Los océanos de nuestro planeta viven una cruda realidad: toneladas de microplásticos flotando en el mar que terminan en el estómago de las especies marinas. Un equipo de biólogos de Río de Janeiro, en Brasil, ha encontrado una alarmante cantidad de ellos durante sus expediciones en las costas del país carioca.
No salen de la nada. Somos nosotros, con nuestras acciones, quienes causan el deterioro de la fauna que vive en el mar. La basura compuesta de plástico que arrojamos al agua se descompone lentamente en pequeñas piezas, muy peligrosas, que los peces y otros animales inevitablemente se acaban tragando.
Durante lo peor de la pandemia de coronavirus, la utilización de plásticos de un solo uso aumentó como medida de higiene entre los seres humanos, pero una parte importante terminó donde no debía, en el fondo del mar.
Un estudio realizado en el año 2020 apunta a que el incremento de plásticos en los mares repuntará de 11 a 29 millones de toneladas cada año. Esto dibuja un escenario imposible para 2040, con casi 600 millones de toneladas flotando en los océanos, comprometiendo la salud de los que viven en el agua y la nuestra.
Los plásticos que encontramos en superficie solo son la punta de iceberg, ya que representan menos del 15% de todos los que hay en el mar. Actualmente se han identificado cinco zonas de concentración conocidas como "sopas" de plásticos: una en el Índico, dos en el Atlántico (Norte y Sur) y dos en el Pacífico (Norte y Sur).
Estas zonas superficiales tienen una elevada concentración de microplásticos. En las costas y el litoral también se pueden encontrar altas concentraciones de plásticos, especialmente en regiones con altas poblaciones costeras, con sistemas de gestión de residuos inadecuados, pesquerías intensivas, o turismo elevado.
En el Mediterráneo también encontramos una gran cantidad de microplásticos, similar a las de las "sopas" de plásticos. De hecho, entre un 21% y 54% de todas las partículas de microplásticos del mundo se encuentran en la cuenca del Mediterráneo.