Durante el paso de la borrasca Gloria, buena parte del litoral mediterráneo y Baleares superaron los 150 litros/m(2) de acumulación de precipitación. Un dato mucho menos llamativo pero también muy significativo son los más de 90 litros/m(2) que se registraron entre el miércoles y el sábado en puntos de Andalucía, como la estación del Rincón de la Victoria, en Málaga. A pesar de lo que cabría esperar, parece que las lluvias y nevadas no han contribuido a alimentar el agua embalsada en España, sino todo lo contrario.
El total de agua embalsada en España es esta semana de 31.384 hm3, que suponen un 56,42% de la capacidad total. La semana pasada era de 96 hm3 más (un 0,17%).
Mientras que el agua descargada por las lluvias se refleja en las cuencas de Júcar y el Segura, que durante el 2019 fueron los grandes necesitados de precipitación y ahora aumentan su caudal, el Ebro ha restado un total de 101 hm(3) de su reserva.
En el sur peninsular tampoco han faltado lluvias que han dejado contrastes muy curiosos: el Guadalquivir ha sumado un 0,15% de agua embalsada, pero el Guadiana ha restado algo de volumen a sus pantanos.
Muchos de nuestros embalses están muy encima de la media de los últimos 10 años. Un ejemplo muy significativo es el de Beniarrés (Alicante), actualmente al 88,89% de su capacidad frente al 55,56% de promedio de la última década. El lunes pasado (día 20), durante el temporal en el Levante, este pantano incluso abrió las compuertas más de 200 m(3)/segundo para evitar desbordamientos.
El Ebro, donde la entrada de las olas ha dado lugar a la total inundación de su delta en Tarragona, ha perdido 100 hectómetros cúbicos de agua, lo cual supone un 1,32% de su capacidad total. Aunque en general el dato de su cuenca no es negativo –la reserva es de 840 hm(3) más que la media de la última década–, resulta contradictorio que después de llover como lo ha hecho la reserva de agua se haya visto reducida.
¿Cómo se explica esto? Entre otras cosas, los responsables de la Agencia Catalana del Agua (ACA) tomaron la decisión, tras las lluvias de Gloria, de desembalsar bastante agua por ejemplo de los embalses del Ter, para evitar más desbordamientos como el del Tordera. Durante el temporal, por este río han bajado más de 2.000 m(3) de agua por segundo.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el agua del mar que entró en el Delta del Ebro no era dulce, y por tanto no apta para el consumo. Sí es cierto que las lluvias en Cataluña fueron lo suficientemente cuantiosas para esperar que los pantanos de la comunidad hubieran sumado varios litros. Por el contrario, han perdido un total de 30 hm(3).
Como pasó tras la DANA (depresión aislada en niveles altos, más conocida como 'gota fría') de septiembre, buena parte de las precipitaciones se ha filtrado además a los acuíferos subterráneos para acabar desembocando al mar.
De los embalses en el entorno de la cuenca del Ebro que más han visto reducida su reserva son el de Mequinenza, que ha restado 66 hm(3), y el que se encuentra entre las localidades ilerdenses de Tremp y Talarn, que ha perdido 11 hm(3).
También en Huelva observamos una decadencia del Guadiana, que se encuentra al 49,21% de su capacidad mientras que el año pasado por estas fechas se encontraba al 78,71% gracias a las lluvias de mediados noviembre de 2018. El embalse de Andévalo es el que más agua ha perdido, 13 hm(3) que suponen un 2,05% de su capacidad absoluta.
La organización SEO/Birdlife ha comunicado que la culpa del desastre en el Delta del Ebro no puede achacarse únicamente al temporal que se ha vivido recientemente, y que llevan más de dos décadas trabajando para su conservación ante las evidentes amenazas que enfrenta el río.
El exceso de pantanos en su cuenca que tiene su origen en la década de 1940, cuando se decidió que el agua que fuera a parar al mar sería agua echada a perder, tiene un reflejo sobre el delta: roban los sedimentos y reducen los caudales, lo cual hace peligrar los arrozales. A su vez, esto daña el ecosistema del Ebro porque sin nutrientes no puede haber plancton ni peces.
La semana pasada la borrasca Gloria se tragó varios kilómetros de playa y unas 3.000 hectáreas de arrozales.