Hace cien años, mucho antes de que se empezara a hablar de la inteligencia artificial tan en boga hoy, hubo un inventor español, Leonardo Torres Quevedo, que se adelantó a su tiempo al crear la primera máquina de la historia capaz de jugar al ajedrez.
El inventor cántabro diseñó en 1913 la primera versión del Ajedrecista, como se llamaba ese autómata, y ahora se celebra el centenario de la versión perfeccionada que presentó en 1923, explica en una entrevista con EFE el escritor y periodista malagueño especializado en ajedrez Manuel Azuaga.
"En el primer autómata, el tablero estaba en vertical y luego se colocó horizontal y se mejoró con elementos como las voces, porque era capaz de avisar de los jaques y de los jaques mate, algo increíble y futurista en ese momento", resalta.
Azuaga, que este martes participará en un coloquio para conmemorar el centenario en el Museo Torres Quevedo de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid, precisa que la máquina en realidad no jugaba una partida completa, sino que comenzaba "desde una posición de rey y torre blancos contra rey negro".
"Esa posición en ajedrez ya es ganadora", apunta Azuaga, que añade que la máquina, a partir de una orden de computación mecánica, "sabía en función de los movimientos del rey negro cómo combinar el rey y la torre blancos para darle el mate, por eso siempre ganaba".
En el apartado de curiosidades, esta máquina construida con un armazón de madera y con apariencia de piano de cola, que movía las piezas con un sistema de electroimanes, tuvo adversarios ilustres en el tablero como el rey Alfonso XIII, que "jugó contra la primera versión del Ajedrecista, que por supuesto le derrotó, porque para eso era el autómata".
Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII, visitó en 1922 el taller de Torres Quevedo y vio allí la máquina, pero no pudo jugar contra ella porque en ese momento estaba siendo mejorada para su nueva versión.
Torres Quevedo recibió un mayor reconocimiento en Francia, donde el periódico Le Figaro llegó a calificarle como "el más prodigioso inventor de su tiempo".
En su carrera diseñó múltiples inventos como el primer dirigible español, el transbordador Spanish Aerocar, que desde 1916 cruza las cataratas del Niágara (Canadá) y todavía se mantiene en uso, o el denominado Telekino, un pionero del actual mando a distancia que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas.
Pero, de vuelta a su Ajedrecista, supuso sentar "los cimientos de lo que luego desarrolló la inteligencia artificial relacionada con el ajedrez".
"Podríamos trazar una línea desde Torres Quevedo hasta la actual AlphaZero, la máquina que aprendió a jugar al ajedrez por sí misma, que es imbatible y que calcula millones de jugadas por segundo", asegura Azuaga, que resalta la íntima vinculación entre el ajedrez y la inteligencia artificial.
Recuerda al respecto las palabras del matemático soviético Alexander Kronrod, quien sostenía que "el ajedrez es la drosophila de la inteligencia artificial", porque veía un paralelismo con la importancia que tiene la drosophila, la mosca de la fruta, como insecto experimental en la Biología y la Genética.
"Si se empieza a investigar sobre inteligencia artificial, todo ha estado relacionado con el ajedrez. Desde que los padres de la inteligencia artificial, como Alan Turing, Claude Shannon o Marvin Minsky, empezaron a poner sus cimientos, trabajaron en el campo experimental de las 64 casillas y hay un vínculo real con el autómata de Torres Quevedo, porque seguro que lo tomaron como base", comenta.
Manuel Azuaga desconoce si Torres Quevedo fue un buen ajedrecista, pero sí está convencido de que "le fascinaba crear un autómata que supiera jugar al ajedrez, porque le parecía la mayor de las proezas que una inteligencia autómata pudiera desarrollar".