Un grupo de científicos de Europa y Estados Unidos han anunciado este lunes la primera observación de fosfina -o fosfano- en las nubes altas de Venus, a través de un artículo publicado en la revista científica 'Nature'. El hallazgo ha sido posible gracias a los telescopios James Clerk Maxwell, en Estados Unidos, y ALMA, en Chile.
Los expertos afirman que solo encuentran dos posibles explicaciones: o bien hay procesos geoquímicos desconocidos o bien hay vida en el planeta más cercano a la Tierra. Esto es lo que se sabe de este compuesto químico y de su relación con la vida. Confirmar este resultado puede llevar meses, pero refutar que se debe a procesos biológicos puede llevar años o incluso décadas.
La fosfina es una molécula muy sencilla, compuesta por un átomo de fósforo unido a tres de hidrógeno, formando una pirámide, y cuya fórmula es PH3. Es incolora, inflamable y tóxica para el ser humano, motivo por el cual figura en la Lista de Sustancias Peligrosas de Administración de Seguridad y Salud Ocupacional de Estados Unidos (OSHA).
Este gas incoloro huele a ajo y a pescado podrido, según explica la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de EE.UU. (ATSDR, por sus siglas en inglés). Se usa como insecticida y raticida e incluso posiblemente en atentados terroristas del ISIS. La fabricación de metanfetamina, una droga ilegal también genera este gas. La industria electrónica lo usa en los cristales de silicio de los circuitos electrónicos.
La ruta más probable de exposición a la fosfina es la inhalación. Los primeros síntomas de exposición aguda a la fosfina incluyen dolor del diafragma, náusea, vómitos, excitación y un olor a fósforo en el aliento. La exposición a niveles más altos puede producir debilidad, bronquitis, edema pulmonar, falta de aliento, convulsiones y la muerte.
Lo más interesante de esta molécula es que no hay ningún proceso geoquímico que la produzca en la Tierra: solo las fábricas o, sobre todo, los seres vivos, pueden sintetizarla. De hecho, se sabe que algunas bacterias anaeróbicas de la Tierra producen fosfina, cuando toman fosfato de los minerales o de la materia orgánica y le añaden hidrógeno.
Además, se ha hallado en rocas cubiertas de excrementos de pingüinos, en aguas fecales y en los intestinos de animales. Generalmente se asocia con la presencia de microbios que viven en entornos donde no hay oxígeno.
Sin embargo, también hay fosfina en las atmósferas de Júpiter y Saturno, pero en estos planetas su origen es totalmente ajeno a la vida: en sus núcleos se dan temperaturas de cientos de grados y altísimas presiones que bastan para formar la fosfina, que después asciende hasta las capas altas de la atmósfera.
Es cierto que este planeta tiene temperaturas infernales -unos 400 grados- y una atmósfera venenosa, casi puramente compuesta de dióxido de carbono, pero ya hace casi medio siglo que se ha especula con la posibilidad de que exista vida microbiana en las nubes altas de Venus, a una altura de unos 50-60 kilómetros.
Mientras que en la superficie las temperaturas pueden superar los 400ºC y las presiones ser 75 o incluso 100 veces superiores a las de la Tierra, en las alturas las temperaturas oscilan entre los 0 y los 30ºC, existe incluso vapor de agua en concentraciones bajas y la presión es similar a la terrestre.
La idea sería que podrían existir microbios flotando en la densa atmósfera, eso sí, sobre nubes de ácido sulfúrico y en un ambiente altamente ácido. Pero bastaría con que fueran tolerantes o resistentes a la acidez, como ocurre con muchos organismos extremófilos en la Tierra, eso sí, a otra escala: mientras que en la Tierra estos organismos toleran concentraciones del 5% de ácido sulfúrico, en Venus las nubes están compuestas en un 90% por esta molécula.
Los autores han sugerido que la fosfina no es una evidencia lo suficientemente robusta de la presencia de vida microbiana, sino que más bien indica la existencia de procesos químicos y geológicos desconocidos en Venus.
Por tanto, habrá que hacer más estudios de la atmósfera venusina y esperar a las próximas misiones. De hecho, Rusia, India, la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) tienen en desarrollo proyectos que podrían lanzar esta misma década, como las misiones Venera-D, Orbiter, Veritas o Llise.
Mientras tanto, los científicos seguirán estudiando las biofirmas para preparar el terreno para los próximos observatorios espaciales, como el James Webb, y terrestres, como el Extremely Large Telescope o el Thirty Meters Telescope.
No obstante, el administrador de la NASA, Jim Bridenstine, ha calificado el hallazgo de un "avance más significativo hasta ahora en sustanciar el caso de la vida fuera de la Tierra". "Hace unos diez años la NASA descubrió vida microbiana a 120.000 pies en la atmósfera superior de la Tierra. Es hora de dar prioridad a Venus", escribió en su cuenta de Twitter.