La tarde del martes 20 de octubre, los científicos de la NASA que monitoreaban las maniobras de la nave OSIRIS-REx celebraran con vítores y codos (puesto que los abrazos no son para el 2020) el éxito de la misión. Por primera vez, se ha conseguido recoger muestras de un asteroide, Bennu, para estudiarlas cuando lleguen de vuelta a la Tierra, que será en 2023.
La misión es de las más complicadas que se han realizado hasta ahora. La principal dificultad se encuentra en la superficie de Bennu, escarpada, con cantos rodados del tamaño de una casa, forma de diamante, que viaja a una velocidad de unos 50 kilómetros por segundo y, por si fuera poco, gira sobre sí mismo. No es un asteroide fácil para maniobrar.
El programa empezó hace cuatro años, cuando la NASA se puso el reto de orbitar este asteroide del tamaño de un rascacielos para averiguar más sobre el origen de la Tierra y sobre las rocas que podrían impactar en un futuro contra nuestro planeta. Es el objeto más pequeño que ha orbitado la NASA. Aunque llevará unos días confirmar que la recogida de muestras ha salido bien, todo apunta a que la parte más complicada se ha superado el martes 20 de octubre.
La hazaña llevó cuatro horas de maniobras que se realizaron remotamente. El equipo de científicos dirigía la nave que se encontraba a 330 millones de kilómetros de la Tierra y lo hacía –aquí viene el mayor obstáculo– a destiempo, puesto que los comandos tardan en viajar unos 18 minutos hasta el satélite.
Todo ello, para aterrizar durante tan solo 10 segundos y recolectar con el brazo robótico de OSIRIS-REx los al menos 60 gramos de tierra y grava que revelarán los secretos de Bennu. Fue a las 18:12 EDT cuando la nave besó la superficie del asteroide. Lo hizo utilizando gas nitrógeno para remover las rocas y poder recolectar las muestras, lo cual quedó grabado y podrá revisarse a lo largo de la semana por el equipo de la misión, que confirmará si las muestras recogidas son suficientes.
Se cree que Bennu es rico en carbono y agua, elementos esenciales para la vida y presentes en la Tierra, por lo que los científicos piensan que quizá el asteroide tenga mucho que contar sobre la formación de nuestro planeta azul.
Las muestras llegarán a la Tierra para ser analizadas, según lo previsto, en septiembre de 2023.