Las Marismas de Doñana son el punto de encuentro de infinidad de aves acuáticas. Con la llegada del frío, patos, flamencos o abejarucos se mezclan con el horizonte, y solo el viento da sonido a la laguna. Cuando este cesa, las voces de los animales y su aleteo se abren paso. Es un espectáculo único de nuestra naturaleza en esta época del año, y probablemente la migración más bella que se da a lo largo del año en España.
En las Marismas del Guadalquivir habita una de las mayores reservas europeas de aves. Entre sus marjales, el fotógrafo Carlos Romero ha captado de todo con su objetivo: desde unos zorros con ganas de jugar hasta un gamo adoptado por un grupo de vacas. Lo llama “nuestra pequeña África” por sus amaneceres mágicos y su biodiversidad.
Es un entorno continuamente variable. Sus aguas van y vienen con las estaciones, y nuevas vidas emergen con la llegada de la primavera. Este año, además, el confinamiento auguraba una temporada de reproducción bastante halagüeña por la tranquilidad que ha garantizado la ausencia de personas.
Unos 70.000 flamencos han teñido el cielo de rosa entre una luz única en esta época del año. Borbotean, buscan gusanos y moluscos entre el fondo de la marisma y, puntualmente, emiten unos gruñidos provenientes de sus largas gargantas. Su pose tan característica, a la pata coja, les servirá en los meses venideros para controlar su temperatura corporal.
En otoño es cuando más especies de aves se concentran en Doñana. Garzas, cigüeñas, patos y ánsares se encuentran con grullas y águilas pescadoras llegadas del norte de Europa. Viejos conocidos de Carlos Romero que seguiremos disfrutando a través de sus imágenes, que esconden madrugones y caminos arcillosos.