Se habla poco de ellos, pero son fundamentales en el desarrollo de las vacunas. Y actualmente, con tantas vacunas ensayándose a la vez en todo el mundo, hay un problema: que no hay para todos. Hablamos de los macacos, los monos en los que se prueba la vacuna antes de ensayarla en humanos. La superproducción de vacunas para la covid-19 ha traído consigo un efecto colateral inesperado: faltan monos para tanta vacuna.
Porque no hablamos de cualquier mono, sino de ejemplares criados especialmente para fines científicos, es decir, de “monos de laboratorio”. El año pasado, cuando el coronavirus empezó a hacer estragos, ya se vio el problema: en el mundo no había tantos monos de este tipo. El laboratorio chino Yisheng Biopharma advertía de ello y hacía saltar las alarmas. Porque ante la escasez y la enorme demanda, además, el precio se empezó a disparar.
David Shao, jefe de ése laboratorio, explicaba que si antes de la pandemia pagaban entre 10.000 y 20.000 yuanes por cada mono (entre 1.250 y 2.500 euros), tras la aparición de la covid-19, el precio se multiplicó por diez. Se ha disparado hasta los 12.500 euros por cada ejemplar de “macaco rhesus”, la especie más parecida a los humanos.
Cuando llegó lo peor de la pandemia, las empresas dedicadas a suministrarlos a las farmacéuticas estaban desesperadas. Mark Lewis, director ejecutivo de Bioqual (que trabaja para Moderna o Johnson & Johnson) lo cuenta en el New York Times. “Perdimos trabajos porque no pudimos suministrar a los animales en tan poco tiempo”. Las primeras vacunas consiguieron salir adelante. Pero el problema sigue ahí. Centros de investigación de todo el mundo se enfrentan a escasez de suministro, cuando llega el momento de realizar los ensayos.
Pero es que, además, hay un problema añadido. El principal proveedor de estos monos es China. Estos animales se crían en granjas de las provincias del sur y desde allí se exportan a todo el mundo. Pero tras originarse la pandemia, en febrero del año pasado, China prohibió el consumo y el comercio de animales salvajes. Eso afectó, y sigue afectando, a los macacos que suministraban a centros de investigación fuera de sus fronteras. “El cierre del mercado chino afecta a todo el mundo, porque hay mucho menor número de animales disponibles”, asegura Lewis.
Los científicos confiaban en que la prohibición sería transitoria. El Ministerio del Exterior del país asiático aseguró en su momento que “en cuanto mejore la situación internacional y se cumplan las condiciones para importar y exportar, China sopesará aprobar la reanudación de las importaciones y exportaciones”. Pero de momento, no lo ha hecho. Y llegados a este punto, surgen varias preguntas: ¿Por qué monos? ¿Por qué China? ¿Se podría ensayar con otro animal? ¿Se crían monos de laboratorio fuera de China?
Los monos son los animales que tienen el sistema inmunitario más parecido al nuestro. Y además, por su parecida biología, se les pueden hacer pruebas con hisopos nasales y escanear los pulmones. De entre todos ellos, el "macaco rhesus" es el mejor, porque su secuencia de ADN tiene una similitud de más del 90% con la de los humanos.
Y lo que se ha visto con las vacunas de la covid-19 es que, cuando se infecta, padece síntomas similares a los que sufrimos las personas: problemas respiratorios, daño pulmonar, altas cargas virales en la nariz y garganta. No es el único tipo de macaco que se utiliza en los ensayos, no obstante, también se usa el macaco cynomolgus.
Pero los monos no son los únicos animales que se utilizan en los ensayos. Antes de llegar a ellos, hay que probar la vacuna, o el medicamento, en ratones de laboratorio. Las de la covid-19 se están probando en ratones humanizados, es decir, ratones modificados genéticamente para que reproduzcan exactamente la infección que provoca este virus en los humanos. Y con ellos, por cierto, hay el mismo problema: la escasez. Para las empresas que los suministran, cada vez es más difícil satisfacer la alta demanda.
Las tres vacunas españolas contra la covid que se ensayan en el CSIC se han enfrentado a este problema. Estos ratones “no son fáciles de diseñar ni de conseguir”, contaba a NIUS hace ya meses Sonia Zúñiga, investigadora del laboratorio de Enjuanes. Juan García Arriaza, del laboratorio de Mariano Esteban, explicaba que en paralelo a los ratones, ellos estaban realizando pruebas en hámsters. Y su vacuna, que es la que va más adelantada, está ahora a la espera de recibir macacos para poder continuar los ensayos.
Porque no queda otra. Los monos son el último paso necesario para ensayar la seguridad de vacunas antes de probarlas en humanos. Y los científicos aseguran que es casi imposible encontrar sustituto para probar las vacunas contra la COVID-19.
China es el mayor exportador del mundo de monos de laboratorio, seguido de India. Y Estados Unidos es el principal importador, seguido del Reino Unido. EE.UU. depende casi totalmente de China para conseguir sus monos. En 2019, antes de la pandemia, China ya les suministraba más del 60% de los 33.000 macacos que se utilizaban en ese país. Y esto lleva décadas siendo así, desde que dejaron de importarlos de India, a finales de los años 70.
Pero la pandemia les ha obligado a replantearse esta relación de dependencia, y EE.UU. estudia crear su propia reserva donde criarlos. Porque, dada la situación, y teniendo en cuenta las pandemias que vendrán, tener garantizado el suministro de estos animales es esencial. Cada vez son más los científicos estadounidenses que se lo reclaman al gobierno.
Hasta ahora, la reserva no se ha creado por la cantidad de dinero y de tiempo que implica poner en marcha un programa de reproducción de estos animales. Skip Bohm, subdirector del Centro de Investigación de Primates de la Universidad de Tulane, explica al New York Times que la idea partió hace ya diez años de todos los centros del país, que proponen “hacer algo parecido a una reserva estratégica de petróleo, que pueda usarse en caso de emergencia”.
En EE.UU. hay siete centros como el de Tulane, asociados con universidades y financiados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH). En ellos viven 25.000 monos de laboratorio. Desde que empezó la pandemia, entre 600 y 800 de ellos han participado en proyectos de investigación relacionados con la covid, tanto de vacunas como de fármacos.
En 2018, convocados por los NIH, los científicos ya discutieron sobre los desafíos a los que se enfrenta el suministro de primates en EE.UU. “Si China decide cerrar el grifo, estaremos en graves problemas”, advertía entonces Jeffrey Roberts, del Centro de Investigación de Primates de California. Todos coincidieron en que “la necesidad de criar macacos cynomolgus en el país es esencial y, si no se satisface, podría poner en peligro la investigación biomédica en Estados Unidos”.
Era diciembre de 2018, y los expertos ya avisaban de que era urgente actuar. “Quizás ya sea demasiado tarde para abordar esta necesidad”. El tiempo ha demostrado que sí lo era. Un año después, el debate se ha reavivado, pero aún no hay decisión al respecto.
Mientras, la demanda mundial de macacos para investigar es creciente y estratosférica. Incluso en China, con una reserva de 45.000 monos bajo el control del gobierno, los científicos también se quejan de escasez. Hubei Topgene Biotechnology cría monos para su propia investigación y para exportarlos, sobre todo a EE.UU. Pero, actualmente, la empresa asegura que no tiene suficientes animales para realizar sus propios experimentos.
¿Pero de cuántos monos para investigación hablamos en todo el mundo? No es fácil contar con cifras actualizadas. Un estudio del año 2004, que revisó miles de publicaciones científicas en las que se había experimentado con monos, cifraba en 41.000 los primates utilizados. Han pasado casi veinte años. En 2016, se calculaba que existían unos 150.000 ejemplares de macacos en todo el mundo destinados a la investigación.
Aunque en lugares como la Unión Europea, su uso había ido disminuyendo en los últimos años, por motivos éticos, y la regulación es más estricta. La Unión Europea no importa tantos macacos desde China como desde Isla Mauricio, que tiene un importante centro de suministro. Cada año exportan hasta 10.000 monos, casi la mitad a la UE. Pero también allí, las instalaciones de cría advierten ahora de que están al máximo de su capacidad y que no es posible cubrir la demanda actual.
El hecho es que si controlas un eslabón clave de la cadena, puedes hacer que la cadena se rompa. Y en la cadena de desarrollo de una vacuna, los monos lo son. Por lo que todo esto plantea, entre otras cosas, la cuestión de si China, que controla gran parte del mercado, acabará controlando también el desarrollo de vacunas y fármacos en el futuro.
De momento, la escasez de monos está retrasando los ensayos de las vacunas en marcha para la covid. Y tiene, además, otra derivada igual de preocupante: los científicos que investigan otras enfermedades, como el alzhéimer o el sida, aseguran que sus investigaciones también se están retrasando mucho, porque los ensayos para la covid tienen prioridad. También, en el acceso a los monos.