por la pandemia actual.
Pienso que a mediados de enero de 2021 todavía no hemos terminado la segunda ola (como ocurrió en junio de 2020 con la primera) e iniciado la tercera, sino que estamos ante la segunda fase de la segunda ola, cuya gráfica va a tomar la forma de una giba de camello, es decir una curva doble.
Estas dobles curvas históricamente las hemos visto en otras pandemias que han evolucionado espontáneamente, sin que se tomaran medidas para aplanar la curva. Llámese segunda o tercera ola, tenemos que esperar a que, sumándole este invierno tan crudo que estamos teniendo, la morbilidad y la mortalidad en España y en toda Europa, sea muy alta y grave en los meses de enero a marzo de 2021.
Nos sirve para entender la covid-19. En algunos casos los paralelismos son apabullantes, aunque existen parecidos y diferencias, que tengo intención de ir fijando sistemáticamente. La principal diferencia es el grupo de edad afectado: en 1918 murieron adultos jóvenes, hombres y mujeres por igual; y en 2020, personas mayores, con el pico en hombres de entre los 80 y 89 años de edad.
Sobre las similitudes, algunas son clarísimas: la covid y la gripe española han afectao más a los países mediterráneos (Italia, España, Francia) que a los escandinavos. A nivel nacional, la primera onda de ambas pandemias, tanto en 1918 como en 2020, apenas ha incidido en Canarias, que presenta las tasas más bajas de España.
En cambio, ha provocado la máxima afectación en la ciudad de Madrid, tanto en la primera ola de entonces como en la de ahora (con una tasa de 2 personas muertas por cada mil habitantes, el doble que la media de España, que ha sido 1). El caso de Madrid merecería un estudio en profundidad. Tiene que haber algunos factores geográficos, climáticos, urbanísticos, demográficos o de otro tipo que hacen que esa ciudad sufra especialmente la embestida de estos nuevos virus, los que ya han pasado y los que vengan…
Todavía en algunos pueblos se conserva la memoria de la pandemia de 1918, aunque cada vez más difuminada porque ya han pasado 100 años. En algún pueblo pirenaico todavía nos han contado historias terribles, recordando que murieron casi todas las mujeres embarazadas o perdieron sus hijos. Dato real, por cierto, porque uno de los grupos de población más afectados fue el de las embarazadas.
Esta pandemia va a dejar huella en la memoria de nuestra generación y en la de nuestros niños y niñas. En el futuro se acordarán de la propia enfermedad, y además quedarán afectados por los problemas económicos, paro, endeudamiento, etc… que ya se están produciendo y que seguirán aumentando.
De todas formas, hay que ser positivos y recordar, y así lo quiero subrayar como médico historiador de las enfermedades, que todas las pandemias han pasado y ésta también lo hará. La superaremos y tenemos que tener puesta la mirada en la salida, aunque ahora pasemos por un mal momento. Tenemos que prepararnos para retomar la actividad normal y todas las actividades económicas en cuanto vayamos saliendo. Esto no ha sido una guerra que ha destruido las infraestructuras. Todo el aparato productivo está entero y hay que dar a los ciudadanos una información correcta y contrastada para que vean que todavía tardaremos en salir pero que tenemos todo un futuro por delante.