En el año 2005, el entonces presidente de la estadounidense Universidad de Harvard, Lawrence Summers, teorizó que tan pocas mujeres eran las que destacaban en el mundo de la ciencia porque simplemente no eran inherentemente buenas en ello. "Los problemas de aptitud intrínsa", dijo Summers, como el "coeficiente intelectual general, la capacidad matemática y la capacidad científica" mantuvieron a muchas mujeres fuera del campo.
Sus comentarios causaron una tormenta de fuego. Summers se disculpó públicamente y un año después se fue de Harvard, pero este tipo de manifestaciones parece que nunca mueren y en términos similares se pronunciaron Christopher Hitchens (2007) y James Damore (2017).
Según la investigación llevada a cabo por Claire Suddath, los hombres, durante cientos de años, han estado afirmando que la biología, no el sexismo, era el culpable de la falta de mujeres en los campos dominados por los hombres. "Nada me gustaría más que demostrar que estoy equivocado", apuntó Summers en 2005. Bueno, 16 años después, parece que su deseo se hace realidad.
En un nuevo estudio publicado en Neuroscience & Behavioral Reviews, Lise Eliot, profesora de neurociencia en la Universidad Rosalind Franklin, analizó 30 años de investigación cerebral (principalmente fMRIs y estudios postmortem) y no encontró diferencias cognitivas significativas entre hombres y mujeres.
Los cerebros de los hombres eran en promedio aproximadamente un 11% más grandes que los de las mujeres, al igual que sus corazones, pulmones y otros órganos, porque el tamaño del cerebro es proporcional al del cuerpo. Pero así como las personas más altas no son más inteligentes que las personas más bajas, Eliot y sus coautores encontraron que tampoco los hombres eran más inteligentes que las mujeres. Y ni eran mejores en matemáticas o peores en el procesamiento del lenguaje.
En dicho artículo, reconocen que los estudios psicológicos han encontrado rasgos de personalidad de género (agresión masculina, por ejemplo) pero a nivel cerebral esas diferencias no parecen surgir. Es cierto que más hombres son diagnosticados con autismo y mujeres con Alzheimer, señala Eliot, pero esas diferencias pueden atribuirse a factores distintos de la composición cerebral. Cuando Hans Asperger definió por primera vez lo que llamó "psicopatía autista", en 1944, por ejemplo, se centró sólo en los niños, limitando efectivamente los criterios diagnósticos durante las próximas décadas.
Los hallazgos de Eliot se hacen eco de los de la neurocientífica cognitiva Gina Rippon, cuyo libro 'The Gendered Brain' argumentó que "un mundo de género crea un cerebro de género", y no el cerebro en sí.