Las últimas noches han sido una sorpresa de nubes noctilucentes, que brillan en lo más alto de la atmósfera, en zonas donde es muy inusual verlas. En Sevilla o Granada las cámaras de hoteles y observatorios pudieron grabarlas la pasada madrugada, y es probable que fuera la primera vez que se producían en Andalucía, al menos que se tenga constancia.
Es un hecho extraordinario que las nubes más raras que existen en la Tierra se dejen ver en Andalucía. Generalmente, estas formaciones brillantes que también se conocen como ‘nubes mesosféricas polares’ –porque se producen, como su nombre indica, en la mesosfera (entre 50 y 80 km de altitud) –, se producen en latitudes entre los 50 y los 65 º, es decir, en regiones polares.
Se encienden algunas noches de verano (desde mayo hasta agosto, aproximadamente) con un extraño resplandor azul eléctrico. En el Hemisferio sur cobran vida entre noviembre y febrero, durante el verano austral.
Desde el último fin de semana, las nubes noctilucentes, que en inglés se abrevian NLC, se han dejado ver en Berlín, en París o en Madrid. Y más sorprendente aun es el caso de Granada o Sevilla, donde la Giralda y Sierra Nevada se iluminaban con el brillo natural de estas nubes mesosféricas la pasada noche. Estas provincias están en latitudes en torno a los 37 ºN, muy lejos de su ‘hábitat’.
En otras zonas del mundo, en cambio, sí las habían visto antes en latitudes inusuales. Sucedió en Los Ángeles y Las Vegas, por ejemplo, en 2019.
Estas nubes son que cobran tonos plateados y azules muy llamativos son las nubes más altas que pueden observarse en nuestro planeta y, aunque no se sabe exactamente cuál es su origen, parece que “los núcleos de condensación necesarios para su formación provienen de partículas eyectadas a la alta atmósfera por erupciones volcánicas muy potentes y del polvo de restos de meteoritos”, explican de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
El vapor de agua provendría de fuertes corrientes ascendentes asociadas a una circulación meridional mesosférica que recorre el planeta de polo a polo, así como de la oxidación del metano existente en las capas altas de la atmósfera. Aunque la cantidad de vapor de agua es muy escasa, las temperaturas extremadamente bajas que se registran en la mesosfera (inferiores a los -120 °C) serían suficientes para provocar la saturación del aire necesaria para la posterior formación de las nubes noctilucentes.
Una teoría que gana peso tras investigaciones publicadas en los últimos años es que los humanos estamos teniendo que ver en el hecho de que las nubes noctilucentes sean visibles puntualmente en latitudes tan bajas.
Concretamente, un estudio publicado en 2018 en Geophysical Research Letters establecía que la extracción y quema de combustibles fósiles libera dióxido de carbono, metano y vapor de agua a la atmósfera (todos gases de efecto invernadero). Según sus resultados, las emisiones de metano habrían aumentado las concentraciones de vapor de agua en la mesosfera en aproximadamente un 40 % desde finales del siglo XIX, lo que habría duplicado la cantidad de hielo que se forma en esa capa de la atmósfera y habría contribuido a hacer más visibles las nubes noctilucentes en los últimos 150 años.