El universo, con su vasta inmensidad, alberga infinidad de incógnitas y no deja de sorprendernos. El último hallazgo que ha dejado a los científicos en shock es el de un inmenso agujero negro con una masa 70 veces superior a la del Sol y situado en nuestra Vía Láctea. Concretamente, a 15.000 años luz de la Tierra. Ha sido descubierto por un equipo de astrónomos del Observatorio Astronómico Nacional de China y lo han bautizado como LB-1, tal como recoge la investigación publicada en Nature.
Los más entendidos no dan crédito: “Los agujeros negros de tal masa ni siquiera deberían existir en nuestra galaxia, de acuerdo con la mayoría de los modelos actuales de evolución estelar”, recalca el líder del equipo encargado de hacer el descubrimiento, LIU Jifeng, de la Academia de Ciencias China (NAOC).
Hasta ahora, lo que creían los astrónomos era que los agujeros negros en la Vía Láctea eran de una masa de menos de 30 veces la del Sol. Sin embargo, este hallazgo contradice esta creencia.
"Pensamos que las estrellas muy masivas con la composición química típica de nuestra galaxia deben arrojar la mayor parte de su gas en poderosos vientos estelares, a medida que se acercan al final de su vida --prosigue--. Por lo tanto, no deberían dejar un remanente tan masivo. LB-1 es el doble de masivo de lo que creíamos posible. Ahora los teóricos tendrán que asumir el desafío de explicar su formación", ha explicado LIU Jifeng.
Apenas unos años atrás, los agujeros negros estelares solo podían descubrirse cuando tragaban gas de una estrella compañera. En ese proceso, creaban potentes emisiones de rayos X, detectables desde la Tierra, revelando la presencia del objeto colapsado. Sin embargo, la gran mayoría de los agujeros negros estelares en la Vía Láctea no participan en un banquete cósmico y, como consecuencia, no emiten rayos X reveladores. Por ello, solo alrededor de dos docenas de agujeros negros galácticos han sido bien identificados y medidos.
Para luchar contra esa limitación, los astrónomos del Observatorio Astronómico Nacional de China y sus colaboradores observaron el cielo con el Telescopio Espectroscópico de Fibra de Objetos Múltiples del Área del Cielo Grande de China (LAMOST), buscando estrellas que orbitan un objeto invisible, arrastradas por su gravedad. Y su exploración dio resultados. Después del descubrimiento inicial, se utilizaron los telescopios ópticos más grandes del mundo, el Gran Telescopio Canarias de 10,4 metros de España y el telescopio Keck I de 10 m en los Estados Unidos, para determinar los parámetros físicos del sistema: vieron una estrella ocho veces más grande que el Sol. Estaba orbitando alrededor de su oscuro compañero, un monstruoso agujero negro de 70 masas solares, cada 79 días. Era el LB-1.
Su hallazgo llega además con otro avance reciente en el campo de la astrofísica. Recientemente, el Observatorio de ondas gravitacionales del interferómetro láser (LIGO) y los detectores de ondas gravitacionales de Virgo han captado ondas en el espacio-tiempo causadas por colisiones de agujeros negros en galaxias distantes. Y curiosamente, los agujeros negros implicados en esas colisiones también son mucho más grades de lo que se creía.
El descubrimiento de LB-1 demuestra que la población de agujeros negros estelares masivos existe, y llama a redefinir teorías: “Este descubrimiento nos obliga a volver a examinar nuestros modelos de cómo se forman los agujeros negros de masa estelar". "Este notable resultado junto con las detecciones LIGO-Virgo de colisiones de agujeros negros binarios durante los últimos cuatro años realmente apunta hacia un renacimiento en nuestra comprensión de la astrofísica de agujeros negros", apunta el director de LIGO, el profesor David Reitze, de la Universidad de Florida en los Estados Unidos.