Como todas las estrellas del universo, algún día nuestro Sol morirá. Cuando lo haga, lo que quedará será una enana blanca, sin capacidad de generar una fusión nuclear, pero brillante mientras mantenga el calor de su núcleo. Después, tras miles de millones de años enfriándose, tan solo quedará un remanente oscuro, creen los científicos. Pero, según un nuevo estudio, antes de que esto suceda nuestro Sistema Solar ya se habrá desintegrado.
“Comprender la estabilidad dinámica a largo plazo del sistema solar constituye una de las búsquedas más antiguas de la astrofísica, que se remonta al propio Newton, quien especuló que las interacciones mutuas entre planetas eventualmente llevarían al sistema inestable”, dice el estudio, liderado por Jon Zink, de la Universidad de California, y publicado en 'The Astronomical Journal'.
Tras siglos de estudio, los científicos teorizan que el Sol sufrirá una pérdida de masa significativa durante los próximos 7 mil millones de años, reduciéndose aproximadamente a la mitad. Durante este lapso de tiempo, es probable que Mercurio, Venus y la Tierra –los planetas ‘interiores’– sean engullidos por el Sol, ya que su radio se expande durante la fase de evolución de la rama de gigante roja.
¿Qué pasará con los otros planetas, los ‘exteriores’? “Esta pérdida de masa aflojará el control gravitacional del Sol sobre los planetas restantes, Marte y los gigantes de gas y hielo externos, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno”, enuncia el medio especializado ‘Science Alert’.
Y esta no será la única perturbación que sufran, porque el estudio plantea además que “a medida que el Sistema Solar recorra su órbita galáctica, experimentará perturbaciones de las estrellas que pasan, que actuarán para excitar las órbitas”. Y continúa: “Al tener en cuenta la pérdida de masa estelar y la inflación de las órbitas de los planetas exteriores, estos encuentros serán más influyentes. Con el tiempo suficiente, algunos de estos sobrevuelos se acercarán lo suficiente como para disociar, o desestabilizar, los planetas restantes", refiriéndose a Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
A medida que vayan transcurriendo miles de millones de años, dice la investigación, las órbitas de los planetas serán un caos, “lo que conduce a eventuales cruces de órbitas y la expulsión de los planetas exteriores”, enuncia. Todos, menos un planeta. Este podrá durar otros 50 mil millones de años, aunque gradualmente la influencia gravitacional de otras estrellas lo acabarían ‘desviando’.
Por tanto, cuando el Sol sea una enana blanca con la mitad de su masa, el Sistema Solar no existirá ya como lo conocemos. Aunque, eso sí, hay pocas probabilidades de que la humanidad esté entonces en la Tierra para presenciarlo.