Testigo silenciosa de nuestros tiempos, musa e inspiración de poetas, músicos, pintores y otro sinfín de artistas eclipsados por su brillo, la Luna, siempre fiel a nuestra noche, es muchísimo más que ese satélite que nos vigila incansable desde el cielo; muchísimo más que una fuente de luz que ilumina la oscuridad en nuestra Tierra. La Luna juega un rol valioso y “sutil” en la evolución de la vida en nuestro planeta. Así lo explica Eva Villaver, astrofísica, investigadora, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y autora del libro ‘Las mil caras de la Luna’, en el que nos transporta hasta nuestro satélite a través de un viaje extraordinario que explora su riqueza e influencia.
“La Luna, nuestro satélite, además de ser una fuente de luz en la noche oscura, estabiliza el eje de giro de nuestro planeta. Es un satélite grande, si lo comparamos con el tamaño de nuestro planeta, y debido a ello el eje de giro de la Tierra no está sujeto a inestabilidades caóticas que modifican el clima, como le ocurre por ejemplo al planeta Marte. Modificar esta inclinación significaría que los polos no siempre estarían fríos y que el ecuador no siempre estaría caliente, y precisamente esa estabilidad del eje de rotación creemos puede jugar un papel importante en la aparición de la vida en la Tierra”, explica Eva Villaver a Informativos Telecinco.
Más allá, la Luna, que en la antigüedad llegó a usarse como referencia para medir la longitud del mes, “cambia el ritmo de rotación de nuestro planeta con el tiempo”.
“Desde que se formó nuestro planeta, su velocidad de giro no ha sido siempre la misma, lo que a su vez ha repercutido en la variación en la duración de los días. Y la responsable de ese cambio es la Luna. En la época de los dinosaurios, el día duraba solo veintidós horas, frente a las veinticuatro actuales, y continúan haciéndose cada vez más largos”, añade Villaver.
Dibujada en los mares entre olas de mitos y realidad, la luna siempre ha estado rodeada de misticismo, romanticismo y misterio. El acervo cultural da buena cuenta de ello, reflejando las creencias formadas, modificadas y difundidas a lo largo del tiempo. Desde una supuesta influencia sobre el embarazo hasta la repercusión de las fases de la luna en el humor y el estado de ánimo, muchas han sido las elucubraciones creadas en torno a ella. No en vano, innumerables son también las veces en las que el cine las ha llevado a la exageración, convirtiendo en un ‘lunático’ hombre lobo a quien antes de la luna llena era una persona llana, calmada y formal.
“La influencia de la Luna en la psicología o en los partos forma parte de la creencia popular y no hay evidencia que demuestre que es real”, subraya Eva Villaver, que no obstante nos explica que “a pesar de más de cincuenta años de estudios que demuestran que nuestro satélite no tiene ningún poder para causar desórdenes mentales, la creencia de que afecta al número de suicidios, homicidios o ingresos en hospitales psiquiátricos persiste”.
En este sentido, señala que “un estudio de 1995 concluyó que un 81% de los profesionales de la salud mental aún creen que la gente actúa de manera extraña durante la luna llena”. Y tan arraigada y llevada al extremo llegó a estar esta creencia en algunos lugares que, “en el siglo XIX, en el Hospital Real de Bethlem de Londres, era práctica común atar, encadenar, azotar y privar de alimentos a los pacientes mentales de acuerdo con la fase que mostrase la luna en el calendario. Se creía, además, que su influjo se dejaba sentir en los ataques de locura y epilepsia. El origen de la creencia “no está claro”, indica Villaver, “pero se sabe que ya existía en las antiguas Grecia y Roma”.
Los efectos de la luna en nuestro cuerpo no son perceptibles. Solo se aprecian en las masas grandes. “La masa de agua de nuestro cuerpo es muy pequeña para que tenga una influencia real en nosotros”. Lo que sí es un hecho constatado es que la Luna “por supuesto, tiene influencia en las mareas”. “Su efecto gravitatorio (y también del Sol) sobre las grandes masas de agua líquida de nuestro planeta provocan las mareas altas y bajas y las mareas vivas. Es un efecto real y medido”, explica Villaver.
A este respecto, cabe mencionar que la astronomía ha tenido también un papel estratégico en el transcurso de importantes acontecimientos históricos. Como ejemplo, en el famoso desembarco de Normandía, tal como publicaba Donald Olson en un artículo de Sky & Telescope, los efectos de la fase lunar en las mareas desempeñaron un papel crucial en la fecha seleccionada para el desembarco. El ‘Día D’ no fue escogido al azar. Tardaron más de un año en planear el ataque, y estudiar el comportamiento de las marea era fundamental para la estrategia aliada.
Dados los continuos avances de la ciencia y la tecnología y la incansable carrera por la innovación, no era difícil imaginar que pronto íbamos a tener noticias sobre la ambición de las grandes potencias de diseñar una suerte de ‘luna artificial’. En octubre del pasado año, los rotativos de distintos rincones del mundo se llenaban de información al respecto de las pretensiones de China de crear una luna artificial con la previsión de lanzarla en 2020 en la ciudad de Chengdu, al sudoeste del país. A priori, aseguran que sería ocho veces más brillante que nuestro satélite, y defienden que el objetivo por el que se trabaja en su creación es para ahorrar en electricidad. La cuestión que surgió entonces, y la que sigue presente a la hora de pensar en semejante proyecto es obvia: ¿No sería esto peligroso precisamente para el ritmo de la vida de algunos seres vivos? ¿No tendría un impacto negativo?
La respuesta de la astrofísica Eva Villaver es clara: “Hay numerosas iniciativas que surgen desde la astronomía profesional para proteger los cielos nocturnos frente a la iluminación artificial. El cielo nocturno debería considerarse patrimonio de la humanidad y en algunos lugares, como por ejemplo en la isla de La Palma, se protegen los cielos de contaminación lumínica exigiendo que la iluminación instalada en las ciudades no escape hacia arriba. La iluminación humana afecta a especies animales que son nocturnas. También nos afecta a nosotros los humanos. Mucha iluminación afecta a nuestro ciclo de sueño y se está demostrando que dormir es fundamental para la salud. El espectáculo de una noche oscura estrellada es algo a lo que todos los habitantes del planeta deberían tener acceso”.
“Las pruebas están ahí para quien quiera verlas”. Para orgullo de la Ciencia, y a pesar de los escépticos, la Luna es el único cuerpo celeste pisado por el ser humano. Fue justo hoy hace 50 años cuando la misión espacial tripulada Apolo 11 fue lanzada para llegar a la superficie terrestre. El 20 de julio de ese mismo año, 1969, el ser humano plasmó su huella sobre el satélite dando paso a uno de los momentos más trascendentales de nuestra historia. “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Así lo definió el estadounidense Neil Armstrong al pisar la Luna.
Hoy, la NASA multiplica sus esfuerzos para volver a pisarla. Es 2024 la fecha elegida para conseguirlo e intentar establecer allí una base lunar permanente para poder regresar con determinada asiduidad; para sentar una base de operaciones que permita, aún más, centrar la mirada en Marte.
“Llegar a la Luna es factible y establecer bases permanentes también”, indica Villaver. Habría que desarrollar una serie de tecnología que todavía no está disponible pero que podría estarlo con la financiación adecuada”.
“Marte es más complicado. Quizás estudiando cómo sobrevivir en un entorno hostil para nosotros, como la Luna o Marte, consigamos crear las herramientas colectivas que nos permitan solucionar a tiempo el problema que hemos creado en la Tierra con las emisiones en nuestra propia atmósfera”, subraya la astrofísica, poniendo el foco en la preocupante situación en la que nos encontramos en la actualidad, con numerosas voces de científicos y especialistas clamando desde uno y otro rincón del mundo por la justicia climática; por cuidar y ser solidarios con nuestro medio ambiente; por trabajar de forma conjunta y decidida por frenar el cambio climático.
“Mucha gente ve en Marte o en la Luna un lugar a donde ir si nuestro planeta se hace inhabitable para nosotros. Nada más lejos de la realidad. No existe alternativa a la Tierra, tenemos que solucionar el problema que hemos generado aquí. Nuestra atmósfera ofrece protección frente a radiación. Por ejemplo, sin traje espacial un astronauta en la superficie lunar tendría quemaduras solares en tan solo diez segundos. Lo que hace la atmósfera a cada instante de nuestra existencia (protege de la radiación solar, de los impactos de los micrometeoritos, nos permite respirar) tenemos que recrearlo y llevarlo con nosotros cuando salimos de su delicado manto protector”, explica Villaver.
En el mágico universo más allá de nuestra Tierra, las estrellas brillan fruto de las reacciones nucleares que surgen en su interior. “Son gigantescos reactores nucleares de fusión” que, sin embargo, también se apagan. “Todo combustible se agota. Por eso se apagan las estrellas”.
“Al final de sus días, y al agotar el combustible, se ven sometidas a reajustes a su estado de equilibrio y sus ciclos de vida finalizan con transformaciones dramáticas. Al final de sus días la mayor parte de la estrella recicla su contenido enriquecido químicamente a su lugar de nacimiento: el medio interestelar, comenzando de nuevo el ciclo de generación de estrellas. Pero no todos los finales son iguales, los hay lentos y los hay explosivos, y todos ellos tienen consecuencias importantes para la formación de la siguiente generación de estrellas. Así se producen los diferentes y fascinantes estados finales en sus vidas: supernovas, nebulosas planetarias, novas, enanas blancas, estrellas de neutrones, agujeros negros”; todo parte de un asombroso universo que nunca dejará de sorprendernos.