Hace 3,2 millones de años vivió en la Tierra un homínido llamado Lucy, cuyo esqueleto es el más antiguo que se ha encontrado nunca de un ancestro humano. Ahora, una nueva y asombrosa reconstrucción hiperrealista realizada conjuntamente por artistas y científicos nos permite saber cómo era físicamente, con más detalle y más exactitud que en recreaciones anteriores.
La reciente colaboración entre científicos y artistas para reproducir los aspectos de Lucy y otro antepasado de los humanos, conocido como ‘el niño Taung’, ha buscado corregir lo que perciben como recreaciones 'racistas y misóginas' del pasado.
Taung vivió más tarde que Lucy, hace 2,8 millones de años. Tan solo vivió 3 años, según se ha estimado por sus restos, hallados en lo que hoy es Sudáfrica, pero los investigadores tienen claro que se parecía bastante más a los humanos de hoy en día que su también antepasada, Lucy.
Las reconstrucciones de los antepasados humanos que habitaron el planeta hace cientos de miles o millones de años se han vuelto cada vez más populares por la fascinación creciente por saber qué aspecto tenían y por el conocimiento que pueden aportar.
Por ello, hace 10 años los doctores Kari Anderson y Maciej Henneberg analizaron la metodología que se usaba para realizar estas reconstrucciones e identificaron una serie de problemas. Ahora, un grupo de investigadores ha ampliado ese trabajo en un artículo que se publica en ‘Frontiers in Ecology and Evolution’.
“Me interesé por primera vez en reconstruir homínidos después de ver la exhibición de Lucy en el Museo de la Creación 'Respuestas en Génesis' en Petersburg, Kentucky. Al comparar esta reconstrucción de Lucy con sus muchas otras reconstrucciones en todo el mundo, me sorprendió descubrir que todas se veían muy diferentes”, dice Ryan M Campbell, estudiante de doctorado de Universidad de Adelaide, que ha participado en el estudio. Tanta discrepancia le llevó a pensar que quizá nadie había representado a Lucy como realmente era.
“En realidad, muchas de las reconstrucciones anteriores han estado muy influenciadas por cuentos imaginarios sobre lo que es 'primitivo' y 'salvaje', versus lo que es 'civilizado' y 'moderno'”, dice el profesor Rui Diogo, de la Howard Universidad, en una entrada de blog. “Un ejemplo que analizo extensamente en mi nuevo libro es cuántas representaciones de Lucy tienden a mostrarla sola en la amplia sabana con su 'esposo' y 1 o 2 hijos, mientras que los datos empíricos disponibles nos dicen que tal concepto de un La pequeña familia nuclear es en realidad una construcción muy reciente de la historia humana”, continúa.
Los artistas que han ‘materializado’ a Lucy usaron moldes de silicona pigmentada, con el tono de piel de Lucy similar al de un bonobo (Pan paniscus), mientras que Taung mostraba más similitud con los humanos que hoy habitan Sudáfrica.
Ahora bien, ser exactos en la reconstrucción no iba a ser fácil. Los investigadores quisieron alejarse lo máximo posible de la intuición y atenerse a lo que se conoce sobre estos ancestros humanos. Para el niño Taung, por ejemplo, el cerebro original –bien conservado– fue imitado con técnicas de moldeado y yeso, por lo tanto la parte complicada fue la representación del rostro: los músculos, la piel y tejidos blandos.
Finalmente realizaron dos reconstrucciones, una más parecida a un mono y otra a los humanos, para mostrar las dos interpretaciones.
En el caso de Lucy fue más complicado porque faltaban más piezas de su cráneo, aunque su mandíbula, por ejemplo, estaba bastante completa. Esto ayudó mucho a los artistas. Utilizaron datos del grosor de la piel de los humanos modernos para hallar cuál era el grosor de los homínidos anteriores, aunque reconocen que no llegaron a una conclusión clara. Aseguran, no obstante, que su recreación es más precisa que las anteriores.
Por último, los investigadores recrearon a Amud 1, un espécimen neandertal más parecido a los humanos actuales. Esto facilitó el trabajo a los escultores, aunque también fueron necesarios muchos cálculos para dar con sus rasgos faciales.