El delicado trabajo en un laboratorio de alta seguridad: "La fuga de un virus es imposible, si se siguen las normas"
La teoría de que el SARS-CoV-2 pudo salir de un laboratorio de Wuhan, por accidente, ha cobrado fuerza y se investiga como una hipótesis más
Explicamos cómo se trabaja en un laboratorio de alta seguridad biológica y hasta qué punto sería factible un accidente de ese tipo
El virólogo Antonio Alcamí detalla las condiciones de seguridad extrema en las que trabajan en su laboratorio P3 del CSIC: "Está todo blindado"
“En este tipo de laboratorios está todo blindado, son extremadamente seguros. Es imposible una fuga de un virus, si se siguen las normas". Habla Antonio Alcamí, virólogo del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid. Trabaja en un laboratorio de alta seguridad biológica P3, es decir, un laboratorio con capacidad para manipular agentes biológicos potencialmente peligrosos engrosados bajo un nivel de contaminación 3. Como el VIH, por ejemplo, o el SARS-CoV-2.
Alcamí respondía así a la pregunta sobre la teoría de la fuga accidental del coronavirus de un laboratorio de Wuhan como origen de la pandemia, que parece haber abandonado el terreno conspirativo, a pesar de que la OMS lo considera "extremadamente improbable". El virólogo insiste: “Las condiciones en las que trabajamos en estos laboratorios hacen prácticamente imposible una fuga o la infección de alguno de nosotros”, insiste. "Tendría que ser un acto deliberado, delictivo”.
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El Instituto de Virología de Wuhan es un laboratorio P4, lo que significa que su nivel de bioseguridad es todavía mayor, el máximo posible. Son laboratorios autorizados para manejar los patógenos más peligrosos y mortales. Por ejemplo, el ébola. Sólo hay 50 en el mundo, la gran mayoría en EE.UU. En España no hay ninguno. Pero la forma de trabajar en un P3 es bastante similar a la de un P4. Alcamí nos la explica en detalle.
El aire entra, pero nunca sale
Los niveles de bioseguridad –del 1 al 4- determinan las medidas de control que debe tomar un laboratorio a la hora de trabajar con ciertos patógenos, según el riesgo que suponen. Afectan a cosas como el filtrado del aire y el agua, los trajes aislantes de los investigadores y la gestión de los desechos materiales o biológicos con los que trabajen. Alcamí y su equipo llevan años trabajando con virus, para entender cómo consiguen evadir el sistema inmune y para investigar su transmisión por aerosoles. Desde que llegó la pandemia, centran sus investigaciones en el SARS-CoV-2.
“Los virus más comunes, como la gripe o el resfriado común, necesitan un nivel 2”, explica, "pero para trabajar con SARS 1 o con este nuevo SARS hace falta un P3". Porque los riesgos de su manipulación no son los mismos. En un P3, los científicos trabajan con presión negativa en el aire, con varias compuertas de entrada que permiten que el aire entre pero evitan que salga. Llevan EPI específicos para P3 y manipulan los virus en cabinas de cultivo especiales.
“La entrada es con compuertas sucesivas, abres la puerta y el flujo de aire siempre va hacia dentro, nunca hacia fuera, porque dentro hay presión negativa. Notas que el aire entra contigo. Cuando abro una puerta, me meto en un vestíbulo cerrado y sólo entonces, cuando se cierra, abro la siguiente. Eso hace que en ningún momento pueda salir aire del interior al exterior”. Y además, para mayor seguridad, hay filtros HEPA: “todo el aire que está dentro del laboratorio está filtrado, para confirmar que nunca puede salir virus”.
El que entra, además, lo hace en un EPI específico para este tipo de instalaciones. “Nos cambiamos de ropa por completo, y además te tienes que quitar todo lo que lleves, anillos, colgantes, piercings... Entras desnudo y te vistes cada día con un EPI nuevo”. Son trajes especiales para P3, porque protegen mejor. “Cada entrada en un laboratorio supone un coste de entre 30 y 50 euros”, explica Alcamí. Y pueden entrar varias veces al día, aunque confiesa que lo evitan, porque “es muy tedioso”. Viendo la foto que acompaña a este artículo, se pueden hacer una idea.
Varios niveles de seguridad, "como en los aviones"
Lo normal es que, una vez dentro, pasen trabajando entre 4 y 6 horas, “aunque intentamos estar lo mínimo posible”, confiesa, porque trabajar en esas condiciones no es nada fácil. Con un EPI de la cabeza a los pies, con doble guante siempre (uno encima de otro), y en este caso, además, con una especie de escafandra para respirar. Porque trabajar con SARS-CoV-2 conlleva alguna medida de seguridad adicional, como un respirador propio para cada investigador.
“Con este coronavirus, además, llevamos una especie de escafandra con un filtro individual que va conectado a una bomba de aire. El aire que yo respiro está filtrado por HEPA también, y esto me garantiza que está limpio, libre de virus”. Esto, explica, se exige cuando trabajas con virus de transmisión aérea.
Pero hay más. “Todo el material que usamos dentro de esas cabinas especiales se inactiva inmediatamente”. ¿Qué significa eso? Que si se ha contaminado con virus activo, se inactiva en el momento, para reducir el tiempo de riesgo. “Porque estamos trabajando con virus infeccioso”, recuerda Alcamí.
Antes de salir del laboratorio, se vuelve a inactivar todo el material con el que se ha trabajado. Y ese material -entre el que está el propio EPI, que es desechable- se lo lleva una empresa especializada y lo procesa. “Todo está doblemente inactivado, y después, se lo lleva una empresa que vuelve a tratarlo otra vez. Hay varios niveles de seguridad”, advierte el virólogo, “como en los aviones”. Si por lo que sea, falla uno, se activa el siguiente. Por ejemplo, si hay un corte de electricidad en Madrid, el laboratorio de Alcamí seguiría funcionando. “Hay un segundo motor que entra en marcha con un grupo electrógeno, el P3 nunca se va a parar”.
Salida con ducha y sin vuelta atrás
Salir de un P3 es tan complejo como entrar, o incluso más. “Hay un protocolo muy concreto para salir, para que si se ha contaminado el EPI no te contamines tú”. Como el de la entrada, es un sistema de seguridad de varias compuertas y unidireccional. “Del laboratorio pasas a una sala donde hay una puerta que, al cerrarse detrás de ti se bloquea, no hay vuelta atrás. Tienes que quitarte el EPI y ducharte. Y hasta que no te hayas duchado, no se abre la otra puerta. Sólo si te duchas, puedes salir”.
No puedes volver atrás y tampoco te puedes olvidar nada dentro, claro. ¿Y si te has dejado las gafas, por ejemplo? Alcamí explica que esta situación, sencillamente, no se da. Porque “dentro del laboratorio tienes todos los objetos necesarios para trabajar”, y de ahí no salen. Eso incluye, por ejemplo, tener juegos de gafas duplicados. Los objetos que entran, ya no salen. Y viceversa.
“No se puede sacar nada ni meter nada en un P3. Está prohibido sacar muestras de ese laboratorio”. Si puntualmente necesitan hacerlo, por ejemplo, para llevar una muestra concreta a otro P3, hay todo un protocolo con normas muy rígidas y empresas especializadas para ello. “Está todo muy regulado, yo no puedo sacar un tubo”, explica Alcamí, como sí podría hacer en un laboratorio normal.
De hecho, “todos los tubos que contengan virus están registrados”. Hay un catálogo, en el que los investigadores tienen que indicar lo que hay en cada tubo y donde está. “Yo tengo que especificar claramente dónde está cada muestra del SARS-CoV-2, qué propiedades y qué volumen tiene, en qué caja está y en qué posición”.
Seguridad máxima en un P4
Así se trabaja en un P3. ¿Qué cambiaría en un P4, como el laboratorio de Wuhan? En lo esencial, no mucho, pero sí varían algunas cosas. Por ejemplo, en un P4 el investigador lleva un EPI de una sola pieza y totalmente hermético, con el respirador individual ya incorporado. Y cuando sale del laboratorio, “antes de ducharse, hay que inactivar el propio traje, así que primero te duchas con él puesto”.
En el P3, en cambio, los investigadores se quitan el EPI antes de ducharse y lo ponen en un cesto, que va directo a la empresa que lo procesa. “Pudiera quedar algo de virus en él, pero eso no va a salir de ahí nunca. Aun así, en un P4, para mayor seguridad todavía, lo inactivas antes de quitártelo”.
La restricción de entrada, además, es mucho mayor. “En el P4 tienes que hacerte revisiones médicas y psicológicas para entrar. Porque trabajas con agentes más sensibles a nivel de bioterrorismo". Como el virus del ébola, por ejemplo. Cuenta Alcamí que "en EE.UU. te investigan tu historial personal, incluso. Pero por componentes más relacionados con la seguridad nacional que con la seguridad biológica”. Las cabinas de seguridad biológica, en las que se trabaja manualmente con el virus, también mejoran un poco de calidad en cada nivel. Y lo mismo pasa con la calidad de los equipos de protección.
No es fácil montar este tipo de laboratorios, ni conseguir la autorización para su puesta en marcha. Los laboratorios de seguridad biológica se rigen por normas de cada país, pero también por los criterios que marcan organismos supranacionales como la OMS. Según el virus con el que trabajes, ya hemos visto que los protocoles de seguridad cambian, pero también según cómo trabajes con él. “En España, si tú modificas genéticamente un patógeno, por ejemplo, tienes que pedir permiso al Centro Nacional de Bioseguridad y presentar una evaluación de riesgos. Si solo trabajas con el virus salvaje, el permiso es otro”, explica Alcamí.
Virus liberado, fabricado, un salto natural... ¿y un contagio?
Sabiendo cómo funcionan estos laboratorios, le preguntamos al virólogo sobre la teoría de la fuga accidental del virus, y sobre la hipótesis de que fuera, incluso, fabricado (impulsada en su día por Donald Trump). Sobre esto último, Alcamí es tajante. “Lo descarto. No es fácil conseguir que un virus se transmita mejor, y a este no lo conocemos tan bien como para poder hacerlo". Además, explica que “las modificaciones genéticas que hacemos en los laboratorios, normalmente los atenúan, no los hacen más virulentos”.
Sobre la posibilidad de un accidente, explica: “Si yo me dedico a aislar virus de murciélago y seleccionarlo en el laboratorio, puedo acelerar el proceso, es decir, seleccionar virus que se adapten más rápidamente al ser humano. Podría ser, imaginemos, que el proceso natural se hubiera acelerado en el laboratorio (de Wuhan) con fines de investigación". ¿Con qué objetivo? "Para entender qué tiene que hacer ese virus para conseguir saltar al humano. Es un experimento útil, aunque a la vez, arriesgado”.
Pero es que además, para que se hubiera producido el accidente, hace falta otro paso. “Tendría que haber ocurrido un error humano después, para que ese virus modificado hubiera escapado. Y eso es muy improbable, si se siguen las normas”.
Sobre la teoría más aceptada hasta el momento, la del salto natural entre especies, el virólogo explica que es “un tema de probabilidades, algo que con el tiempo va a ocurrir. Tú tienes un virus de murciélago que continuamente está tratando de pasar al humano. Los virus están tratando de saltar continuamente”.
Pero en el enigma sobre el origen de la pandemia, aun queda otro flanco abierto. A finales de mayo, saltaba una noticia que daba alas a las teorías conspirativas. Tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan cayeron enfermos en noviembre de 2019 con síntomas similares a los de la covid. China informó a la OMS, en su día, de que el primer caso de covid se había registrado mucho después, el 8 de diciembre. ¿Es factible infectarte con el virus con el que estás trabajando?
“Las condiciones en las que trabajamos aquí lo hacen prácticamente imposible”, insiste Alcamí. Explica que evitan, incluso, trabajar con cualquier elemento punzante para evitar accidentes. “Y nunca, nunca, llegamos a quitarnos el doble guante. Si trabajas siguiendo las normas es imposible infectarte, y me cuesta creer que en estos laboratorios entre alguien que salte las normas. Nos auto-controlamos mucho todos”. De hecho, el virólogo asegura que “en la situación actual de la pandemia, en que el virus aún está circulando, tengo más posibilidades de contagiarme si me voy a una terraza o a un comercio que en un laboratorio P3”.