Geoffrey Hinton, quien fuese galardonado con el Premio Princesa de Asturias el año pasado, considerado por muchos como ‘el padrino de la IA’, la Inteligencia Artificial, ha dejado su puesto en Google para denunciar los peligros que, a su juicio, entraña esta tecnología.
El reconocido informático británico reniega ahora de un trabajo que cree que tienen grandes riesgos para la humanidad, temeroso quizás de que el avance logrado sea tal que, en las manos incorrectas, pueda tener consecuencias completamente indeseadas.
"Me consuelo con la excusa habitual: si no lo hubiera hecho yo, lo habría hecho otro”, señalaba en una entrevista a New York Times, dando cuenta de los pasos agigantados que se han ido dando en esta materia.
Tal es el caso que, recientemente, por ejemplo, uno de los últimos inventos que han surgido se centra en un decodificador que pretende ser capaz de leer los pensamientos del cerebro por medio de la IA. Diseñada en la Universidad de Austin, en Texas, lo que hace es traducir la actividad cerebral y convertirla en un idioma de los que conocemos; el inglés, en este caso.
Ello tendría aplicaciones prácticas evidentes, como como ayudar a los pacientes sin habla y que no pueden escribir. No obstante, el sistema no es perfecto y necesita escáneres cerebrales grandes y costosos, pero se prevé que eso cambie rápidamente a formatos portátiles y fáciles de usar. El problema, no obstante, es también la inquietud que una herramienta así puede generar ante un hipotético avance tecnológico mayor: se podría tener acceso a nuestros secretos más íntimos. Quizá incluso a aquellos que no nos contamos ni a nosotros mismos.
En ese escenario, los expertos creen que la regulación de la intimidad cerebral será uno de los grandes debates los próximos años. Abrir la puerta a los enigmas de la mente es, quizás, la última frontera.