Cada verano, con las altas temperaturas, sobrevive un poquito menos de hielo ártico que el anterior. Cuando llega el invierno, el frío repone buena parte de la capa congelada y la vida vuelve a brotar en el Polo Norte, pero al caer el siguiente estío la cifra vuelve a desplomarse, más y más, hasta el punto de que su recuperación no basta. Con el transcurso de las décadas, la situación se agrava y la capa más antigua de hielo es arrastrada por el mar de un lado a otro, debilitándose. Los científicos se temen que llegará un septiembre en que sea inexistente.
El de 2019 ha sido el octubre con la extensión de hielo más pequeña desde que se tienen registros (desde hace 41 años), con 2,69 millones de kilómetros cuadrados menos que el promedio del periodo de referencia 1981-2010 –lo cual se traduce en un 32%–, informó la NOAA (Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EEUU).
El extremo calor ha ido cavando en el hielo hasta llegar a su capa más primitiva, la que aseguraba una 'península' congelada vital para el planeta en su conjunto. Los datos de las agencias de monitoreo indican que este manto se extiende desde el archipiélago Ártico Canadiense hasta la costa septentrional de Groenlandia. Se trata de único hielo 'perenne' hasta ahora y el refugio de multitud de especies como el oso polar y el pingüino.
Los cambios en esta región inhóspita, no obstante, llegan a un ritmo acelerado, casi al doble de velocidad que al conjunto del Océano Ártico, según enuncia la publicación 'The Arctic: An AGU Joint Special Collection'. ¿Por qué? El viento atmosférico y las corrientes oceánicas van mermando esta capa de hielo, la más gruesa que queda. Las últimas observaciones han concluido que es mucho más dinámica de lo que se creía, lo cual implica que está más expuesta a la erosión.
Cada década, el Ártico pierde alrededor de 0,4 metros de espesor de hielo viejo, lo cual sumaría más de metro y medio desde que se tienen registros. A medida que se derrite, el 'ultimo área de hielo' (Last Ice Area, lo bautiza la publicación) es la esperanza de multitud de especies que dependen de él.
En menos de tres décadas, este santuario podría desaparecer en su totalidad durante el verano o sumar con la capa 'joven' la escasa cifra de 1 millón de km(2) de hielo marino.
Ya este septiembre la extensión fue inferior a los 4 millones de km(2), empatando con los veranos de 2007 y 2016 y únicamente superado por la extensión mínima de 2012, cuando el hielo ocupó memos de 3 millones y medio de km(2).