El panorama en la mayor ciudad de la selva amazónica brasileña es desolador. Los ríos han crecido a niveles que no se veían desde hacía más de un siglo, ahogando los hogares de medio millón de personas. Los residentes achacan las inundaciones a la creciente deforestación y el cambio climático.
El más caudaloso de todos los afluentes del río Amazonas, el Río Negro, ha crecido a niveles que nunca se han visto en los registros, que se iniciaron en 1902, con casi 30 metros de profundidad.
Los residentes de Manaos, la ciudad más grande de la selva tropical brasileña, hacen frente como pueden a sus aguas desbordadas por las fuertes lluvias que están sumergiendo la región, en canoas o barcas improvisadas. Los ríos cercanos de Solimoes y Amazonas también se aproximan a máximos históricos.
“Si el agua sube dos centímetros más toda la casa quedará sumergida”, dice un residente, que se queja de que la ayuda no llega y la situación es extrema.
Desde la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA), achacan las inundaciones históricas al cambio climático y la acción humana, que influyen en fenómenos extremos como el fenómeno de La Niña, un enfriamiento anómalo del Pacífico tropical que se ha prolongado durante meses y afecta a los patrones climáticos globales.