La imagen es cada vez más devastadora en California. En lo que va de 2020, se han producido más de 8.000 incendios, en los que han ardido más de 15.000 kilómetros cuadrados. En total, se han perdido hasta el momento 28 vidas en el estado y más de 7.500 estructuras. Por cada vecindario que vuelve a la normalidad después de ser desalojado, varios miles de personas huyen despavoridas del fuego en otras zonas.
Los últimos incendios de grandes dimensiones son los bautizados ‘Glass Fire’, que ha obligado a 50.000 personas a dejar sus casas en Napa y Sonoma, y ‘Zogg Fire’, responsable de la muerte de tres personas en el condado de Shasta. La destrucción es masiva. El gobernador de estas regiones, Gavin Newsom, se ha visto obligado a declarar el estado de emergencia, y ha solicitado una Declaración Presidencial de Desastre Mayor para ayudar en la recuperación de varios condados de California.
Estas zonas que se reducen desde el fin de semana a cenizas son famosas por sus viñedos y bodegas, que ahora los propietarios dejan atrás al quedarse sin opciones. Los bomberos necesitan de toda la colaboración ciudadana con que puedan contar, ya que uno de los problemas que se están planteando desde hace semanas es la necesidad de evacuar también a los animales.
Como resultado, el aire se ha teñido de rojo y regiones como Sacramento alerta a la población por la mala calidad del aire y se dan indicaciones sobre cómo protegerse del humo y las cenizas. El índice de contaminantes en algunos casos está haciendo que la calidad del aire pase del nivel ‘muy insalubre’ a ‘peligroso’.
La Organización Meteorológica Mundial ya ha avisado de que las condiciones meteorológicas no pintan bien para la extinción de los incendios. Todo apunta a que las temperaturas seguirán demasiado elevadas para sofocar el fuego, y la sequía podría prolongarse varios meses. Una situación que se agrava, dice esta institución, por el cambio climático.