Incendios zombis, incendios remanentes, incendios de hibernación… Hay varias maneras de llamarlos pero todos estos términos se refieren a un mismo fenómeno: el del fuego invisible. En los últimos años, las llamas adquieren una gravedad y una extensión tal durante el verano que ni siquiera la nieve y las lluvias del invierno consiguen apagarlas. Y, según una nueva investigación, este tipo de incendio forestal será cada vez más frecuente por el cambio climático.
“Los incendios latentes son incendios en llamas que han entrado en 'modo de ahorro de energía'”, explica Rebecca Scholten, de Vrije Universiteit Amsterdam. Los incendios comienzan en la superficie y luego continúan ardiendo en el suelo o debajo de las raíces de los árboles durante el invierno. "Estos incendios solo sobreviven en función de los recursos que tienen, oxígeno y combustible, y pueden volver a convertirse en incendios en llamas una vez que las condiciones sean más favorables", señala en nota de prensa de la NASA.
En su investigación (publicada en 'Nature'), Scholten y sus colegas muestran que los bosques boreales de Alaska y los Territorios del Noroeste de Canadá son especialmente propensos a los incendios que sobreviven al invierno, donde pueden quemar profundamente la capa orgánica del suelo.
Combinando datos de incendios terrestres con datos de detección de incendios de los instrumentos del espectrorradiómetro de imágenes de resolución moderada (MODIS) de la NASA en los satélites Terra y Aqua, los científicos encontraron una manera de identificar los incendios invernales en función de sus características únicas. Estos incendios tienden a surgir cerca del incendio original y se encienden a principios de año en comparación con los incendios causados por rayos y personas.
Los científicos encontraron que entre 2002 y 2018, los incendios invernales generalmente representaron una pequeña cantidad del área total quemada en la región. Pero en años individuales, después de temporadas cálidas y severas de incendios, ese número puede aumentar. En 2008 en Alaska, por ejemplo, los incendios invernales representaron el 38 por ciento del área quemada.
"Para mí, el simple hecho de que estos incendios existen y ocurren cada dos años fue probablemente el hallazgo más sorprendente", dijo Scholten. También señala que la detección temprana podría ayudar con el manejo de incendios y reducir la cantidad de carbono, almacenado en grandes cantidades en los suelos orgánicos de la región, que se libera a la atmósfera durante los incendios.
El estudio apunta a numerosos incendios que pasaron el invierno después de los grandes años de incendios de Alaska de 2009 y 2015, aunque también pueden ocurrir después de otros años calientes y activos de incendios.
“Aunque nuestro registro satelital de estos incendios en sí mismo es demasiado corto para observar las tendencias a largo plazo, encontramos que el número de incendios que perduran durante el invierno está fuertemente relacionado con las temperaturas de verano y las grandes temporadas de incendios”, dijo Scholten. "Y para estos sí vemos una tendencia al alza pronunciada (veranos más calurosos y más áreas quemadas) con un calentamiento climático continuo", concluye.