Uno de los mayores misterios de los desiertos de África, Oriente Medio y Asia Central es, a día de hoy, un animal adorable. Los llamados gatos de arena (cuyo nombre científico es Felis margarita) son parecidos a los felinos que tenemos como mascotas, pero mantienen toda su vida un aspecto de cachorros, porque bastante más pequeños. Se esconden con facilidad porque sus patas son tan esponjosas que no dejan huellas, y es ver al humano y huir. De ahí que se sepa tan poquito sobre ellos.
Son pequeños, del color de la arena y viajan muy sigilosamente durante la noche. Encontrarlos ha llevado a los investigadores mucho, mucho tiempo. La primera vez que consiguieron grabarlos fue en 2017. Lo hicieron las cámaras del ‘National Geographic’.
Pueden parecer presa fácil, pero hasta donde se sabe, es una de las especies que mejor se ha adaptado a las duras condiciones del desierto. Sus características orejas, más grandes que las de un gato normal, pueden recordar al zorro fénec o a la liebre de cola negra de California. Este rasgo es una peculiaridad común a estas tres especies propias del desierto, así como su tamaño. Es un reflejo de la necesidad de una audición más sensible, y sirve además para evitar la pérdida del exceso de calor corporal.
“Pueden vivir sin agua, correr sobre arena movediza y detectar presas bajo tierra”, señala sobre ellos el parque zoológico nacional Smithsonian, en Washington DC.
Comen desde pequeños roedores hasta liebres, pájaros, arañas, insectos y reptiles. Una de sus presas más frecuente son las serpientes, da igual si son víboras venenosas u otras más dóciles. A través de su alimento, obtienen la humedad que necesitan, puesto que en las regiones áridas encontrar agua puede ser todo un reto.
Las temperaturas en su hábitat, uno de los más duros que existen, van de los 51ºC en los días más cálidos a los 0ºC en las noches más gélidas. Para soportar los episodios más extremos, estos gatitos cavan madrigueras donde se esconden bajo la arena.