Los radicales hidroxilos, especies químicas cruciales para la capacidad de autolimpieza de la atmósfera, son producidos directamente por los rayos, y en cantidades muy superiores a las esperadas.
El nuevo estudio, publicado la revista científica ‘Science’, también revela un mecanismo hasta ahora desconocido que podría ser responsable de una parte importante de la oxidación atmosférica mundial. Los científicos saben que los rayos aumentan la capacidad de la atmósfera para limpiarse mediante la producción de óxido nítrico reactivo (NO), que, a través de la química atmosférica posterior, conduce en última instancia a la formación de oxidantes atmosféricos, entre ellos el ozono (O3) y los radicales hidroxilo (OH).
El OH es la especie oxidante más importante de la atmósfera, ya que controla las concentraciones de gases tóxicos y relevantes para el clima, como el monóxido de carbono y el metano. Aunque estudios previos de modelización han sugerido la posibilidad de que los relámpagos puedan generar directamente estas especies oxidantes, se cree que el tiempo de vida estimado de este OH es demasiado corto para contribuir notablemente a la oxidación atmosférica.
El investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania William Brune y sus colegas han presentado un análisis de los datos de un estudio aéreo de 2012 de las nubes de tormentas convectivas profundas en el que participó el avión DC-8 de la NASA. En él, informan de cantidades extremas no observadas anteriormente de radicales atmosféricos hidroxilo e hidroperoxilo (HO2) generados directamente por las chispas de los rayos y en otras zonas electrificadas de la nube de tormenta, informa la universidad en un comunicado.
Según los investigadores, estas cantidades están varios órdenes de magnitud por encima de cualquier medición anterior de OH u HO2 atmosférico. Aunque los resultados son inciertos, quizás por un factor de diez, sugieren que el OH generado por los rayos en todas las tormentas que se producen a nivel mundial en un momento dado podría ser responsable de entre el 2 y el 16% de la capacidad de oxidación de la atmósfera terrestre.