Mientras los contactos diplomáticos siguen transcurriendo en paralelo al despliegue de tropas a un lado y otro de las fronteras de Ucrania, la tensión derivada de la crisis no cesa. Al tiempo en que Rusia continúa ejerciendo presión rodeando el territorio ucraniano por norte, este y sur, tierra, mar y aire, EEUU y la OTAN, sin ceder a sus pretensiones, insisten no obstante en la vía del diálogo.
Entre tanto, en el Siglo XXI las guerras también se libran en las redesguerrasen las redes; una 'guerra híbrida' donde las armas, de bajo coste, pueden ser las noticias falsas y los bulos capaces de intervenir en las elecciones de terceros países.
El manejo de la información –y de la desinformación– es clave, y muchos en esta ciberguerra saben de su importancia para convencer o moldear la opinión de la sociedad.
¿Se puede convencer a la opinión pública para que apoye o detenga una guerra? ¿Se puede movilizar a las redes sociales para fomentar el odio? ¿Pueden matar las redes sociales, movidas por un cibersicario? Son algunas de las preguntas que Informativos Telecinco ha planteado a un experto en este oscuro territorio; un bot ruso que, desde la clandestinidad, confiesa algunas de sus operaciones.
De sus manos, con las que escribe las respuestas en el ordenador para que no le reconozcan la voz, han salido algunos de los bulos más sonados de los últimos 10 años.
“He sido responsable de varios”, señala.
La empresa para la que trabajaba elabora informes con nuestros datos en Internet, y según el objetivo de cada cliente él dirigía mentiras y amenazas a través de cientos de perfiles falsos.
“En muchas ocasiones el objetivo real era coartar la libertad de expresión y coaccionar a las personas que pensaban distinto a mi cliente”.
A esta estrategia se llama ‘astroturfing’, y en ella vale todo: “Hubo un caso en el que a petición de alguien se difundieron informaciones que relacionaban a una persona con delitos sexuales”.
Además, ha dado pábulo a los negacionistas: “Soy testigo del daño que genera el astroturfing de los negacionistas del coronavirus”, dice.
Además, ha acosado hasta producirse el peor de los desenlaces, como en “el caso de acoso en redes sociales a Verónica Forqué, que pudo ser el detonante de su trágico final”.
Ahora, echa la vista atrás: “Después de 10 años trabajando para el diablo siento la necesidad de ganarme el cielo”.
Y mientras busca la redención, ese diablo a sueldo de partidos políticos y multinacionales continúa trabajando con total impunidad.