Las temperaturas en la Luna oscilan entre aproximadamente los 120 grados Celsius de día y los -120 en la noche, una diferencia extrema. Este es uno de los grandes retos que complican la construcción de una base permanente en nuestro satélite. Pero ¿por qué las oscilaciones térmicas son mucho mayores en la superficie de la Luna que en la Tierra?
La Luna tarda entre 27 y 28 días en girar sobre su eje. Por tanto, un día en el lado iluminado dura alrededor de 13 días, seguido de 13 largas noches de plena oscuridad. En el momento en que el Sol golpea su superficie, las temperaturas pueden rozar incluso los 130 ºC. Sin embargo durante la penumbra la temperatura se desploma a menos de 120 bajo cero, llegando a los -170 ºC en las noches más extremas.
La Luna se inclina sobre su eje unos 1,54 grados, mucho menos que los 23,44 grados de la Tierra. Por tanto, nuestro satélite no tiene estaciones, pero por esa inclinación sí que hay puntos en los polos lunares donde la luz del Sol nunca llega a incidir.
Naves espaciales que exploran la Luna como el Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA, por ejemplo, han llegado a medir temperaturas próximas a los 240 grados bajo cero en cráteres de ambos polos lunares. Estos valores están entre las temperaturas más bajas que se han medido nunca en el sistema solar, incluida la superficie de Plutón, según Space.com.
Lo que se conoce por atmósfera es la envoltura gaseosa unida gravitacionalmente a un cuerpo celeste. En la Tierra, esa envoltura es muy compleja, con varias capas: la troposfera, la estratosfera, exosfera, termosfera y mesosfera. Esta atmósfera compleja es la que hace que tengamos un clima, pero ¿sucede lo mismo en la Luna?
La Luna no tiene una atmósfera como tal. No obstante, la envuelve una película minúscula de gases inusuales como el sodio y el potasio, casi imperceptible. Es por tanto una atmósfera casi inexistente, muy poco densa: su densidad es comparable a la densidad de las franjas más externas de la atmósfera de la Tierra, donde orbita la Estación Espacial Internacional.
Podemos concluir que, aunque la Luna no tiene atmósfera y por tanto no tiene un clima como tal, sí se da un ciclo del agua propio, ya que se han producido descubrimientos de hielo de agua en los últimos años en los cráteres permanentemente oscurecidos de los polos lunares. Este será el objetivo de las futuras misiones que viajarán a la Luna para estudiar su superficie.